Satié Mita: “Las personas deben tener una visión desde Dios hacia los niños”
Crespo.- La misionera evangélica Satié Mita visitó Crespo y participó de una jornada de capacitación para docentes, organizada por la Liga Argentina Pro Evangelización del Niño (LAPEN). En una extensa entrevista con Paralelo 32, en la que estuvo acompañada por la capacitadora de LAPEN, profesora Graciela Rozas de Florit, comentó sus experiencias como capacitadora misionera en diversos países, en especial aquellos donde se persigue a los cristianos.
– Estuvo cincuenta años viajando. ¿Qué países recorrió en ese tiempo?
— Todo el mundo, Medio Oriente, Extremo Oriente, Asia, toda América, Europa, Norte y sur de África, haciendo capacitaciones y aulas para evangelización y entrenamientos. Estuve dando cursos para docentes de nivel preescolar, siempre con temas bíblicos sobre cómo evangelizar y cómo usar la creatividad para contar historias y acompañar a los niños. Muchas veces me piden hablar para los padres, también, sobre temas de evangelización para la familia.
Evangelizar en países islámicos
– ¿Qué situaciones ha vivido?
— Hay muchos lugares, como XXXXX (nombra un país islámico, que no quiere difundir en una entrevista porque a través de Internet, puede ser leída por enemigos de la evangelización en ese país y poner en peligro a los cristianos del lugar). Me chocó mucho pensar que los cristianos sufren tanta persecución. Cuando uno se convierte, pierde todos sus derechos. Encontré un muchacho que estaba por graduarse en una semana en Medicina, y porque se convirtió no le dieron el título. Hay creyentes que sufren y la iglesia está escondida. Hay entrenamiento para maestros que hacen trabajo con niños en iglesias y hogares, siempre escondidos.
– ¿Ud. estuvo como clandestina en ese país?
— Sí, estuve clandestina. Al llegar, necesitaba tener la dirección de un hotel donde me iba a alojar. Después, alguien me buscó del hotel; cuando terminé la capacitación salí del hotel.
– ¿En qué año vivió esa situación?
— Unos cuatro años atrás. Una cosa que me impactó cuando estaba enseñando allá, tenía como 158 personas en el lugar, durante cuatro días. Cuando les pregunté qué versículos recordaban de niños, me respondieron que ninguno, porque todos los presentes fueron convertidos de adultos. No habían aprendido versículos bíblicos de niños.
– ¿Por qué se convertían, siendo el Islam tan dominante?
— Dios está haciendo algo milagroso. Me encontré un señor que me dijo que Jesús se le apareció en su cuarto y él se convirtió. Dijo que Jesús es el Ser verdadero y la verdad de la Biblia. Ellos tienen la Biblia en su lengua, el árabe. Así, hay muchas manifestaciones sobrenaturales para que ellos se conviertan.
– Probablemente, los países islámicos sean los más difíciles para evangelizar.
— Sí. Porque hay lugares donde iba en coche y tenía cada 50 metros policías en controles para revisar, preguntar de dónde era y qué llevaba. En Líbano, una semana antes del lugar donde iba a quedarme, había caído una bomba. Estaba todo destruido.
– ¿Estuvo por Siria?
— A Siria y Egipto iba a ir pero falta más seguridad, es muy peligroso. Los contactos que tenía para ir cancelaron mi llegada. En todo Oriente Medio hay trabajo de evangelización, pero está escondido. Incluso en Arabia Saudita o en Emiratos Árabes Unidos.
– Cuando estuvo por algún país musulmán, ¿debió cubrirse con las vestimentas que se exigen a las mujeres?
— Nadie puede mostrar su piel, hay que tener cuidado y vestirse como allá. En Irán estuve y fue muy difícil trabajar. Pero, es tan lindo ver como Dios levantó obreros que dan su vida allá. Un misionero que está en Siria, me dijo: ‘Satié, yo no me voy a ir de Siria; porque mientras todos están ocupados en guerrear, yo estoy ocupado en evangelizar’. Ese misionero vivía en Alepo, que destruyeron durante la actual guerra. Un poco antes de la destrucción, se mudó a otra ciudad. Después destruyeron la ciudad.
Evangelizar en África
– ¿Cómo es la situación en África Subsahariana?
— Hay mucha pobreza. He estado en Angola, en Sudáfrica, en Mozambique, Guinea Bissau. Pero es muy triste porque el islamismo quiere tomar esos países. Vi muchos niños que estaban sentados aprendiendo árabe. Ellos tienen un maestro que usa una vara para pegar a los niños que no aprenden los versículos del Corán. Los niños son obligados a estudiar. Cómo esos países son muy pobres, como el caso de Guinea Bissau, aprovechan los árabes para mandar médicos, porque no hay hospitales, remedios, médicos. Les van a mandar por un período de tiempo, ponen tiendas y hacen cirugías. ‘Pero a cambio de esto vamos a construir 40 mezquitas’, dicen. Y así van entrando. Allá no tienen luz, agua, comida. Pero nosotros podemos predicar libremente allá. Los misioneros de evangelización trabajan mucho, no tienen dificultades.
– En Guinea Bissau suele haber dos o tres horas diarias de internet, solamente.
— Y a veces ni eso tienen. Los padres venden a las niñas para el casamiento, porque reciben dotes de la familia del novio. Visité un pastor que recoge niñas que escaparon de sus familias para no ser vendidas en matrimonio. Él tiene un lugar de refugio para las que huyen. Cada año o cada dos años voy allá para capacitar nuevos maestros y preparar nuevas clases de evangelización.
– ¿Va creciendo el movimiento?
— Sí, va creciendo. En muchos lugares no hay nada. La gente de otras partes, cuando ve la iglesia y los niños cómo aprenden, entonces piden que vayan los maestros a sus aldeas. Por eso, necesitamos más obreros allá.
– En países musulmanes, la dificultad es que está prohibido evangelizar; en África o América Latina, la dificultad es la pobreza. ¿Y en Europa, qué dificultades hay para evangelizar?
— La gente no quiere oír. Muchas veces ofrecemos entrenamiento y cursos, pero no tienen tiempo. Por ejemplo, Japón es muy desarrollado, pero ellos son muy materialistas y están muy ocupados. Si hacemos un evento, debemos esperar que venga poca gente. Pero hay gente que quiere evangelizar.
China e India
– ¿Y en China?
— Es muy difícil evangelizar allá. Hay muchas iglesias escondidas. De esas iglesias, cuando fui había líderes y pastores que tenían un seminario clandestino. Hacían de cuenta que eran familias que vivían en cada piso. En determinadas horas se juntaban para estudiar. Yo fui allí para enseñar. En un momento de la clase, les dije ‘vamos a repetir el versículo’. En eso, el director nos pidió silencio, cerró las cortinas y ventanas. No podíamos hablar alto, así que hablamos en susurro. Fuimos de noche para que no me vean llegar o salir. Los conductores que me llevaban no sabían quién era yo. No abrimos la boca. Allá había gente de estas iglesias con mil niños. Cuándo les pregunté qué materiales usan para enseñarles, me dijeron ‘no tenemos nada, solamente la Biblia, cuándo tenemos una Biblia’. Cuando fui a China llevé una valija llena de material para dar y distribuir en las iglesias, no llevé ropa.
– ¿En qué ciudad fue eso?
— No recuerdo y no le podría decir dónde es, porque me llevaron de noche. Pero la iglesia está creciendo, aunque hay muchas iglesias escondidas, es muy triste. Fui a muchos lugares donde la gente no conoce nada de Dios ni de Jesús. La gente es muy infeliz, descontentos con todo; porque todo lo que hacen es del gobierno.
– ¿Le tocó ir a la India? ¿Hay persecuciones religiosas allá?
— Es muy pobre, muy triste. En algunos lugares, hay persecución religiosa, en otros no. He dado clases en una escuela, que está debajo de un árbol. La gente vive en casas pequeñas, tienen camas en la calle, donde duermen. Porque dentro de la casa no tienen espacio.
– ¿Y cuándo llueve qué hacen?
— En ese lugar no llueve casi. Pero India es muy, muy pobre. El sueldo es muy pequeño y si se quiere sustentar un obrero para evangelizar de tiempo completo, cuesta menos de diez dólares. Había un señor, leproso, se convirtió en una clase de Buenas Nuevas, en Brasil. Estaba tan agradecido de LAPEN, que quería sostener cien obreros de tiempo completo en India. Y va mandando hasta ahora el dinero todos los años. Ahora, la obra de LAPEN en India está creciendo mucho. Ellos tienen Instituto de Liderazgo para preparar nuevos obreros.
Estudiar para misionera
– ¿Ud. estudió para misionera?
— Sí, estudié seminarios y cursos en la iglesia. Tenía once años cuando acepté a Jesús, y 13 cuando decidí ser misionera.
– ¿Tuvo alguna razón para no casarse?
— No, simplemente nadie me quería como esposa (sonríe). Yo era normal, quería casarme. Pero después, de vieja, me llegaron uno, dos, tres candidatos para casarse conmigo. Y me dije ‘¿ahora para qué?, estoy tan libre’ (risas). Cuando me piden que viaje a dar un curso o a ayudar, yo no pregunto ‘¿Podré ir? Digo ‘¿por qué no?’. Y Dios me ha dado todo lo que necesito, la Gracia de Dios me ha llenado de satisfacciones.
– ¿América Latina es mejor lugar para evangelizar que el resto del mundo?
— Es el mejor lugar, hay muchas oportunidades. Se puede estar en escuelas, hospitales, casas, iglesias, donde quiera que uno vaya. Podemos desarrollar tantos ministerios con los niños. Mi sueño en esta vida es evangelizar todos los niños de Brasil; son 60 millones.
– ¿Ha venido a Argentina en otras oportunidades?
— Estuve en Rosario, Córdoba, Buenos Aires.
– ¿Dónde junta más gente para evangelizar?
— En Brasil, además, son más, hay más de 200 millones de personas. En LAPEN Brasil tenemos 200 o 300 evangelizadores, incluyendo obreros voluntarios. Tenemos en cada estado, solo en dos estados no hay capacitadores. Los obreros de tiempo completo deben buscarse su sustento, LAPEN no paga. La Iglesia de Calvario fielmente sostiene una parte de mis ingresos, ellos nunca me fallaron. Me ayudan la iglesia y los amigos. Dios me ha sustentado suficientemente. Una cosa que asusta de ser misionero de tiempo completo es que debe tener su propio sustento. Pero no es difícil, porque Dios ayuda a todos. LAPEN es una obra de fe con apoyo de varias iglesias, es interdenominacional e internacional. Estamos en todos los países del mundo, salvo en Corea del Norte.
El mensaje
– ¿Cuál es el mensaje que da en sus capacitaciones?
— Siempre, la cosa más importante es que las personas tengan una visión de la importancia del niño, porque si no lo ven con la visión de Dios, no van a mejorar el cariño, la enseñanza en la escuela dominical. Siempre voy a destacar versículos bíblicos que señalan que la voluntad de Dios es que todos sean salvos. ¿Y por qué niños? Porque, en la medida que son niños, sus corazones están abiertos, están buscando a Dios. Ellos por naturaleza, cuando son pequeños tienen la voluntad de buscar a Dios. Después, van perdiendo ese don. Mientras tengan estas ganas de buscar a Dios, debemos aprovechar para enseñarles la Salvación, llevarles a Cristo. Si uno no tiene esa certeza, va a hacer sólo un trabajo de entretenimiento, y sin nacimiento no hay crecimiento. Si no lleva a Cristo, un niño no puede respetar a sus padres, no puede estudiar bien en la escuela, no puede comportarse, porque la naturaleza pecaminosa está. Nosotros decimos a las personas siempre que un niño necesita ser llevado a Cristo, aconsejado, acompañado, hasta que sea suficientemente maduro para andar solo. Hasta que, la religión no sea de sus padres, sino que sea suya. Yo creo y quiero seguir a Dios. Siempre le digo al padre –no a la madre– ‘enseñe a su hijo, cuéntele historias, ore con ellos, ore por ellos, enseñe la Palabra de Dios todos los días, y después ellos irán solos’.
– ¿Cómo afronta el grave problema de la droga?
— Es muy importante que comencemos a evangelizar desde dos, tres o cuatro años a los niños. Por eso necesitamos entrenar gente, cómo comunicar el Evangelio para estos pequeños, y acompañarlos, que sepan qué es la droga y todos los peligros. Tenemos libros muy claros en sus mensajes para los niños. Es muy urgente que se enseñe a los niños ahora, para enfrentar el narcotráfico, que es tan triste y nadie podría hacer nada, porque la Policía, el gobierno, la gente más poderosa está involucrada en esto. Necesitamos ganar a los niños para Jesús.
Quién es
Satié Julia Mita es brasileña, nació el 2 de julio de 1944 en San Pablo, Brasil. Tiene 73 años y vive actualmente en la ciudad de Atibaia, ubicada a una hora de viaje de la gran metrópolis paulista. Su padre era coreano, su madre japonesa. Ella recibió el apellido de la madre, por acuerdo del padre, para perpetuar la estirpe Mita, ya que luego de su progenitora iba a desaparecer. El padre se llamaba Chang (o Jang) Sun Ho. Su nombre, Satié significa Buenaventura (SAti) y Gracia (é), en japonés. Es soltera y sin hijos, tuvo ocho hermanos, seis sobreviven, y también tiene numerosos sobrinos y sobrinos nietos. Su trabajo habitual es como misionera, especialmente para la evangelización de niños. Se dedica a tiempo completo, desde hace 50 años. Participa del Instituto de Liderazgo de LAPEN, entidad dedicada a la evangelización de la niñez desde una perspectiva evangélica. Pertenece a la Iglesia Metodista Libre, de origen japonés. Habla seis idiomas: además de su idioma natal, el portugués, domina español, inglés, francés, coreano y japonés. “El inglés es muy práctico para recorrer el mundo”, señaló Mita durante la entrevista.
Los padres
– Su padre es coreano, su madre japonesa. ¿Cómo llegaron a Brasil?
— Mi mamá nació y vivió en Japón. Ella contaba de un gran incendio que destruyó Tokio y las demás ciudades cercanas, antes de la Segunda Guerra Mundial (Se conoce como ‘el gran incendio de Kanto’, empezó el mediodía del 1º de septiembre de 1923, con un terremoto; dejó más de cien mil muertos y el caos se extendió durante casi dos meses, N. de R.) Era el mediodía, hora de hacer los almuerzos, todas las casas eran de madera. Hubo un terremoto muy fuerte, y los fuegos de cocina produjeron un incendio general. El papá de mi mamá, mi abuelo, corrió hacia un tren. Muchos se ahogaron en un río tratando de huir del fuego. Cuando tenía 14 años, mi papá emigró a Brasil, porque en ese tiempo que muchos japoneses estaban yendo a Brasil, que les ofrecía tierras y muchas cosas. Pero cuando llegaron, sufrieron mucho porque no había nada de lo que les habían prometido. Trabajaron muy duro. Hoy tenemos muchas frutas porque los inmigrantes trabajaron en esa producción.
– ¿Su madre llegó a Brasil con sus padres?
— Sí, con mis abuelos. Pero su madre, mi abuela, murió porque no se adaptó al clima. Quedaron solos mi madre y su padre. Ellos tenían que trabajar en cafetales. Mi papá vino porque estaba en Corea, donde se convirtió al cristianismo, cuando tenía diez años. Su familia era una familia tradicional budista, nadie podía cambiar de religión. El padre le exigió que escoja quedar en casa y dejar su creencia o irse. Él se fue a Japón y allá encontró un pastor de la Iglesia Metodista Libre que venía a Brasil a evangelizar a los inmigrantes japoneses. Mi papá dijo ‘yo también voy a Brasil para ayudar a sustentar la obra del Señor’. Vino con los misioneros a Brasil e implantaron las iglesias japonesas, que hoy son muchas.
– ¿Cómo se conocieron sus padres?
— Mi papá se quería casar con una coreana, porque los coreanos son muy patriotas. Trató de conectarse con alguna coreana para que se case con él, pero las coreanas no sabían dónde estaba Brasil y no querían venir. Un casamentero le dijo que le iba a presentar una muchacha bonita. ‘Pero es japonesa’, le aclaró. Mi papá dijo ‘está bien’. El hombre le pidió que no diga que era coreano ni cristiano. Pero mi papá le dijo a su futuro suegro ‘soy coreano y cristiano’. Al papá de esta chica le cayó bien la actitud y dijo ‘yo puedo confiar en este muchacho’. Y se casaron al final de la semana de haberse conocido. Mi abuelo se convirtió diez años después. Mi papá oró por él mucho para que aceptara a Jesús. Mi mamá se convirtió enseguida. Al día siguiente que se casaron se convirtió. El pastor le habló de Cristo y ella se transformó en una creyente muy fiel. Tenía un devocionario y un diario donde escribía lo que iba aprendiendo y cosas de su vida. Cuando murió dejó cajas y cajas de su diario, todo escrito día por día. Mi padre estuvo en prisión durante la Segunda Guerra Mundial, por hablar japonés en Brasil, que estaba en guerra contra Japón junto a Estados Unidos y los Aliados. Mi padre tenía una barraca de mercaderías y la perdió. Nos mandó a mis hermanos y a mí al interior, muy lejos, dentro del Estado de San Pablo. Allí había una escuela japonesa y yo aprendí todo en japonés. Estábamos en ese lugar durante la guerra, pero como era el interior, lejos de la capital y las grandes ciudades, la policía no llegaba a molestar.