Pocos ‘Marcianis’ a la vista
Victoria.- La analogía es parte de nuestro folclore popular, ya que fue el comisionista Marciani uno de los pioneros en el uso de esos pequeños cascos abrochados en la zona del maxilar inferior, y tanto quedó unido a su imagen que hasta en el día de su cumpleaños, los que lo saludaban a través de nuestro Semanario, usaban su foto con este adminículo puesto. Se cuenta que cuando sacó el carnet de conducir pidió dejárselo, pero no se lo permitieron. No podemos dar fe de esto, que suena a exageración humorística, pero la gente comenta…
Literalmente trabajaba con esta protección y no solamente arriba de la moto, sino que cuando pasaba a cobrar, era hasta simpático verlo tocar la puerta de los hogares y hacer sus diligencias en comercios con esta suerte de ‘casquito’.
Marciani es un símbolo, tal vez exagerado por este cronista, de lo que significa crear conciencia en el uso del casco. No son pocas las ONG y estudios de impacto que destacan las bondades de este elemento para salvar vidas ante una colisión o simple derrape que termine por impactar en la cabeza.
No sabemos si este victoriense ‘famoso por su casco’ ha tenido o tuvo accidentes donde pudiera demostrar esta variable, pero los casos de personas que vieron comprometida su existencia por no usarlo engrosan las estadísticas de todos los servicios hospitalarios del país.
Así las cosas, en verano y en Victoria, usar casco no garpa, las razones van desde producir calor en la ‘pensadora’, a falta de visión lateral, insonorización extrema, y sin querer estigmatizar, ¿nunca escucharon?: me marca el alisado…
Miles de dólares invertidos en películas donde un conductor vestido totalmente de negro hace las proezas más riesgosas para terminar haciendo un Willy; o dejar correr la rueda trasera para sacarse el casco y soltar una larga melena, generalmente de una hermosa mujer. ¡Pasados a Hollywood estamos!
En la vida real, la moto es como la bici de Tejeira, tiene motor pero es técnicamente una bici, y vean que el ‘Tingo’—como lo conocen los vecinos al papá del cantante, abogado y docente, Ceferino Tejeira, lo usa, de bici… pero lo usa.
Mientras tanto, en cada rincón de la ciudad que sigue ampliando sus boulevares, las motos son el vehículo por excelencia. La cilindrada estrella es la 110 cc. Pero hay mayores y esto tampoco alienta a su uso. El casco no se ve como parte vital de trasladarse en una máquina que, literalmente, nos lanza de cara al asfalto cuando menos lo pensamos.
El ser humano tiene muy poca protección en esta parte del cuerpo, estudios serios alertan sobre el impacto en estas zonas y las enfermedades cognitivas degenerativas asociadas a deportes como el boxeo o el fútbol americano, donde el contacto por impacto es permanente.
No vamos a estigmatizar a los jóvenes, porque muchos adultos avalados por su carnet de Mayores de Edad, tampoco los utilizan. “Voy al trabajo”; “Manejo despacio”; “Estoy con los chicos”; “Lo perdí…olvidé…se lo presté a…ya lo busco…aguántame un toque”. En fin, excusas sobran para decir que ¡Nos da por las medias usarlo!
Ahora sí, los concejales quieren que los usen los ciclistas. A ellos, y a los motociclistas desprevenidos —porque no son todos— les decimos que la mayoría de los que tienen al deporte de pedalear como premisa, lo tienen incorporado como parte de su rutina. No salen sin él. Saben que además los protege del sol, por su aislación térmica, y más de uno se lo pone para tapar ‘la pelada’, porque ya hemos advertido aquí: el ciclismo está nuevamente de moda, y no tiene edad ni pruritos. Esta vez, esa pasión no es culpa de E.T. ni de los Bicis Voladores; muchos humanos entendieron que es una forma saludable y no contaminante de trasladarse. Evita las aglomeraciones en las grandes urbes, y podríamos enumerar diez ventajas más. Punto para la bici, y si es con casco… avance dos lugares.
Pero más allá de la broma, esto no es un juego, Victoria tiene un serio problema por la falta de uso y control del casco en la cabeza, porque no salva codos.
Los que intentan controlar su correcto empleo, limitan el contralor a esporádicos horarios, donde los más atrevidos/as —por no decir otra cosa— pegan la vuelta en dirección contraria a la mano, y si alguien viene por las de la ley, a joderse. Son capaces de infringir la norma, huyendo de un control en contramano a usar el casco reglamentario. Y que seguramente tengan en la casa, incluso hasta más de uno.
Campañas han surgido, se han regalado estos elementos para alentar que nos los pongamos, pero nada. Los accidentes y hechos lamentables siguen produciéndose.
En una oportunidad, el Hospital San Martín (principal centro de derivación para la Costa del Paraná) difundió cifras millonarias sobre los costos que incluía en atención por accidentes de motociclistas, donde reiteradamente la zona más comprometida era la craneal, y ello era producto… sí, adivinó: de no usar casco.
Paralelo 32 pateó el tablero de los modismos y los títulos rimbombantes cuando reemplazó su tapa por una imagen de un casco con la arenga: Usalo, te salva la vida. Por ese entonces (hace más de una década) se producían en nuestra ciudad accidentes de motos a diario, algunos de fatalidad, que llevaron a reuniones abiertas con los representantes de la ciudad para buscar una solución.
Se identificaron las calles donde más reincidencia accidental operaba, así como hay un mapa del delito, hubo un mapeo de accidentología (y todavía lo hay, pero no pasa del interés periodístico) y se intentó concientizar, pero la materialización de las ideas duró menos que el problema, y pronto volvimos a foja cero. El verano 2021 nos encuentra con la misma preocupación, y no podemos hacer menos que volcarla en estas líneas, por momentos ocurrentes, pero en otras con la mayor seriedad que amerita. Una abrumadora mayoría no usa el casco, y en quienes delegamos el cumplimiento de la ley o su concientización, poco hacen al respecto.