Permiso para recordar
Por Luis Jacobi.-
La noticia sobre el fallecimiento de Néstor Cuesta, quien junto a su hermano Rubén conocieron la gloria vendiendo cientos de miles de discos y honrando la música entrerriana, entristece, más allá de sus familiares y amigos cercanos, a los amantes del cancionero litoraleño, dejando infinitos recuerdos y anécdotas personales que fueron hilvanando a lo largo de su exitosa carrera. Yo tengo las propias, lindas, recuperadas y ahora atesoradas, que me unen a esos dos nombres con un hilo de plata.
Me relacioné con los Hermanos Cuesta, cuyo apellido ganó el agregado de una “s” final gracias a los acuerdos con el sello discográfico por entonces más importante del país, cuando se hallaban en plena fama. Estando ellos interesados en realizar una serie de festivales en esta zona de Entre Ríos, tras haber fundado un sello discográfico propio; ‘Supremo’; con el loable propósito de darles oportunidad a grandes músicos y compositores que no la tenían, como Santos Tala, que grabó con ellos el primer simple (Trote petiso y En el mandarinal).
El sello discográfico no tuvo larga vida pero mientras tanto les presenté a un trío de música tradicional alemana, convenciéndolos de que ese folclore también merecía su oportunidad. Así fue como viajamos con Los Wendler, en el Chevrolet Súper de Néstor hasta la Capital Federal, al estudio ION, donde al trío se le agregó un contrabajo, el del maestro Alem. Allí grabaron su primer simple, al que gasté en un programa de radio que tuve en LT14 los domingos al mediodía, donde me daba micrófono el inolvidable César Benitez.
Para un hombre de pueblo de veinte y algo de años, aquella experiencia no era menor, pero Néstor la hacía fácil porque nunca lo mareó la altura, fue siempre un muchacho de pueblo, de allá ité, y lo siguió siendo, igual que Rubén. Al último abrazo se lo pude dar en Viale durante una fiesta aniversario de Caminata Sabatina, el programa de alguien que sí los conoció y trabajó junto a ellos; Santiaguito Rinaldi.
No hace mucho rescatábamos con Orlando “Pocho” Britos un momento de alegría plena. A Pocho dije que Néstor y Rubén venían a Crespo porque teníamos que coordinar algunas cosas por un festival en esta ciudad destinado a descubrir valores (de esto se acordarán los Hermanos Vergara y Cachi Brambilla). Le comenté que llegaban al mediodía. “Vengan a casa y los espero con un asado”, respondió mi amigo, hoy renombrado historiador entrerriano. Allá fuimos y la sobremesa fue de alto privilegio, con estos dos grandes cantando algunas canciones. Estaba tan emocionado Pocho que levantó el teléfono (tiempos de pedir el número a la central) y le dijo a la operadora que le ofrecía escuchar en directo a Los Cuestas, dejando descolgado el tubo. Supongo que cortó pensando que Britos tenía un comportamiento muy extraño ese día.
Esta puede ser una manera muy egoísta de recordar a ese gran cantor que nos deja solos con su recuerdo, por eso pido disculpas, quizás esté transitando esa edad donde se descubre el verdadero valor de las cosas que en la juventud significaban apenas un buen momento de los tantos que se espera vivir. Hasta siempre querido Néstor.