¡Qué cara está la papa!
Victoria.- Más allá del dicho popular cuando encontramos a alguien desanimado y bromeamos con esa frase, hoy el rubro de frutas y verduras atraviesa un momento de suba sostenido, que puede impactar decididamente sobre el bolsillo de un gran número de consumidores.
En los últimos días pudimos dialogar con los propietarios de dos verdulerías, una de barrio y otra en pleno centro. La primera no paga alquiler y es un emprendimiento donde trabaja la familia; la otra, además de tener el costo de una propiedad que no es suya, tiene un empleado. Esas y otras diferencias van abriendo el gran abanico de variantes que existe en todo comercio que intenta posicionarse en el mercado.
Guillermo Fernández ya pasó las cuatro décadas y conoce del rubro porque hace veinte años ya tuvo una verdulería. “Antes me dediqué a chapa y pintura, pero preferí estar más tranquilo en casa, saqué el auto afuera y usé el garaje para montar la verdulería. Conozco cómo es el manejo, viajar seguido y con mi hijo Leo, nos turnamos para que siempre esté abierto. No es el mismo monto que el anterior negocio, pero lo importante en estos tiempos es no quedarse quieto”.
Luciana Garavano pensó varias veces en los costos fijos y esos 270 a 300 mil pesos que tiene que reunir cada mes para afrontar fletes, servicios y el personal, entre otros ítem. “Mi hermano viaja a buscar la mercadería, pero también le pago, este momento es donde más se nota la falta de dinero en la calle, aunque cuando pasó el momento más crítico de la pandemia, fue el punto de quiebre. La gente no llega a cubrir la provista y usa la tarjeta cada vez más, incluso la de crédito, paga en cuotas la comida. A nosotros es un servicio que nos reditúa pero no es gratuito; tampoco lo trasladamos al cliente”.
En ese panorama también sostienen algunas libretas, y advierten: “a los más conocidos”. Además, si el pagador se demora y pasa los treinta días, Garavano recarga un 20 por ciento, “no es posible mantener el precio ni siquiera durante el mes. Todo sube, a veces un 6 por ciento por semana, pero si llevás las cuentas impacta”.
Guillermo dice que trata de no remarcar tanto o al ritmo que suben los precios, lo que más se vende es papa (que está bajando de los 300 pesos que estaba el kilo hasta no hace tanto), cebolla y zanahoria, y aunque intenta traer variedad para tentar a los clientes, no es inusual ver cómo algunos llevan por unidad. “La banana (de Ecuador) es lo más caro, y en vez de un kilo te piden dos o tres”. Por su parte, Luciana habla de este indicador desde otra perspectiva, “todo subió un ciento por ciento desde el 2021 a la fecha. Un melón vale 800 pesos y el año pasado se podía conseguir a la mitad. Ese es un ejemplo bien presente de cómo se han disparado los precios”.
Una compra mínima en la verdulería alcanza rápidamente los 1.000 pesos, y no estamos descubriendo la pólvora con esto. El tema es que quizás eso implica dos kilos de papa, uno de cebolla, dos o tres zanahorias, un morrón, y todavía no compraste naranjas, mandarinas, y algunas bananas. “El promedio de gasto en el barrio supera los mil pesos, la mayoría gasta 1.600 a 1.800”, menciona Guille.
En el caso de Luciana, ella se nota preocupada porque hay meses en los que no ve ganancias en su labor. “Más de una vez pensé en quedarme en casa antes de perder el día. Ya no prendo el aire acondicionado. Y estamos esperando el ‘boletazo’ de luz, porque los servicios están caros y van a seguir aumentando”.
‘Gille’ también arma sorteos y entrega números a la gente que compra para que participen. “Es una manera de fidelizar clientes y a la vez de ayudar. Todos estamos en la misma”.
El tema de la calidad es otro ítem que ambos entrevistados conocen de sobremanera. Eso de comprar verdura barata para no matar al cliente no aplica en estos entrevistados, y ellos saben que es un arma de doble filo. “No podés comprar una calidad inferior porque el que viene seguido te lo hace saber. Y te va a reclamar”, dice Luciana, quien prefiere pagar más por algo que sabe se venderá sin problemas. Guillermo repone diariamente su mercadería y rápidamente ganó clientes entre los conocidos en su verdulería de calle Vélez Sarsfield y Matanza, donde más de uno pondera su trato cordial. Luciana ya tiene un nombre hecho a base de calidad y variedad en los productos, está en calle Chacabuco casi Italia, y muchos saben que el lugar está abierto pasado el mediodía y que también lo encontrarán disponible al caer la noche. Son emprendedores, viven la realidad como cualquier ciudadano ‘de a pie’. Con lo que ganan reponen mercadería, hacen la diferencia para su hogar y además tratan bien a la gente —algo que en estos días también es un valor agregado, más allá que no sea el mejor momento y que el rubro muestre que se abrieron varias verdulerías en distintos puntos de la ciudad en los últimos años. El que conoce los vaivenes de nuestro país, se sostiene menos con palabras y más con los hechos.