Sociedad
Las fiestas que el tiempo se llevó
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** Las fiestas familiares de fin de año con las que nos hacía reír don Luis Landriscina, ya no existen más allá del etéreo recuerdo, aunque aquellos relatos grabados aún nos hacen reír. Don Luis recuerda las fiestas navideñas y de año nuevo donde los mayores copaban totalmente la escena y los chicos corrían por ahí, apartados, en su mundo, sin decirles a los grandes lo que debían hacer. Hoy están para asesorarnos piadosamente ayudándonos a entender su mundo de maravillas. En las historias de don Luis, los adolescentes se esforzaban en calcar los hábitos de aquellos mayores a los que admiraban. En las fotos actuales, aparecen dando instrucciones sobre tecnología de supervivencia.
** También ha desaparecido el tío joven que en Buenos Aires hizo un curso de cancherismo acelerado y la sabe lunga. En aquellas década del 60/70, el tío o primo que en enero volvía al pago desde Buenos Aires (provincia), adonde dos años antes se había mudado para trabajar en la construcción o en una siderurgia de San Nicolás, retornaba en tren para morfar lo que hacía rato ni olía. Pero también volvía para mostrar su progreso y superación. Vestía la mejor pilcha que había podido comprar (generalmente la única) y se esforzaba en encubrir su acento provinciano, ahora devenido en porteño descendido de los barcos europeos, metiendo las eses donde no corresponden, ¿vistes?
** En las fiestas de don Luis están además los abuelos, la institución asador, los parientes enemistados, las suegras recelosas que hablaban con acento amanerado, el tío que se chupa todo y termina complicando la verbena, los arrollados y el clericó, los turrones después del lechón y la ensalada rusa con mayonesa casera… Nunca había divorciados; no se usaba en la época; los casamientos se hacían ante el altar y ese compromiso se cumplía aunque almorzaran en horarios distintos para no verse las caras y durmieran de espaldas. Pero en aquellas escenas no aparece nadie, nadie, mirando absorto un celular. Te das cuenta a la legua de qué siglo estamos hablando.
Celebraciones modo selfie
** No estaban, en los 60 y 70, los que hoy copan todas las fiestas, los días, la noche, la casa, las aulas; el espacio universal. Coincidirán ustedes conmigo, que hoy los bastoneros de los grandes encuentros familiares son los chicos. Ya no comen en una mesa aparte; se sientan a la grande, hay que servirles primero, interrumpen todas las conversaciones y no les gusta pedir las cosas dos veces. A los de la generación Landriscina solo nos queda el rol de memorizar las vividas y contárselas a Moldavski para que las facture en los teatros para +70.
** Muchas situaciones de entonces se siguen dando en los encuentros de familia, lógicamente, pero los actores centrales son ellos, los gurises. Igual, los viejos son imprescindibles para las fiestas de familia; no teman quedarse sin protagonismo, siempre hacen falta actores secundarios o alguno al que le dan un bolo de veinte segundos para bendecir la mesa o ser quien proponga el brindis. Entonces ¿quiénes son los actores de cartel y a su vez guionistas? Lo es la realidad de un destape tecnológico asombroso más la estimulación temprana de los párvulos, y lo encarnan los sub 10, chicos y también jóvenes que nos miran con cierta compasión, que quizás sea ternura.
** Para darle un giro argumental a la historia o chiste, y un remate gracioso, en los relatos del pasado siempre hubo malos entendidos o se armaba alguna gresca. Eso no ha cambiado, solo que las grescas pueden surgir de la buena voluntad de los chicos para enseñarles a sus mayores el uso de las nuevas tecnologías. En este caso fue peor. Al pie del arbolito y a la hora del reparto de regalos de Navidad, había un pequeño envoltorio para don Licencio Estiven. La familia le regaló un celular y, voluntariamente, Milena, de 12 años, se ofreció a instruirlo en el uso esa misma noche.
¡Más trolls será su abuelo!
** La instructora le explicó los manejos y usos más elementales, obviamente suponiendo que tanto Licencio ‘como todo el mundo’, conoce muy bien el lenguaje del acervo digital y sus significados. Supuso mal. Y ahí comenzaron algunos roces que fueron creciendo. La adolescente insistía con que es divertido convertirse en “trol” y zambullirse a trollear.
El viejo se puso tenso. La chica insistió… ¡vaaamos, tenés que trolear si querés encontrar experiencias nuevas, siempre hay una primera vez! El hombre se contuvo pero se le hinchó el lomo, porque más allá de que a uno lo vean vestir chupines y sandalias, otra es que lo traten de trolo. “¡Eso de andar troleando, no es para mí, no me confundas!”, dijo el hombre levantando la voz y echándose medio para atrás en la silla, buscando una aprobación alrededor, que no halló. “Es la elección de cada uno’, dijo alguien por allá.
** ¡¡¡Para qué!!!, el viejo manoteó un Tramontina de la mesa pero el sujeto terminó de explicarle que los trolls son usuarios de internet que publican mensajes provocadores, ofensivos o irrelevantes, para molestar, llamar la atención o generar caos en foros y redes sociales, y que últimamente muchos lo hacen por diversión.
El reñidero está a punto
** Calmadas las aguas, convinieron cambiar de tema. Milena lo suscribió un mes gratis a You Tube y abrió una película de cierta antigüedad, como para congraciarse y de paso entretenerse ella también. ¡La vi en el cine!, la sorprendió Licencio y arrancó a contarle toda la trama. “No me espoilees Licencio, que yo la quiero mirar”.
Sepa, Milenita, que ni estoy calzando espuelas, porque nada tengo para domar aquí, salvo a algún maleducado que ya me empezó a hartar (por un pariente sentado a su lado, que le echaba carozos de aceituna en el vaso), ni tengo espolón porque no soy gallo de riña, aunque si salta algún bataraz al reñidero, ¡me va a encontrar, me va a encontrar!, y a mi izquierda hay un bataraz que ya me está haciendo hervir la sangre y tu palabrerío raro también.
** Vuelta a tranquilizarlo y rogarle que suelte el cuchillo porque ‘espoilear’ no tiene que ver con espuelas ni con espolones; “yo solamente quise evitar que me cuentes la trama completa de una película, y menos que me cuentes el final”, dijo Milena y se mandó a mudar sin saludar.
Venía dura la mano para explicarle lo de las app, scroll, tap, Wi-Fi, sin caer en malos entendidos. Y uno piensa; cuánto ha cambiado la vida social la tecnología, pero algo sigue igual, inmanente… los tontos rencores y recelos humanos que amargan días y quiebran vínculos.
** ¡Feliz año nuevo mis queridas amigas y amigos. Algunos quizás leen esta columna desde que los teléfonos eran de línea y ni soñábamos este mundo maravilloso, que también tenemos la gracia de vivir.

