En el papel
Homenaje a aquellas comadres
** No hay caso, habrá que forzar el retorno de don Leoncio para calmar a sus fans. Los reclamos son frecuentes e innecesarios, porque nunca desapareció; lo que aparece en el papel se queda en el papel. Bastará hojear un tiempo hacia atrás o esperar a un día como hoy cuando, por un casual, volvimos a toparnos en la cola de la verdulería con su mansa figura, mezcla de algarrobo negro y madreselvas.
** –M. Gusto en saludarlo don Leoncio –le digo, tocándolo en el hombro derecho.
_L. Si me da su santo y seña sabré si puedo decir lo mismo.
–M. (Retiré de un lado el barbijo y con la otra mano levanté la gorra).
_L. ¡Pero había sido usted, mangrullero! Me ha cambiado el color del barbijo. ¿Y qué es lo que anduvo murmurando sobre que soy un algarrobo negro? Si busca discriminarme… ¡ni tratándome de gringo! porque soy orgullosa mezcla de sangre criolla y gringa unida en el amor chusco y arrebatador de los escasos regocijos domingueros.
–M. Hay algarrobos amarillos también ¿nada de sangre amarilla en sus ancestros?
_L. Ni di ái. Si tuviera sangre asiática no usaría esta canasta para vender ni estaría dando el vuelto en pesos.
** –M. No ha perdido el sentido del humor don Leoncio y eso me alegra. Déjeme decirle que lo comparé con la madera más noble que tenemos en Entre Ríos, el algarrobo blanco, el negro y el amarillo. Se pueden construir muebles con su madera aún verde y al secarse no se mueve ni un milímetro.
_L. Teníamos querrá decir.
–M. Sí, claro, pero quedan plantados algunos de muestra. Conforme se fueron acabando fueron cerrando las fábricas de muebles de Bovril, entre otras.
_L. Conformes nunca estuvieron con los depredadores esos indómitos árboles que jamás se arrodillaron ante el vil metal de las motosierras. Murieron todos de pie.
Comadres eran las de antes
** _L. En su murmuración también escuché algo de las madreselvas.
–M. Es una enredadera de floración muy aromática, sensible, tierna en su naturaleza pero robusta en su fuerza de aferrarse y trepar los muros.
_L. ¡La pucha que versea lindo usted!, espere que me pongo una peluca y me pinto los labios.
–M. Lo comparé con madres, don Leoncio. De la madre de la selva, ¿y a quién le molestaría que se le atribuya la ternura de una madre?
_L. Me anda lisonjeando, pero déjeme decirle que hay madres y también hay co-madres.
–M. Bueno, nunca escuché hablar bien del ‘comadreo’ si es que a eso se refiere, que desaparecieron de las veredas; las enamoró Facebook y les dio plataforma.
** _L. Quedan algunas, yo mismo comadreo con ellas durante encuentros furtivos en los impredecibles caminos de ida y vuelta por las curtidas veredas.
–M. ¿Comadrear tiene alguna connotación erótica, se dicen cosas hot?
_L. Más respeto, usted sabe que no soy de andar en esas ni me da el cuero, le hablo de contarnos cosas.
–M. Más bien de contarse cosas sobre otros vecinos y vecinas, no me converse, que todos sabemos cómo es eso. La misma palabra lo dice.
_L. Usted con sus palabras. ¿Qué dice su palabra?
** –M. Comadre es un término que proviene del latín que traducido al español sería “con la madre”. En masculino se utiliza la palabra compadre, que sería “con el padre”, son compadres dos gauchos unidos por el bautismo de algún hijo o hija. El comadreo es otra cosa, es chismoseo y el chisme es el comentario o noticia no verificada que circula entre la gente, generalmente de carácter negativo.
_L. ¿Y di ái?… cuando se chusmea sobre otros generalmente es para demostrar que son peores que nosotros. ¿Pero, no es lo que hacen ustedes los periodistas?
–M. No me va a llevar a su terreno si es eso lo que pretende, el periodismo es otra cosa, otro género.
_L. ¡Oigalé!, pero con distintos géneros se puede hacer la misma camisa.
El comadreo constructivo
** _L. No vaya a creer, mire, vea. Me paro muchas veces con las comadres de mi barrio y hablamos de todo, también hablamos bien de la gente, del tiempo, el perro, el reuma, la familia, de lo caro que están las cosas. Hace un rato nomás estábamos con la Imelda y venía de hacer compras Robustiana. Nos dice doña Robus que pagó quinientos pesos el kilo de la Taragüí.
–M. ¿¡Quinientos pesos un kilo de yerba!?
_L. Como lo oye. Le digo yo que tal vez le han cobrado el aumento con retroactivo a cinco o seis meses atrás.
–M. ¡Pero eso no se puede hacer!
_L. No se podía, pero desde que el gobierno les aumentó a los monotributistas en junio y dijo que será a partir de enero…
** –M. Tiene razón, aunque eso ya se arregló y recularon con la medida.
_L. Y si, al que baila en algún momento le toca recular… Pero bueno, se aclaró lo de la Robus. Hay una Taragüí puro palo de 340 y otra que se llama Taragüí Especial –mismo yuyo con distinto palo- que cuesta 500. ¡Y uno que va a andar cambiando anteojos para leer la letra chica! ¿Vió que el comadreo sirve?, incluso le recomendamos una marca más apropiada para estos tiempos, que aguanta hasta dos secadas al sol, y le preguntamos si su vecina sigue recibiendo a deshora a ese plomero medio picaflor que…
** –M. Volvimos al punto. Esa morbosidad de querer conocer el lado flaco de la vida de la gente; la mitad vacía de su botella. Pintar inmorales a los otros para parecer buenos al contraste. Igual no se lo reprocho, mire, después de todo es así en todos los niveles, hasta el más alto. Vea lo que le está pasando al presidente de la Nación por haber dicho que los mexicanos salieron de los indios, los brasileros de la selva y los argentinos de Europa.
Cosa de no creer
** _L. No sé por qué se calentaron los mexicanos y brasileños.
–M. Yo tampoco, lo que tengo bien claro es que, de haber dicho que los charros y los cariocas vinieron de Europa, habrían explotado igual diciendo que está negando su raza nativa. ¿En qué quedamos?
_L. Así es nomás. Colijo que los charros y los cariocas creen que los europeos son mejores que ellos y se enojaron con Fernández por querer mostrarlo de ese modo. Ninguno dijo estamos orgullosos de nuestro origen y ustedes heredaron las mañas europeas.
–M. Sabia reflexión don Leoncio. _L. ¿Vió? A esas conclusiones llegamos en el comadreo con compadres y comadres.