Si no hay kimchi no es un almuerzo
** Hay muy pocas comidas tradicionales o clásicas de nuestro país que no tengan el lustre de alguna fiesta en algún punto del mapa nacional. El guiso tuvo la suya recientemente en El Pingo (E.R) y la nacional se celebra en Paso de los Libres (Ctes). Fiesta del pan casero, de la galleta, las mil y una empanadas, la del puchero, de la bagna cauda, del chancho con pelo y el chancho pelado, el asado a la estaca o con cuero, el pirok, la pizza, la boga despinada… en fin, nadie se atrevió todavía a la fiesta del sándwich de mortadela pero no demos ideas a Paladini.
** Lo que no vamos a encontrar en el amplio, apretado y generoso calendario de celebraciones y recordaciones argentino, es el Día de… el puchero (plato emblema de la Argentina), el guiso carrero, el arroz con pollo, la milanga, la empanada criolla, el matambre… No busques, ya lo hicimos y estos platos tan representativos del pueblo argentino carecen de un “día cultural” (llamémoslo así) donde se hable de él, se lo enseñe a cocinar o se ocupen de destacarlo los cocineros de la tele.
** Pero mientras haya ley de cupo siempre habrá alguien que se anime a contar plata delante de los pobres. La noticia indicaba que, en medio de la pobreza, la inseguridad, la inflación, la ex pandemia, la incertidumbre política, una senadora por Misiones, Magdalena Solari, llegó a la primera sesión presencial del Senado el pasado miércoles 6, después de más de un año y medio de zoom, pidió la palabra y habló durante 11 minutos para pedir que se declare el Día Nacional del kimchi en nuestro país. Es una comida coreana, pero tan desconocida entre nosotros que a la susodicha le llevó 11 minutos explicar de qué se trata, y hasta se emocionó durante el relato describiendo sus aromas.
** Sospecho que sonó la voz de Magdalena en el recinto y el país enmudeció durante once minutos; el sol se detuvo sobre las azoteas, taxis y peatones permanecieron congelados a impacto del glorioso advenimiento del Día del kimchi. Fue un parto histórico, se aprobó, volvieron los relojes a su tic tac rutinario y los colibríes a agitar sus alas.
Los meritorios son imprescindibles
** Como Magda se trajo al recinto a una hinchada coreana, porque son ellos los únicos que saben de qué se trata, se ve que los demás legisladores no querían ser insultados en lengua coreánica y prefirieron hacer amigos. Sonrieron compasivamente levantando las manos en aprobación. El oficialismo apoyó a la colega de un partido provincial porque el voto es hoy por ti mañana por mí; y la ‘opo’ acompañó porque después de todo no se trata de un proyecto para reemplazar a los jueces por amigos, y para qué meterse en problemas con Corea del norte.
** Así las cosas, se dio este día histórico en el Congreso al quedar instituido el Día del kimchi, que se cocina con col asiática o repollo brassica pekinensis, más conocido como baechu. Quién no sabe qué es el baechu ¿no es cierto?, pedíselo a tu verdulero que él te sabrá decir, o te dará la opción de cocinar un buen kimchi reemplazando el baechu con unas zanahorias y pepinos bien nac & pop.
** En fin; es lo que hay. ¿Qué preocupación puede tener una levantamanos que gana cuatrocientas lucas al mes con pasajes pagos y un equipo de asesores y secretarios? Puede llegar a pensar que el único problema del país es la dificultad que todavía presentan las cintitas rojas para abrir los paquetes de galletitas.
** Da igual si es senadora, senador, o como se auto perciba. No se trata de eso ni de banderías políticas. A aquel sagrado recinto se ingresa por cupo, por dedo, o por méritos. Estos últimos, los que llegan por méritos, están mal vistos por Alberto pero son inevitables. En todas partes es así; donde hay muchos flojitos de ideas y de ganas de laburar, se hacen imprescindibles los que saben, entonces hay que aceptar a algunos meritorios, aunque sea refunfuñando. Son indispensables, alguien tiene que hacer el trabajo.
Una de cal y otra de bleque
** Menos mal que salió a contrapesar aquel sofocón, con un plausible proyecto de ley, la senadora Eugenia Catalfamo (F. de Todos), modificatorio de la ley de Educación Nacional al incorporar «los contenidos y enfoques que contribuyan al desarrollo de las capacidades de comprensión sobre la trascendencia y funcionamiento de las herramientas financieras y bancarias».
Traducido: la idea es que los jóvenes egresen de los colegios con una preparación básica para, como mínimo, saber calcular qué financiación les resulta más conveniente al comprar la heladera, el auto o el terreno, conocimiento que en tiempos actuales también pueden evitarles dolores de cabeza. He aquí una senadora que se ocupa de realidades.
** Se entiende que el kimchi es una comida que desde ahora tiene un valor cultural para los argentinos, por ley, y ya sabemos que con la ley no se jode. Fue quizás lo que inspiró al recién adquirido ministro de Agricultura y Ganadería de la Nación, Julián Domínguez, a decir que “la carne es un bien público de carácter cultural”, desvarío que fue respondido por lo pronto (ya saldrán otros) por la Sociedad Rural de Jesús María, calificándolo de “peligrosa burrada”.
Se notará que no caemos en otra burrada al evitar de llamarlo a Domínguez “flamante ministro”, porque flamante, si bien significa que es recién estrenado, también significa que brilla y resplandece. ¿A vos te parece?
Los dos mostradores
** Es muy curioso. Varios gobernadores, entre ellos el de Entre Ríos, gestionaron y presionaron en Buenos Aires para que se flexibilizara el cepo a la exportación de carne de vaca vieja a China, para evitar la paralización de frigoríficos y la incertidumbre de miles de trabajadores de la carne, cuyo precio no bajó a pesar de esa medida. El gobierno nacional accedió por el lado de Alberto, pero llegó Domínguez, que desde el mostrador de Cristina, que atiende otra clientela, amaga a declarar la carne como “un bien público de carácter cultural”, perfecta antesala para la expropiación.
** Para ser justos, démosle a Domínguez la chance del error involuntario. Quizás quiso declarar bien público de carácter cultural al puchero, lo que le haría justicia al plato (la olla, bah) principal en la época colonial, consumido por ricos y pobres, que aún hoy es un favorito del gran pueblo argentino salud. Y como siempre, reaccionó: por qué quedarnos solo con el puchero pudiendo manotear la res completa.