** Dejemos un poco de lado las tribulaciones de cada semana para meternos de lleno y sin chaleco anti reaccionarios, en una historia que no quisiéramos sea comparada con la vida de nuestro país, aunque será inevitable. Presentaremos a Los Argentinetti, una familia ruidosa y sentimental. Vivían en una casa amplia pero vieja, con grietas que se tapaban con cortinas nuevas. La economía familiar nunca fue muy sólida, pero el flaco Beto Argentinetti, el padre, gobernaba el hogar con una idea muy clara: mantener a todos contentos, siempre, como forma de ganar la adhesión de esposa e hijos y sentirse más amado. Para eso, no dudaba en endeudarse e imprimir vales sin respaldo, para regalarles entradas a recitales, concederles derechos y ceder a las presiones familiares.

** Beto trabajaba, sí, pero también sacaba préstamos y adelantos de sueldo, refinanciaba tarjetas pagando el mínimo y renegociaba hasta la suscripción del diario. Todo para que sus hijos no se sintieran menos que los vecinos. Los Argentinetti tenían aire acondicionado en todos los cuartos, dos heladeras, parrilla eléctrica, Pelopincho con filtro alemán, y una máquina de café que nunca supieron usar.

Los hijos, Milagros, Justo, Victoria y el más chico, Cachorro, sentían como que vivían en la abundancia. Ajustados pero dándose gustos, aunque nunca sobrara nada. Ni se les ocurría preguntar cómo se pagaba todo, de eso se encargaba el viejo, que hacía todo por mantenerlos unidos a él.

** La madre, Celina, prefería no preguntar. Si podés bancar la peluquería y te entregan a tiempo el delivery caliente, todo bien. A veces se excedía en su demanda y él concedía respondiendo cosas como “comprémoslo, de algún culo va salir la sangre”, típica expresión nacional y popular que suena muy ordinaria en letras pero es verbalmente aceptada como tirarse a la pileta sabiendo que tiene muy poca agua. Peores cosas se dicen en radio y televisión.

Lo que nadie advertía era el sentimiento profundo que Beto tenía por temor a que, si empezaba a poner límites, ya no lo mimarían tanto e incluso dejarían de quererlo. Cada vez que pensaba en recortar algún gasto, la sola idea de escuchar un "ya no sos el mismo, papá" lo desmoronaba. Mejor fundido que solo y mendigando afecto, pensaba.

Tanto aire le metió al globo…

** Pero llegó el día que tenía que llegar, segundos antes de que explotara el globo. El banco dijo basta, se cortaron las tarjetas, se bloquearon las cuentas, y el carnicero le devolvió el saludo con cara de “no tanta sonrisa y garpame”. El último pedido de crédito bancario rebotó como pelota de frontón; hasta aquí llegaste. Fue cuando Beto, con el corazón partido y la dignidad revolcada en el fango de las malas decisiones, los sentó a todos en el living para informarles que era necesaria una medida extrema, una especie de reja anti abismo:

** —Miren, me cuesta decirlo pero creo que tendríamos que cortar por un largo tiempo con la joda; vivir con lo que entra, no más caprichos, no más "me lo merezco, no más es mi derecho". No más cuotas ni pagadiós. Volver a la realidad. Donde hay un derecho debe haber alguien que lo pague, pero nadie pagó por nosotros y estamos en la dolorosa lona. Hubo un silencio espeso, como frente al último tiro de penal que define el campeonato. Al principio lo miraron como a un traidor. Después vinieron las preguntas:

--¿Y las escapadas a la costa?

--¿Y mis clases de cerámica japonesa con profesora nativa?

--¿Y el flan? ¡Quiero flan, no mandarinas del árbol del fondo, flan, flan, flan!

Hasta que vino la pregunta esperada por quien sabía que no podría esquivar el puñal: ¿Y qué pensás hacer, pa’? Y la más dura respuesta: Rajar de acá, borrarme de esta casa y que venga otro a arreglar el emboyeré.

--¿Qué te picó?, ¿estás remamado? ¿quién se va a hacer cargo? ¿y qué será de nosotros?

--Mamá es linda y seductora, ya encontrará a un valiente o un gil, cualquiera de los dos sirve.

Llegó. Viste como es esto

** Y apareció Bonifacio Salvatierra, se enamoró, fue admitido sin derecho de inventario y cuando supo lo que Celina traía incluido, se hizo cargo de poner en orden los números de la familia. Vendieron el auto. Volvieron a comprar carne picada (de la molida fuera de la vista del cliente), se terminó el salmón y volvió el guiso de osobuco. Celina empezó a teñirse en casa con coloración de supermercado. De a poco se fueron saldando las cuentas y los chicos, que al principio le mandaban mensajes insultantes al fugado, con el paso del tiempo empezaron a pedirle que volviera.

** Milagros, la más politizada, de entrada nomás le cortó el rostro a Bonifacio y lo agredía con filosas argumentaciones aprendidas, tipo tu ajuste es cruel e insensible. ¡Nos ajustás sin piedad! Esto es anarco capitalismo emocional –sentenció también Victoria-, que se prendió a la protesta permanente con un cartel hecho a mano que colgó en la cocina: “Exigimos reparación emocional y reposición de la calidad de vida pre-ajuste". Fue por esos días que se acordaron de su abuela paterna en un geriátrico cuya dirección no recordaban muy bien, la cargaron en una silla de ruedas, le enchufaron encima un cartel y la llevaron a pasear, lo que la hizo muy feliz. Sonriente portaba un cartel ‘Fuera salvajes nazis unitarios’.

Historia en desarrollo

** Las comparaciones comenzaron a ser inevitables. Cuando estaba papá nos clavábamos unas buenas milanesas cada quince días y si bien en la vereda de calle había muchas baldosas flojas, este inútil de Bonifacio ha sido incapaz de reconstruirla, de cuete que mandó a pegar las que estaban levantadas, ¿y la vereda nueva? Con papi íbamos a recitales tomábamos helado los domingos y de birras ni te cuento. Era tan bueno que se endeudó hasta el tuétano para pagarnos la cuota en el club. Conclusión, Boni nos odia y hay que organizarse.

** Esta es una historia en desarrollo, como todas. Las historias nunca terminan y no es posible saber cómo continúan. De Beto no hemos sabido mucho, sus cuentas se van saldando y aunque falta mucho quedaron más o menos equilibradas, pero tiene una causa penal por falsificación de vales y bonos con una pequeña Garaventa en el garaje de su casa. Se cuenta que sigue enamorado de Celina y serruchándole el piso a Bonifacio con ansias de volver para enamorar otra vez a su familia, cuando el banco le devuelva los plásticos.

** Chau. Dejo al pie un fraternal abrazo para todos los colegas periodistas que entienden esta profesión como un compromiso con la verdad. ¡Feliz Día!