Salvemos a las semillas
** ¡Naranja para el cantor! Gritaba algún intolerante en la kermese barrial y zumbaban por el aire las naranjas desaprobando al artista que pifió en la afinación. Porque las naranjas eran lo más barato de la época cuando en cada patio de casa había un naranjo en flor. Cada naranjazo que erraba al cantor en fuga explotaba contra el fondo del acoplado-escenario desparramando chispas de jugo, pero además, de semillas. Sí, muchos de esos símbolos de fertilidad morirían sobre el sombrío piso del palco si el instigador lograba buena adhesión entre el público.
** No puedo recordar cuándo fue mi primera vez de comer una naranja sin semillas, solo sé que me maravillé por eso. Me pareció una genialidad. Cosas como esas no se olvidan, son como la huella de Armstrong sobre la luna. Quería saber quién fue el biólogo o botánico que nos amó tanto, que invirtió su valioso tiempo en eximirnos de la molestia de escupir las semillas cuando les chupábamos con fruición el jugo hasta dejarlas trémulas y exhaustas, tras hacerles un agujero en la parte superior.
** La ciencia nos evitó esa molestia creando naranjas y mandarinas sin semillas, novedad que me pareció un símbolo de evolución y modernidad. Pensar así era normal (como quien cree que debe estar feliz por las vacunas contra covid), y al que pensaba que tras ese cambio había otro propósito, se lo tildaba de loco, retrógrado, reaccionario, y mucho más.
¿Protegidas o secuestradas?
** Son re capos. Te pueden reformar genéticamente un zapallo para que tenga gusto a salchicha y te resuelven al hambre del mundo. Y como uno es iluso, cuando se trata de frutales cree que los biólogos mejoran su naturaleza a puro injerto y para bien de la humanidad. Pasa el tiempo y se aviva de que esas maravillas se hacen quizás en un laboratorio de Monsanto o DuPont (los mayores vendedores de semillas del mundo), mientras sus patrocinadores se friegan las manos pensando en las palas mecánicas que van a comprar para levantar la guita que les va a llover cuando una ley las declare “variedades protegidas”, patentadas y con derecho exclusivo de comercialización.
** No nos vamos a detener en la naranja; solo rendirles un homenaje a aquellas plantas de esta especie que fueron halladas hace como un siglo en Bahía, Brasil, que carecían de semilla. La llamaron naranja Navel, que se escribe de la misma manera en inglés y alemán y significa ombligo. Sería una mutación natural, una falla, creación de Dios, de la evolución, involución, degeneración o no se qué; el caso es que el gran semillero del mundo lo vió como un buen negocio.
** Cuando tuvieron los genes de esa maravilla que les podemos dar a los chiquitos sin el trabajo extra de extraerles las semillas, los primos hermanos del norte produjeron millones de plantines aplicando la tecnología de transferencia de genes, añadiendo también un nuevo gen que hace que la planta produzca hormonas de crecimiento. Y… como las abejas están desapareciendo del mundo (otra tragedia sobre la que se advierte pero no hay quien haga algo por evitarlo), hacen que la hormona de crecimiento inicie el florecimiento de la fruta en el árbol sin necesidad de polinización. Entre otras “maravillas” de la biogenética. El caso es que con el tiempo solo tendremos naranjas sin semillas y su reproducción estará en pocas manos.
No queremos malas noticias
** Por ahora no hay mucha información sobre el tema. Si uno recurre a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), principal organización mundial dedicada a combatir el hambre, no encuentra mucho al respecto. Para ellos, todo lo transgénico es bueno porque permite producir más. ¡Ouch!
** Imponer la fruta sin semilla para dificultar la reproducción de los árboles en forma natural, nos pondrá en la obligación de comprarle plantines al Tío Sam (EEUU). Parecido le sucede al productor que siembra maíz híbrido (genéticamente modificado); no puede resembrar maíz de cosecha propia porque no nacerá, cada vez que quiere cultivarlo debe comprar semilla nueva a los multiplicadores autorizados. Y el que siembra soja resistente a Roundop, debe pagar un canon a su inventor, aún si guarda de su propia semilla para resembrar. Desde 1996 hay una ley en nuestro país que le da plenos derechos a Monsanto.
** Los homo sapiens por lo general reaccionamos cuando el fuego nos está quemando los postigos de la ventana; rara vez cuando alguien nos está mostrando el fósforo. No hubo reacción ante los avisos del cambio climático y esta semana Nueva York estuvo bajo el humo de incendios forestales, California bajo el fuego, una ciudad china bajo el agua, Canadá con más de 80 incendios forestales, Alemania con su inundación y cientos de muertos; nuestro río Paraná secándose… No lo quisimos ver. Y quizás tardemos mucho aún hasta ver la realidad del covid con sus mutaciones y sus vacunaciones.
Si ves al futuro, dile que…
** Quizás los que sospecharon de la modificación genética de las naranjas padecieron burlas, escarnio, silenciamiento… Salvando las distancias, digamos que ahora vinieron estos locos que nos advierten sobre el transhumanismo que quiere formatear de nuevo al mundo; resetearlo, barajar y dar de nuevo. Los que advierten sobre ello son escarnecidos y silenciados en las redes sociales pero los planetas parecen alinearse en dirección a la selección de las especies, que según Darwin consistía en la supervivencia del más apto y ahora parece que se trata de ayudar a enterrar a los menos aptos.
** Cuando escribíamos esta columna, la OMS declaraba a la covid como una infección endémica. Significa que tendremos que convivir con ella por el resto de nuestras vidas, como ocurre con el catarro común, la gripe, varicela, etcétera, solo que éste muta y mata, ocupándose de eliminar a los menos aptos, o sea los ex aptos, ¿se entiende? No tengo el teléfono del Foro Económico Mundial, si no, les preguntaría si éste será el futuro que planearon para la humanidad. ** Mientras tanto, ningún laboratorio que se sepa, parece preocupado por crear medicinas para curar esos ataques virales; solo les importa vacunarnos; también a los niños, y quizás en un tiempo más no parezcan tan locos los que hoy opinan que se pretende hacer con ellos lo mismo que con las naranjas.