El borrador de la historia
Un almacén, un auto y una historia familiar: una postal entrañable de la Crespo de antaño

A través de un relato cargado de memoria y emoción, Andrés Spreáfico compartió un fragmento de la historia de Crespo que revive el espíritu de comunidad, trabajo y pasión que caracterizó a la ciudad en las primeras décadas del siglo XX.
En su escrito, Spreáfico rememora la figura de un lugar emblemático: el almacén de ramos generales de Osías Jaroslavsky, ubicado en la esquina de San Martín e Yrigoyen. Este comercio no era simplemente un punto de venta: era el corazón de la vida comercial y social del pueblo, frecuentado por vecinos y productores rurales que realizaban sus compras “al fiado”, anotando en la clásica libreta hasta el momento de pago con la cosecha.
“El edificio se mantuvo hasta principios de los años 80, cuando fue demolido para dar lugar a la Plaza Seca, hasta que más adelante se construyó la edificación actual”, relata Spreáfico, dando cuenta de las transformaciones urbanas que acompañaron el crecimiento de la ciudad.
La anécdota cobra un tono aún más íntimo cuando se refiere a un comprobante de compra que conserva como tesoro familiar. Se trata del documento que certifica la adquisición, por parte de su abuelo Andrés, de un automóvil Whippet de 6 cilindros, modelo fabricado por la histórica marca Overland, precursora de los vehículos Willys. El nombre del auto proviene de la raza canina Whippet, veloz y elegante, al igual que el diseño que lo inspiraba.
Ese vehículo, más allá de su valor económico, representa un vínculo emocional con el pasado. Spreáfico imagina que podría tratarse del mismo auto en el que su abuelo posa con orgullo en una fotografía, con aire de corredor. Y no es casual: en aquellas épocas, el automovilismo en Crespo era furor, y su abuelo fue uno de los primeros en subirse a una pista.
“Hay imágenes de carreras sobre avenida Independencia y también en 3 de Febrero”, apunta, pintando una escena vibrante de una ciudad que vibraba al ritmo de los motores.
Aunque no puede asegurar que el coche de la imagen sea aquel Whippet, prefiere creer que sí. “Prefiero quedarme con la idea de que es ese, en el que está posando como un pistero…”, concluye con ternura.
El relato de Andrés Spreáfico no solo rescata una historia familiar, sino que pone en valor los recuerdos compartidos que construyen la identidad de Crespo. Es una invitación a mirar el pasado con orgullo y a entender que, detrás de cada esquina, aún viven las historias que dieron forma a la ciudad.