Economía y sociedad
Si no tienen pan que coman torta
La insensibilidad de la clase dirigente ha sido común en todas las épocas. De igual manera, la realidad en la que muchos viven les hace imposible ver y escuchar lo que sucede a los ciudadanos. Tal vez el caso más conocido (o al menos el que ha llegado a trascender) sea la famosa frase que se atribuyó a María Antonieta, Reina de Francia, que le da título a este artículo. La historia y el contexto son los siguientes: María Antonieta (en realidad, María Antonieta Josefa Juana de Habsburgo-Lorena) se casó con quien llegaría a ser el rey de Francia, Luis XVI. Para ubicarlos temporalmente, digamos que su figura trasciende en los últimos años del siglo XVIII. El pueblo de Francia no la pasaba bien, como seguramente la mayoría de la población por aquellos años. El problema es que no solo la pasaba muy mal y tenía hambre, sino que además se enteraba de que sus gobernantes, y principalmente la reina, vivían de una manera bastante diferente, rodeados de riqueza, opulencia, caprichos e irrealidad. Para los gobernantes, los súbditos eran eso y nada más, es decir, súbditos para cumplir con las necesidades sobre quienes, además, decidían sus destinos.
El pueblo no solo tenía hambre habitualmente, sino que además se enfrentaba a una importante escasez de pan, que era un alimento muy requerido. Dice la historia (que siempre escriben los que ganan), que alguien cercano a la reina le fue a decir que el pueblo estaba muy mal y molesto porque no tenían pan, a lo cual la reina habría pronunciado una frase que quedaría en la historia, al decir que «si no tienen pan, que coman torta» (en realidad habría dicho “brioche”, que es una especie de pan con manteca y huevo que es una exquisitez). Evidentemente se ha querido con esa versión demostrar la insensibilidad de ella como gobernante, como también su ilusión de que los demás vivían y comían lo mismo que ella. Para mayor ilustración del lector, digamos además que el pan en aquella época era el principal alimento de los campesinos y su consumo demandaba aproximadamente el 50% de todos sus ingresos. Pero la historia no termina ahí, sino que continuó. El pueblo, cansado de la arrogancia de los gobernantes, decidió que las cosas tenían que cambiar y en 1789 inició una revolución (la consabida «Revolución Francesa») bajo la consigna de «libertad, igualdad y fraternidad». Por supuesto, esas eran las consignas, pero en realidad resultó ser una forma de volcar todo el odio que la gente sentía por sus gobernantes, produciendo excesos repulsivos. ¿Y al final qué pasó con María Antonieta? La reina consorte siempre se sirvió de los demás y vivió en la opulencia. Seguramente nunca llegó a entender por qué el 16 de octubre de 1793, en la plaza de la revolución y frente a una muchedumbre enojada, le cortaron la cabeza con una guillotina. Los gobernantes se deben a sus súbditos y no al revés. La reina tal vez nunca se dio cuenta de los motivos que llevaron a este “regicidio”. O quizás sí, pero ya fue tarde para remediarlo. En conclusión, nunca debería decírsele a un pueblo al que le falta el pan para sus hijos, que lo puede solucionar con tortas.
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