El comedor Los Costeritos está compuesto por un grupo humano altruista que se preocupa por las necesidades de los chicos
Victoria.- Cuando llegamos al comedor Los Costeritos el panorama es muy bello. El sol del atardecer cuelga naranja en un cielo bajo. Los pescadores recogen en sus canoas las bendiciones del Paraná y a nuestro lado juegan a las bolitas cuatro niños. Mientras intentamos fotografiar esta risueña escena, otro grupo de chicos huye ante el sonido del obturador, como si jugaran a las escondidas con la cámara.
Estos niños van al comedor cuando salen de sus escuelas. Allí se forma un grupo humano donde, más allá del alimento que se les brinda, se les otorga contención y un ambiente saludable.
Las mujeres encargadas de sostener este lugar se conocen desde la secundaria y decidieron ayudar a los chicos del barrio por vocación. Cada una de ellas tiene su propia familia, muchas trabajan y estudian a la vez, y su agenda es más apretada que la de cualquier político o empresario: a la mañana trabajo, a la tarde estudio y ayudar en Los Costeritos, y a la noche atender a sus familias. Para completar las 24 horas le restan tiempo al sueño, pero no se las ve cansadas.
Mientras revuelven una sopa y con el murmullo de los chicos de fondo, estas mujeres nos atienden y nos cuentan cómo hacen posible todo esto. “Todo comenzó cuando ‘Cacho’ Urreaga nos propuso darnos carne de Fontanarrosa para repartir a la gente. Nosotras pensamos ofrecerla acá y también para que la gente se la llevara. También le pedimos ayuda a Laura Stratta, que nos dios para hacer la comida un día más. Empezamos dos días a la semana”, explica Elizabeth Requena, encargada del comedor.
El comedor está ubicado en la casa de Elizabeth, quien en un principio atendía a los chicos en el patio, pero con el tiempo pudo construir una sala donde se cocina y se come. “Ahora estamos haciendo los baños, que nos falta terminar”, cuenta.
Asimismo, dice que ayudan a 40 chicos en el comedor, pero que además otras familias van a buscar comida. “Se ha ampliado la cantidad de familias que vienen a buscar comida”, asegura. Los Costeritos abre los martes y jueves, y en invierno se suma la copa de leche los miércoles.
Durante la entrevista los chicos no dejan de jugar y hablar. Algunos dibujan y exhiben sus obras una vez terminadas. Otros escriben o charlan con el de al lado. Se vive como un clima de familia numerosa y abunda una riqueza de valores imposible de medir.
“Ellos ni bien salen de la escuela vienen para acá. Entonces se ponen a jugar un rato, dibujan, pintan y cuando hace frío entran. Cuando terminan de comer los acompañamos caminando hasta sus casas”, narra Elizabeth. Por otro lado, agradece las donaciones de alimentos no perecederos y ropa que recibieron el sábado pasado del ‘Chivo Club’. “También agradezco al club del Siam que nos mejoraron las luces y trajeron mercadería y ropa. Ellos ahora quieren apadrinar el comedor y venir cada cuatro meses para ayudarnos”, agrega.
Creciente
El camino de la costa es un lugar que se inunda cuando hay creciente. Como el comedor de Eli (como mucha gente llama también a Los Costeritos) está ubicado en esa zona, le preguntamos cómo viven esa situación. “Mucha gente la pasa mal, se les entra el agua. Ahora dicen que la creciente va a ser más grande y la gente está preocupada. La gente viene mucho acá porque nos traen muchas donaciones de diferentes partes”, dice.
Sumado a lo anterior, cuenta una realidad de la cual este semanario dio cuenta el año pasado. “Mucha gente, por más que su hogar este inundado, se queda porque tiene miedo a perder todo”, comenta.
Sólo hay chicos comiendo
La política es una herramienta de cambio, es verdad, pero muchas veces suele ser un lugar sucio. En Los Costeritos sólo hay chicos comiendo. La política partidaria queda a un lado. A los niños sólo les interesa la izquierda y la derecha para decidir con qué mano van a sostener el lápiz para dibujar, o la cuchara para comer.
Elizabeth cuenta que recibe ayuda de muchas instituciones e incluso de gente de Rosario. Sin embargo, dice que la única ayuda que recibían de la municipalidad, que eran albañiles que les enviaban para construir los baños, cesó. “Contábamos con la gente que mandaba la municipalidad para hacer los baños, pero no vinieron más. Los baños quedaron sin terminar”, se lamenta.
Finalmente, agrega que lo que más necesitan en el comedor es la mano de obra para terminar la construcción de los baños ya que desde la municipalidad les cortaron esa ayuda. “Más que la mano de obra no necesitamos para nosotros. Pero una vecina necesita una cocina y un coche, si alguien quiere acercarlo estaremos agradecidos”, concluye.