Presunciones en el pueblo de Sakerment
** No sé si a usted le pasa, pero uno se cruza con Creíque y lo escucha murmurar que lo están queriendo joder. Más adelante, por la misma vereda o a la vuelta, o en otro lugar, Penseque, pedaleando la cuesta en sentido contrario, va mascullando que lo están queriendo joder. Como tengo la misma sensación que ambos, tiro líneas, los indago, después de todo me siento parte de esa cofradía, cada uno desde su lugar particular.
** Descubro que Creíque está convencido de que es Penseque quien lo quiere joder, y Penseque no duda de que es Creíque el mentor de todos sus males. Cada cual lo ve como quiere verlo, con ojeras o sin ellas; yo creo que nos están jodiendo a todos desde un lugar donde reinan complicidades y códigos que desconocemos o queremos desconocer. Y como no lo tenemos claro, desconfiamos.
** Todo se resolvería si además esta revolución comunicacional nos concediera la facultad de adivinar o leer intenciones. Ocurre algo grave y nos enteramos por las noticias pero ¿cómo saber si detrás de ello se juegan intereses espurios o sanos? Bueno, desde hace unos años, además de intereses también se juegan odios y rencores.
** Creíque y Penseque viven en la misma cuadra, dato que es irrelevante, da igual si vivieran separados por mil kilómetros, pero ellos son vecinos. El dato fuerte es que la antipatía entre ambos se parece mucho al odio mutuo. El primero tiene un perro que anda suelto y molesta, el segundo tiene un gallinero en el patio de su casa y hace olor. Se le oyó decir al dueño del gallinero: “ojalá que ese perro de mierda un día se meta acá y me mate una gallina, así voy y lo reviento”.
Escenas cruentas en la red
** Aquel ‘ojalá’ (‘Si Dios quiere’, en árabe) finalmente sucedió aunque probablemente no fue Dios quien lo quiso, y se armó un escándalo de proporciones. Penseque –dueño del gallinero- armó un revuelo mediático mayor al que hubo en el corral cuando, al parecer, el Cocker spaniel de Creíque entró una madrugada en busca de su cena. Se sospecha que Penseque dejaba cada noche entreabierta la puerta para facilitarle las cosas al perro, buscando una razón para agredirlo a su odiado vecino.
** El damnificado publicó una foto en Facebook mostrando a su gallo destripado y acusando al señor Creique, para que todo el mundo sepa que el tipo no es lo que parece.
No tuvo que hacer más, las páginas web lo reprodujeron y los medios periodísticos lo llamaron a Penseque para hacer notas, donde plantaría su versión única para que arraigue y crezca. Cualquier discusión se libraría en torno al relato aportado por el irritado acusador.
** La información corrió rápido. El periódico del pueblo, la FM, el canal de cable, las madres cuando llevan a sus chicos a la escuela, en las peluquerías… ¡y ni te cuento de Facebook e Instagram!, donde Penseque publicó la foto del animal descuartizado, un hermoso gallo batarás de soberbia cresta, señalándolo como criminalmente agredido por un perro de propietario irresponsable. ¡Imagínese!
Nunca digas no lo sé
** Hubo solidaridad masiva, y no es para menos con tan artero ataque a un ave indefensa, sin considerar su glorioso pasado de gallo de riña en sus años de pollo. Los periodistas seguían la corriente. Después de todo preguntarle a Penseque por qué no protegió mejor el gallinero, o si tomó represalias con el can presuntamente culpable, sería como investigar a la víctima, algo que está mal visto, aunque en las novelas policiales la víctima es una alta fuente de pistas.
** En las redes sociales llovían insultos y opiniones de baja ortografía, que se inclinaban según las simpatías que tuvieran por un animal u otro, según la camiseta, la sensibilidad de cada uno, o las ganas de joder.
La cosa se puso pegajosa
** Al poco tiempo se sabría que uno era fan del Club Carcamania, de la Zona Norte de la localidad de Sakerment, y el otro un socio comprometido del Club Progresania, del sur del mismo pueblo. Por fin los opinantes de las redes sociales, los de bares y peluquerías, tendrían elementos suficientes para juzgar en el caso, pero eso no les interesaba. Ya no era cuestión de justicia sino de apoyar a uno y hundir al otro, según ideología, es decir, según el club de pertenencia.
** Halagadores y detractores se encolumnaron convenientemente a uno y otro lado de la grieta, a la que ya pertenecían desde la fundación de ambos clubes. Los fans de Carcamania, entidad a la que pertenecía Creíque, se manifestaron decididamente a favor de este hombre y su perro, con argumentos tipo: para qué querés un gallo si no ladra. Los de Progresania bancaban a Penseque y su gallo.
En una radio del pueblo acopiaban argumentos y difundían solo a favor de Creíque, y en la otra hacían lo propio a favor de Penseque. Muy pocos sakermentinos escuchaban ambas. La mayoría le prestaba el oído solo a quien les dijera lo que querían oír.
** Algunos bien intencionados convocaron marchas, a las que se sumaron de inmediato los autoconvocados de siempre, la Protectora de Animales para cuidar los derechos del finado gallo y del sospechoso Cocker, los muchachos del SPP (Sindicato de Profesionales de la Protesta), de la MPB (Meta Palos y a la Bolsa), y otros. ¿Quién no, tratándose de una muerte en desigualdad de fuerzas?
Así pasan los años
** El asunto llegó a la justicia, donde se supo que el Cocker permaneció encerrado en el garaje de su amo toda la noche y que se recupera satisfactoriamente de los garrotazos posteriores sobre su cráneo, ocurridos a dos días de conocerse la dolorosa pérdida del batarás. Junto al cadáver del infortunado plumífero se hallaron pelos de zorro.
** Se pudo confirmar también que Penseque había dejado la puerta entreabierta, pero nunca se probó si fue por descuido o deliberadamente. No se salvó de la despiadada crítica de los creiquistas, acusándolo de esa picardía y hasta de haber matado al gallo con sus manos, para acusarlo a Penseque.
Los pensequistas descalificaban a los peritos y exigían que Creique fuera conminado a mudarse del pueblo. Los creiquistas, en igual actitud, velaban que ningún perito se atreviera a encontrar una realidad distinta a la que ellos esperaban.
** Así transcurre la vida en Sakerment, donde la búsqueda de la verdad es un ejercicio innecesario, útil para pocos. Lo puebla una mayoría de sabios que no necesitan aprender nada más. ‘Hay buenos y malos. Los malos son los otros’, es el pensamiento casi unívoco, y la única verdad es la que cada poblador quiere oír.