Un crespense en Israel, donde el Covid ya fue
Cada vez son más las personas que buscan un futuro en otros países, incluso en esta época de pandemia cuando la opción de viaje es más complicada. Los motivos son múltiples: hay chicos que se deciden a armar la valija y emprender viaje para capacitarse y aprender algún idioma, unos que dejan todo lo que tienen acá y se van a ‘probar suerte’, otros -los menos- que ya vuelan con una oportunidad de trabajo abajo del brazo. Lo cierto es que nadie se quiere perder la experiencia de vivir aunque sea unos meses fuera de la Argentina, ya que los caminos se abren más fácil y rápido que hace algunos años.
Los destinos elegidos por crespenses y de otras localidades de nuestra región, son variados; la mayoría cae en Europa y los demás se reparten entre Estados Unidos y Nueva Zelanda o Australia.
Pero hay un crespense que optó por armar los bolsos y volar con punto de llegada a Israel, un país con una riquísima cultura pero bastante diferente a la nuestra. Se trata de Marco Ríos, un joven de 20 años que estudia Medicina en Rosario, pero por intermedio de un programa de inglés avanzado, no dudó mucho en elegir la ciudad de Kiryat Ti´von para perfeccionar el idioma y vivir una experiencia única.
Marco habló durante la semana con Paralelo 32 sobre su estadía, contó además cómo vive el conflicto Israel-Palestina y dio detalles del coronavirus.
“Hace un mes y medio que estoy acá en Israel, viviendo en un Campus de una Universidad donde estudio inglés avanzado para empresas y también hebrero. Elegí este país porque se me dio la posibilidad de conseguir una beca y no lo dudé. Israel da muchas facilidades para que gente de otros lados así como yo, vengan”, comenzó diciendo.
-¿Por cuánto tiempo es la beca?
– En principio es por cuatro meses, pero después hay una posibilidad de que se extienda por cuatro meses más si quiero y si me gusta. Porque hay otro curso también.
-¿Hace cuánto que surgió esta opción?
– Yo me enteré a principio de este año y enseguida empecé a hacer todos los papeles. Y en abril viajé, fue todo muy rápido.
-¿Sabías algo sobre el conflicto con Palestina?
– Sabía que podían llegar a pasar cosas, pero sinceramente no me imaginaba que así. Igualmente acá no es tanto como se ve desde Argentina, es todo más tranquilo. Yo estoy en el norte del país, en Kiryat Ti´von, y nunca escuché las famosas alarmas que te avisan cuando tenés que salir del edificio, estoy alejado de todo lo que por ahí se vio por televisión allá. Obviamente que en otras ciudades la cosa fue un poco peor, pero tampoco tanto. Israel es un país muy seguro y con mucha tecnología, el domo de hierro hace que sean pocas las bombas que caen. No obstante la vida siguió normal acá.
-¿Cómo es Kiryat Ti´von?
– Es una ciudad residencial, muy chica y tranquila. Estoy a 10 minutos de Haifa, que es la tercera ciudad más grande del país. Ahí sí estuvo un poco más complicado con el tema del conflicto, con muchas protestas. Pero Kiryat Ti´von es un pueblo, mucho más chico que Crespo incluso.
-¿Cómo es tu día a día?
– Me levanto y voy a clases, después tengo el día libre. Estoy cerquita del mar así que soy de ir a la playa o me quedo tranquilo acá.
-¿Hay alguna restricción por el COVID?
– No, en Israel no existe más el coronavirus. Incluso las clases de todos los días son sin barbijos. Cuando llegué tuve que hacer dos semanas de cuarentena y el mismo día que salí de la cuarentena, me fui a vacunar sin turno y sin hacer ninguna fila. En 5 minutos ya estaba vacunado y a las tres semanas me aplicaron la segunda dosis.
-¿No usan más el barbijo?
– Solo en algunas partes como arriba del colectivo o en el shopping y lugares así, grandes. Hay gente que todavía lo usa en la calle, para cuidarse; pero son los menos. Y en ningún nivel educativo es obligatorio el barbijo, ni en la escuela ni en la facultad digamos.
«Nadie habla más del coronavirus. Incluso se habilitó el turismo normalmente y la semana que viene voy a ir a ver un partido de fútbol con el estadio lleno. No existen más medidas preventivas o restricciones», sumó.
-¿Con el idioma cómo haces?
– Me comunico netamente con el inglés, incluso con la gente de Israel. El curso es justamente de inglés avanzado así que todos los que estamos acá tenemos una buena base de ese idioma. Estoy estudiando hebreo pero hace un mes, así que sólo entiendo dos o tres palabras. Además es muy complicado, porque se escribe al revés y las letras son distintas. Acá se habla árabe también, pero igualmente la mayoría maneja muy bien el inglés.
-¿Te sorprendió Israel? ¿O era lo que esperabas?
– El país es muchísimo más de lo que yo esperaba. Es primer mundo, tenés todo y te dan un montón de facilidades. Y la gente es muy parecida a los argentinos, porque son cálidos y te ayudan en todo. Hay otra sociedad, por ejemplo en el colectivo nadie te controla si pagás o no el boleto; eso a nosotros nos llama la atención porque son cosas que allá en Argentina no pasan.
-Cuando le decís a la gente que sos de Argentina, ¿qué es lo primero que te dicen?
– Las mujeres ven muchísimo las novelas de Cris Morena y toda esa onda, así que hasta te nombran los actores. Después te hablan de la carne, el asado y obviamente de fútbol por Maradona y Messi. Además conocen mucho a nuestro país porque cuando terminan de hacer el ejército, que es obligatorio, la mayoría se va para Sudamérica unos meses a pasear. Entonces hay mucha gente que conoce la patagonia, la playa y varios lugares más de Argentina.
-¿El servicio militar es obligatorio para todos los nacidos en Israel o para los que se quedan también?
– Para todos los nacidos, y si te quedás y sos menor de 23 años también es obligatorio. Es decir que si yo me quedara, lo tendría que hacer. Pero es como un trabajo, porque te pagan bien y vivís ahí.
-¿Y cuál es tu idea?
– No sé, estoy viendo. Por ahora, quizás extienda el programa por cuatro meses y después veré si me vuelvo o hago el ejército y me quedo. Pero es muy pronto todavía. Y eso de hacer el ejército para mí que soy argentino, es como un castigo digamos; imposible. Cuando llegué y me contaron eso, dije «me vuelvo, ni en pedo hago el ejército» (entre risas). Y ahora que me encanta el país y su gente, lo pienso a veces.
-¿Hay facilidad de conocer otros países?
– Ahora no, porque los países limítrofes son Libia, Siria, El Líbano, y las fronteras están cerradas. Estuve en la frontera con El Líbano pero no se puede cruzar por el tema del conflicto. Al sur está Egipto, Chipre, Turquía, que quizás vaya a conocer.
-¿Es tu primera experiencia lejos del país?
– Sí, sí. Pero por ahora la estoy pasando re bien y me está gustando mucho. Mi mamá vino cuando tenía mi edad por intermedio de un programa como yo, pero ella lo hizo dos años.
-¿Cómo llevás la distancia y cómo la llevan tus viejos?
– Yo la estoy pasando re bien, obviamente que extraño pero hablamos todos los días. Así que no se hace tan difícil. Y ellos sí me extrañan al igual que mis abuelos, con quienes hablo re seguido también. Pero desde un principio ya sabía que iba a ser así.
-¿Te costó el cambio horario? Porque son 6 horas de diferencia…
– Los primeros días sí, no podía dormir a la noche. Pero después te acostumbras. Y se hace difícil al principio para hablar con gente de allá también. Lo que más me costó es el tema de los días, porque acá la semana laboral y de estudio empieza el domingo. Es decir que cuando yo el domingo a las 8 de la mañana estoy en clase, mis amigos están de asado y de joda porque allá son las 2.00 (risas).
-¿Recomendas esa experiencia?
– Sí, la recomiendo ciento por ciento. Es una experiencia que te cambia la vida y te abre un montón la cabeza, sea el país que sea. Aunque te alejes de tu gente, son pocos meses que te ayudan muchísimo.