Veterano de guerra, deportista extremo y doble de riesgo
No es simple a 41 años de aquella controvertida gesta abordar un tema sin sopesar la importancia de nuestra posición soberana sobre las islas del Atlántico Sur, pero más allá de estos derechos irrenunciables, nos permite dialogar con personalidades tan significativas como los veteranos de guerra, quienes han atravesado un verdadero derrotero de nuevos aprendizajes para seguir adelante con sus vidas y proyectos.
En algunos casos, descubrieron nuevos estímulos por los que esforzarse y comprometerse socialmente, también amparándose en objetivos deportivos como el caso de nuestro entrevistado, Ever Moriena, un cordobés de Río Cuarto que para dar vuelta la página además probó suerte emigrando al exterior en el ’89 en busca de su ciudadanía italiana hecho que lo llevó a trabajar como doble de riesgo en Italia, Grecia y España.
Conocido en el ambiente de las pruebas Ironman por haber corrido más de 20 de ellas, no le alcanzó este esfuerzo extremo y fue en busca de más exigencia, así ideó su propia ultramaratón adaptada a la geografía de su tierra y el deporte que abrazó: el triatlón de largo aliento. Nacía así la titánica competencia denominada ultratriatlón 602 (10 km de natación, 500 de ciclismo, y 92 km de pedestrismo), dividida en tres días “el primer día se nadan los 10km y se pedalean 200 km; el segundo se pedalean 300, y el tercero es el pedestre”.
Dicen quienes completaron las empinadas y sinuosas rutas de Villa General Belgrano que hasta un mes después de cruzar la meta seguían sintiendo un agotamiento tal que ‘vivían con sueño’, sin embargo, allá siguen llegando para inscribirse aquellos que necesitan probarse algo, hecho que contabiliza a la fecha cinco ediciones.
Para la última edición, sobre el mismo trazado también se hizo la 301 (la mitad de la prueba originaria), a razón que nuestro interlocutor nos anticipó se le está complicando repetirla en marzo de 2024 debido a que muchas cosas han cambiado desde aquel 2014 cuando largaron los primeros 11 competidores, sobre todo el uso nocturno de la ruta. “De todos modos, a la fecha hemos tenido corredores de Brasil, Ecuador, España, entre otros lugares además de nuestro país”.
Atendiendo a su generosidad, Paralelo 32 mantuvo este diálogo telefónicamente con Ever quien el jueves pasado se disponía a estar presente en el recinto del Concejo Deliberante de su ciudad para entregar una bandera de Río Cuarto, la misma que llevó el día que corrió la Maratón de Stanley en marzo de 2012, con todo lo que ello significó para él volver a pisar esa tierra donde peleó durante 40 días defendiendo Puerto Argentino. “En la maratón (certificada como la más austral del mundo) no me permitían desplegar la bandera Argentina, a riesgo de descalificarme porque la consideraban una provocación, así que me vestí con los colores de nuestro país, y llevé la bandera de Río Cuarto. Ahora la entregué al Concejo Deliberante —junto con la medalla Finisher para que sea exhibida en el Museo ya que es la primera vez que una bandera de Río Cuarto flamea en Malvinas”.
A quienes valoran la conexión cuerpo mente de las carreras de larga distancia no les resulta ajeno el nombre de Ever. Más de un entrerriano lo conoció en el Iron Paz, la mítica tierra del triatlón en La Paz donde empezaba a experimentar las sensaciones del Ironman. Él, tiene presente aquellos días y cómo el entrenamiento programado fue organizando su rutina de vida para los cuatro deportes. “Hablo de cuatro deportes porque además de nadar, pedalear y correr, hay que ir al gimnasio. Sin dudas el entrenamiento me ayudó para afrontar todo lo que vino después de la guerra”.
Una decisión indeclinable
“Mi participación fue un poco extraña porque ya estaba dado de baja”, comenzó diciendo Ever que es clase 1962, y fue incorporado al Regimiento 25 de Infantería en febrero del ’81, “en febrero del ’82 fui dado de baja. En marzo me llamaron de nuevo, pensé que era para entregarme la libreta y demás, no me presenté”.
El 2 de abril, como todo el mundo, se enteró por radio del desembarco argentino en Malvinas, “Fue entonces que me presenté en Holmberg (distrito militar cerca de Río Cuarto) donde me dieron un pasaje. Al regimiento llegué el 7 u 8 de abril, parte de él ya había desembarcado en Malvinas ese 2 de abril, el resto estaba listo para salir a Comodoro Rivadavia y de ahí hacer el puente aéreo hacia las islas”.
Moriena quedaba afuera del listado por lo que insistió para que lo incluyesen: “Los soldados de la clase ’63 ya estaban listos para salir, y no se me ocurrió otra cosa que pedir a un capitán que había sido jefe mío que me sumaran, entendía que me correspondía un lugar por haber estado ese año en el regimiento, así que logré el cambio con alguien de la clase ’63, llegando el 10 de abril a suelo malvinense”.
Para el 28 de abril ya habían tomado posiciones en la zona de Puerto Argentino, “el 1º de mayo fue el primer ataque al aeropuerto y donde explotó la guerra definitivamente, y que fue uno de los lugares más bombardeados porque la intención era cortar la conexión que permitía entre el continente y las islas”.
Días y noches recibieron bombardeos con ese objetivo táctico, mientras que se desplegaban en sectores claves para reforzar la presencia al sur de Puerto Argentino, como fue la noche del 13 en que tuvo que movilizarse junto a doce soldados más a la zona del Cerro Zapador (Sapper Hill en inglés), “ahí estuve hasta el 14 al mediodía, luego nos replegamos a Puerto Argentino hasta la entrega del armamento y fui como prisionero a un buque el Norland Hüll, que me entregó en continente a las fuerzas argentinas una semana después”.
En ese lapso, Moriena dijo que los trataron bien, “custodiado por dos soldados, permanecimos en un camarote donde una o dos veces al día nos daban unos bizcochos con medio tetrabrik de medio litro de leche y un cigarrillo. Obviamente no salimos para ningún lado hasta que nos entregaron a fuerzas argentinas en Puerto Madryn”.
La segunda guerra
Tres días después ya estaba en su casa, comenzando lo que calificó de segunda guerra, un periplo de casi veinte años donde prácticamente pasaron inadvertidos para el Estado argentino, sobre todo. “Existió luego cierto acercamiento hacia los veteranos, pero nunca de manera definitiva. Pero sin dudas, fueron esas dos primeras décadas las más difíciles porque nadie quería asumir la responsabilidad de la derrota”.
— Pasadas cuatro décadas, hay docentes que desde las escuelas de nuestra ciudad siguen intentando plantear este tema con las connotaciones de época y contexto que tuvo, pero resulta difícil de apropiar para las nuevas generaciones, ¿Ocurre lo mismo en Córdoba?
— “Más o menos lo mismo, en los colegios para el 2 de abril hablan del tema, y para el 3 se olvidan hasta el próximo año. Nosotros acá hemos hecho un museo que está abierto todo el año, pero son pocos los establecimientos que programan una visita guiada fuera de esa fecha. Todo queda sujeto a iniciativas personales, como el hecho que mencionás, pero de parte del Estado no hay una política de concientización de lo que representa una guerra, del después, y porqué se llegó a esta instancia. Además, en las charlas me doy cuenta del desconocimiento no solamente de los niños sino de los adultos. Malvinas fue un evento único en términos bélicos para nuestro país en el siglo XX, y a pesar de las cuatro décadas que pasaron, es muy poco lo que se conoce”.
Moriena amplió que “Malvinas no iba a ser una guerra, porque independientemente que las Fuerzas Armadas no estaban preparadas para librarla, la idea era desembarcar el 2 de abril y para el 5 sacar todas las tropas y dejar un pequeño destacamento para comenzar a negociar una posición desde la ONU, con todas la resoluciones a favor que teníamos. Nadie con dos dedos de frente se le ocurre ir a una guerra por debajo del paralelo 40 en esta fecha, ya que lo razonable sería iniciarla en octubre, porque precisamente el clima en este tiempo es un factor determinante, con temperatura de 7 a 8 grados bajo cero, lluvias a diario y una visibilidad para los aviones casi nula”. Y dijo que también explica la improvisación que siguió durante toda la guerra.
Mencionado esto, Ever destacó la entrega de los soldados, “que dieron todo en un terreno donde a lo agreste del clima se sumaba el complejo traslado de suministros y despliegue que de tropas por la turba malvinense. A pesar de eso, el soldado bombardeado en un pozo durante 40 días, se disponía a combatir con arrojo y decisión durante diez o doce y hasta quince horas sin rendirse, hecho que fue valorado, primero que nadie por el enemigo británico”.
Cómo seguir combatiendo al olvido
Con tono pausado, Ever dijo que cada uno utilizó las herramientas que tenía para salir adelante. “La mayoría éramos gente de campo, especialmente humilde, nuestro padres tampoco tenían herramientas para entender la situación que estaba pasando y a la que nos enfrentamos, no había asistencia psicológica y cada quien hizo lo mejor que pudo para sobrellevar el después de la guerra. En mi caso fue el deporte, después de haber tocado fondo a fines del ’83 y entrado el ’84, donde me di cuenta que ese no era el mejor camino: no habiéndome matado el enemigo, yo estaba contribuyendo a ese fin de otro modo”.
Moriena empezó caminando, luego sumó el trote, “anotándome en carreras de 5, 7 y 10 km. me abracé al deporte y eso sirvió para equilibrar un poco mi vida. Particularmente en las emociones, donde más afectado estaba, darle un sentido y ordenar mi rutina, hacer amigos y juntarme con personas que nada tenían que ver con Malvinas”.
En el ’86 llegó el triatlón a la Argentina, y Ever no sabía nadar pero aprendió para sumarse a las largadas de las pruebas combinadas. “Ya tenía casi 25 años, deporte que practico hasta el día de hoy, mi salvavidas”.
Los caminos de la vida hacen que una persona como Ever no solamente haya peleado por su país, entregándose como tantos otros héroes en un conflicto que merece otros tantos análisis que exceden este espacio y que necesitan ser puesto en la agenda de un país tan diverso como el nuestro, donde sin importar el lugar del que partieron, esos jóvenes fueron a brindarse por un ideal tan puro como el amor por su patria. Los girones de esa guerra siguen latiendo en el pecho de tantos veteranos, algunos de ellos supieron cómo salir adelante para contarlo, y esa es esa otra batalla, quizás tan difícil como aleccionadora.
Doble de riesgo
Ever Moriena tiene otra faceta además de la de veterano y deportista extremo, fue doble de riesgo en películas. Pero ese no era su objetivo inicial sino tramitar la ciudadanía italiana en el pueblo de sus abuelos, “y obviamente como siempre ocurre en estos casos me faltó un papel, pero que me lo consigan no era tan simple de enviar como hoy. Con 50 dólares en el bolsillo aguanté lo que pude y empecé a trabajar de lo que fuera en el puerto del pueblo. A las 4 AM llegaba un barco al que le ayudaba a bajar los pescados, con eso reunía dinero para comer o dormir en hotel. Decidí dormir en un baño de la estación de tren y usar el dinero para comer”. El papel que le faltaba para la ciudadanía llegó a las tres semanas, y cuando lo presentó en la comuna, le dieron la ciudadanía. “Justamente allí había una empresa que tenía dobles de riesgo en películas y series de televisión con dos pilotos, y me contrató para ir pegando afiches, así que me adelantaba una semana al lugar donde iba a llegar la compañía con el espectáculo”.
De esta manera hizo prácticamente toda la costa italiana durante 3 meses. De allí a Grecia, donde permanecimos un año, pero querían más pilotos, así que les pedí que me dijeran cómo hacer los trucos y me sumé esta vez desde el auto. “Desde ponerlo en dos ruedas a darlo vueltas, saltar de una rampa, etc. todo lo que se ve en las películas, lo hacíamos abierto a tribuna llena; me especialicé en tres o cuatro números, y así estuve gran parte del ’89 donde pasé de vivir en un baño, sin saber qué comer al día siguiente, a firmar autógrafos en Atenas, pero la vida te sorprende a los pocos meses justamente por lo que estás logrando con esa actitud de aventura”.