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Santa Fe en clave Harlem: una celebración de estilos y generaciones
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La séptima edición del Harlem Festival dejó en claro que Santa Fe ya no es solo una escala más en el mapa de los grandes eventos del país: es el corazón de un movimiento cultural que crece año a año. Durante dos jornadas intensas, la ciudad volvió a ser escenario de una mezcla única de estilos, generaciones y paisajes sonoros que consolidan al festival como referencia indiscutida del Litoral argentino.
Desde temprano, el clima festivo se hizo sentir en el predio. El sol abrasador acompañó la apertura con Laser Flip y Malta Caramelo, mientras los primeros grupos se acercaban al escenario outdoor.
A media tarde, Zeballos y Fabiana Cantilo trajeron la primera dosis de emotividad y conexión con el público, marcando el pulso de una jornada que iría subiendo en intensidad. Fabiana Cantilo con su estilo irreverente y provocativo demostró por qué es una de las grandes voces femeninas de nuestro querido Rock Nacional.
En el indoor, Zoe Gotusso desplegó su calidez característica, mientras Dante Spinetta aportó groove y sofisticación sonora con su mezcla de funk y soul. Repasando canciones de su carrera y también algún clásico de los Illya Kuryaki and the Valderramas como *Abarajame*, para el recuerdo millennial.
A medida que caía la tarde noche, el outdoor se transformó en una multitud. Los nubarrones que amenazaron en desencadenar la tormenta se fueron disipando en un marco único con Estelares que volvió a demostrar por qué su repertorio es parte del cancionero nacional a base de hits como “Ella dijo”, “Un Día Perfecto” y “Aire”. Los liderados por Manuel Moretti y compañía brindaron un show emotivo y coreado por el público que hacía frente al viento que se asentaba en el predio. El broche fue “El corazón sobre todo”.
Luego llegó el turno de No Te Va Gustar que coronó uno de los momentos más masivos del día con un set que unió generaciones bajo los coros y la emoción colectiva. No faltaron clásicos como “Al vacío”, “Pensar”, “A las nueve” y el cierre a puro pogo levantando el polvo en una postal de cine.
El cierre del sábado quedó en manos de Mariano Mellino, que convirtió el predio en una pista de baile electrónica al aire libre. En otros escenarios se cruzaron las potencias de La Joaqui, Louta, haciendo bailar a todos los que se acercaban al escenario cerrado de La Estación. También se destacaron las propuestas alternativas de Cabezones, que jugaron de local e hicieron frente a las ráfagas de tierra y viento en el escenario alternativo demostrando su vigencia y repasando sus clásicos en una noche emotiva.
El domingo mantuvo el ritmo con una grilla igual de ecléctica. En el escenario outdoor, Olivia Wald y Santiago Motorizado marcaron el tono vespertino con dos momentos de pura conexión emocional. El show del cantante de El Mató repasó su carrera solista y tuvo un cierre emotivo con su clásico de la banda platense “El Tesoro” en una versión diferente antes los lentes humanos y tecnológicos que registraron el momento final con mucha emoción.
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Rock Nacional festivo para un cierre a la altura
Luego, Bersuit Vergarabat desató una verdadera fiesta colectiva. Desde que los pijamas a rayas se subieron al escenario se entonaron clásicos de “Hijos del culo” un disco que estuvieron rememorando hace poco en un Estadio de Ferro colmado. Desde “El gordo motoneta” para dar comienzo al show, hasta “El viejo de arriba” y “Desconexión sideral”. El homenaje a Diego Armando Maradona y Messi se proyectó en las pantallas con “Toco y me voy”. El recuerdo a la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo se sumó con su pañuelo blanco característico de fondo en las pantallas en “Vuelos”. Su costado contestatario al gobierno nacional fue retrucado nuevamente con “Se viene” seguido de un “¡ya fuiste Peluca!” aquel tema anticipatorio al estallido del 2001 vociferado nuevamente contra actual gestión. El coro también saltó al ritmo de “Señor Cobranza”, el tema de Las Manos de Filippi que popularizó Bersuit por aquellos años. Para el cierre, “La Bolsa” desató la locura entre los presentes. El cierre carnavalezco fue con “Negra Murguera” con los aplausos de los distintos costados del escenario.
Por último, llegaba el cierre en el escenario de Las Pastillas del Abuelo. Banda de estadios, que hizo su debut pisando fuerte en el escenario principal del Harlem. Con una lista cargada de hits, Las Pastillas entonó sus últimas canciones reversionadas como “Ama a quien llora por ti”, “Loco por volverla a ver” como clásicos de su etapa inicial como “Amar y Envejecer”. El homenaje a Diego también fue evocado con su característico “Qué es Dios” con el despliegue de camisetas del 10, en el público y con un compendio de jugadas y goles en la pantalla. El momento de escuchar “Qué hago yo esperando un puto as” se llenó de pelotas gigantes que fueron tiradas al público que las paseaban de lado en lado al ritmo del pogo pastillero. Piti pateaba las que caían sobre la pasarela en un ida y vuelta que terminó con el vocalista bromeando “cambio, juez”.
Con más de una veintena de canciones llegó el turno de sus momentos de cierre con “Otra vuelta” aquel himno de amistad y familia. “Tener de amigos a mis hermanos, tener de hermanos a mis amigos”. Ojos de dragón y “Viejo Karma” le dieron cierre a una noche especial que esperemos tenga su próxima vez.
El día 2 tambiénm tuvo como protagonistas a Chapa & Castelo, que mezcló electrónica, humor y desparpajo para despedir la edición a puro baile. Mientras tanto, el escenario indoor ofreció un contrapunto ideal: más íntimo, cuidado y pensado para la escucha. Allí pasaron artistas como Chita, Luz Gaggi, Cardellino y C.R.O, aportando frescura y texturas contemporáneas. El espacio alternativo y El Galpón sumaron propuestas experimentales y locales, con shows de Winona Riders, Ramma, Tripartitos y Picheo 808, entre otros, que completaron el mosaico musical del festival.
Entre los distintos escenarios se movía una multitud diversa: grupos de amigos, familias, visitantes de todo el país. La atmósfera del predio era la de una gran celebración urbana, donde la música convivía con la gastronomía, el arte visual y una sensación constante de pertenencia. Cada rincón ofrecía una experiencia distinta, pero todos compartían una misma idea: estar en el lugar donde algo está pasando.
Las marcas planteaban juegos lúdicos con premios para entretener a los presentes y llevarse una especie de souvenir del Harlem como también algo para comer o tomar.
Más allá de las luces y los nombres del cartel, lo que queda claro tras esta séptima edición es que el Harlem Festival se ha instalado como un referente cultural en el Litoral argentino. Su propuesta trasciende la grilla de artistas: representa una forma de encuentro, de integración regional y de renovación constante del vínculo entre el público y la música en vivo. Santa Fe, con su energía joven y su tradición universitaria, parece haber encontrado en el Harlem el espejo perfecto de su identidad contemporánea.
El festival no solo convoca a miles de espectadores; también articula escenas, estimula la producción independiente y consolida a la ciudad como un punto de referencia para la industria cultural del interior. En un país donde los grandes eventos suelen concentrarse en Buenos Aires, el Harlem demuestra que el Litoral puede ser protagonista. Y este 2025, una vez más, lo dejó resonando en cada acorde.