“Tenemos que permitir preguntarnos y preguntar”, reflexionó el profesor Ariel Vera
“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”, así inicia Camus El mito de Sísifo. Pero ¿por qué el suicidio es considerado el problema filosófico más serio? Para el existencialista “juzgar si la vida vale o no vale la pena ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”.
A veces caminamos anestesiados por el entretenimiento o la rutina. Nos complacemos en pensar cuánto avanzó la humanidad, de la que somos parte, al ver nuestros teléfonos inteligentes (¿inteligentes?) y poseer océanos de información con un movimiento de dedo. ¿Y qué significan los avances tecnológicos si no vienen acompañados de un avance humano? Nada. Tal avance es un artificio, un escamoteo de prestidigitador.
El profesor de filosofía Ariel Vera está de acuerdo con esto. Charlamos largo y tendido en la redacción de Paralelo 32. Afuera llueve, las gotas miden el tiempo, no los relojes. En un diálogo casi imposible para el periodismo, dejamos a un lado las agendas, silenciamos los celulares y hablamos de la vida. También, de la muerte.
Es imposible hablar de la vida sin hablar de la muerte. La dialéctica kirkergaardiana sostiene que una cosa nunca deja de ser su contraria. De esta manera, se puede saber qué es la vida reflexionando sobre su contraria, o sea la muerte.
“La vida, como la muerte, es un misterio. El Hombre ha intentado controlar una y otra, pero no lo podemos manejar del todo”, reflexiona en voz alta Ariel. “¿Qué es «lo natural», que alguien muera a determinada edad? No lo podemos manejar”, continúa señalando el absurdo.
Así como los peripatéticos caminaban por los enramados elevados bajo los que se desplazaba Aristóteles mientras leía, Ariel corre. Corre y piensa. A este respecto, bromea que algún día le va a costar un buen golpe, pues mientras emprende su huida a la vez se adentra en cavilaciones. Mientras el cuerpo escapa, la mente se zambulle.
“Platón consideraba que las almas estaban en un mundo ideal antes de ingresar al cuerpo, que definía como la cárcel del alma. Para él, el alma tenía que liberarse lo antes posible de ese cuerpo porque el alma estaba sufriendo. En el caso de Platón notamos una visión pesimista del cuerpo. Asimismo, está esa división entre cuerpo y alma que nuestra sociedad mantiene bastante. En el plano religioso hay quienes castigan el cuerpo para salvar el alma. Lo veo también en cuestiones sociales en relación a las enfermedades de desórdenes alimenticios. Aunque hay vertientes que señalan que somos una unidad, que tenemos que cuidarnos completos. A veces lo que somos físicamente también tiene que ver con el cuidado que hemos hecho del alma. Acá cada uno buscará la forma de trabajar su interior”, dice.
Entonces, el hombre es una síntesis entre cuerpo y alma, una relación entre cuerpo y alma que, a su vez, se relaciona consigo misma formando el yo, el espíritu. Esa conclusión a la que llegamos nos suena a algo. La enfermedad mortal, de Kirkegaard. Nos acordamos de esto y lo nombramos, para no plagiar al gran pensador danés.
En el aula
No todo pensamiento es filosófico. Ariel comenta que lo que caracteriza al pensamiento filosófico es el método. Sin embargo, no quita mérito a las preguntas cotidianas. Todo lo contrario, las reivindica e invita a sus discípulos a que piensen, que cuestionen. “Hay que pensar sin miedo”, repite en nuestra conversación, como si se lo estuviera diciendo a sus alumnos.
Pensar sin miedo, para él, es cuestionarse todo. Por qué nos gusta lo que nos gusta, por qué tememos a lo que tememos, por qué somos como somos. Pero pensar sin miedo, agrega, “también es buscarle sentido a la vida, dárselo”.
“Las clases son magia. Los adolescentes necesitan escucharnos y que los escuchemos. Necesitan mucho espacio para ser escuchado. Se trata de una generación que nació en plena democracia y saben que tienen otros derechos y reconocimientos. No tienen los miedos que nosotros teníamos. No temen a disentir o preguntar sin faltar el respeto. Pasó hace poco con el debate sobre el aborto. Se daba este debate y ellos argumentaban desde sus increíbles vivencias. Depende de nosotros darles el espacio”, narra.
Preguntas y actos
Antes de irse, Ariel concluye la charla que comenzó con Camus y el suicidio: “Apunto a la búsqueda del sentido de la vida. Debemos plantearnos proyectos constantemente, pensarnos sin miedo. Cada una de las etapas de la vida tiene su riqueza. No tenemos que menospreciar las preguntas que surgen cotidianamente, porque esas preguntas nos van llevando a preguntas más importantes. Tenemos que permitir preguntarnos y preguntar. Estamos en un momento social e histórico en que podemos hacerlo. Pero también tenemos que participar, actuar. Participar sin miedo para mejorar el mundo que tenemos”.