¡Apa!, ¿y esto con que se come? diría un amigo. No se preocupe estimado lector, seguramente en los próximos tiempos irá escuchando cada vez más el término de dolarización endógena. Suena técnico, pero apunta a algo simple: lograr que los dólares que los argentinos guardan —en cajas fuertes o bajo el colchón— vuelvan a la economía. No se trata de imponer el dólar por decreto, sino de que las personas lo usen de forma natural, por confianza.

Milei ha sido claro; no va a emitir más pesos. Su meta es romper con la inflación estructural del país. Pero esto trae un dilema: si no se emite y la base monetaria es limitada, ¿cómo se impulsa el crecimiento? Acá es donde entra esta estrategia. Si los dólares "ocultos" empiezan a circular, se amplía la capacidad de gasto sin necesidad de imprimir un peso más, y sin riesgo de una corrida cambiaria (los pesos pueden alimentar una corrida pero los dólares no).

Claro que no todos lo ven tan fácil. Muchos economistas señalan que, sin confianza, nadie va a “largar” sus dólares. La memoria colectiva pesa con tantos corralitos, cepos y confiscaciones que se han dado en nuestro país, ¿por qué ahora sería distinto? La apuesta del gobierno es que si la inflación baja, el tipo de cambio se estabiliza y el déficit fiscal se mantiene a raya, entonces puede surgir un nuevo clima de previsibilidad. Si eso ocurre, alguien que guarda 10.000 dólares (por ejemplo) quizás empiece a considerar usarlos, invertirlos o depositarlos. Ese pequeño gesto, multiplicado por millones, puede mover la aguja.

El problema es que muchos de esos dólares no están inmovilizados solo por desconfianza coyuntural, sino por una percepción más profunda y es la de que Argentina no ofrece un horizonte claro (nunca se sabe si los que gobernaron antes no volverán y harán todo lo contrario a este gobierno). Cambiar eso no se logra en meses, ni con discursos. Se necesitan señales duraderas, como son seguridad jurídica, incentivos, un sistema financiero sólido. Por otro lado, sin emisión y sin crédito externo, la economía crece con lo que hay. Si los dólares no aparecen o lo hacen muy lentamente, el riesgo es que la economía se estanque, o que el ajuste se vuelva socialmente insostenible.

Milei prometió dolarizar la economía y terminar con el peso y una forma podría ser ésta, la de limitar la cantidad de nuestra moneda y que los dólares se incrementen hasta que deje de ser útil la utilización de esa moneda nacional.

¿Será posible? Nadie puede asegurarlo, pero la idea tiene lógica, lo que no significa que sea fácil, por supuesto.

Los anuncios de la semana pasada y que se comentaron en esta columna, apuntan en esa dirección, pero depende de algo difícil de medir: la confianza. No alcanza con estabilizar la macro solamente (algo que al gobierno le ha salido bastante bien) sino que hace falta que la gente crea que vale la pena soltar sus dólares. Los incentivos tendrán que ser muy buenos y ahora, el gobierno juega esa carta. El resto, como siempre digo, lo dirá el tiempo… y los billetes verdes también, claro.