Pensar en los jóvenes, un interés que puede cambiar las elecciones
(Nicolás Rochi – Paralelo 32) En Brasil las encuestas sobre intención de voto son tan precisas que los candidatos ya saben cómo les va a ir antes de conocerse el escrutinio oficial, esta afirmación corresponde a un funcionario político entrerriano que precisamente está muy vinculado al área joven.
Pero qué puede pasar con el sufragio joven en estas PASO es toda una incógnita, que todavía no termina de resolver el propio votante que está en esa franja heterogénea y diversa entre los 16 y 24 años.
Asistimos a un momento de la historia donde hay ciertas formas de ganar votos y comprar voluntades, que no alcanza. Y para lograr adhesiones entre las diez propuestas en danza, hay que tener un mensaje direccionado para ese público, sin que lo parezca, mientras también se le habla al resto.
En esa franja donde está la generación Zilennianls, (nacieron entre el año 1995 y 2000), también llamada ‘Z’, no está pendiente de los medios tradicionales de comunicación, ni consume programas políticos en televisión o escucha la radio. Además, mal que nos pese, sus lecturas no se producen a través del papel. Ahí está uno de los grandes desafíos, qué comunico, y por dónde, ya que hasta el término medios masivos de comunicación, hoy no representa ni capta las mismas audiencias.
Siempre hablando de jóvenes, el contexto de sus opiniones y en general de sus informaciones sobre los temas de interés está en la Web, y más precisamente en las redes sociales. También se muestran muy a favor de invertir su tiempo en movimientos y tendencias socio-culturales que no necesariamente son políticas. En este plano, hasta Facebook le cuesta lograr vistas de un público menor a 40 años, así que menos textos y más videos seguramente es la regla de muchos candidatos que valoran esa regla de ‘una imagen vale más que mil palabras’.
En Victoria, ¿qué ocurre con este panorama de situación? ¿Sigue las mismas premisas que en el plano nacional? Tendemos a pensar que no, primero porque cada elección es particular, y el efecto arrastre no siempre llega a nuestras costas. Es más, persiste una ligazón a las tradiciones que impone nuestra localidad, como parte de esas variables a considerar. Pero de algo estamos seguros, la próxima elección 2023 será menos tradicional que esta, y por ende, muchos están expectantes de lo que ocurra en este ensayo millonario llamado PASO.
Preguntas por el grado de representatividad, el mensaje de los candidatos y su campaña en redes puede mostrarnos un acercamiento más cabal a lo que puede ser una tendencia, pero nadie tiene garantizado el triunfo, y por eso es la preocupación del oficialismo y de la oposición. Aparecen emergentes, y algunos se tildan de ‘libertarios’ en busca de captar ese voto que no le prende la grieta, mientras adornan sus propuestas de esperanza ante un sondeo nacional que marca la desazón del 85 por ciento de ese nicho de votantes. Nunca es fácil proponer futuro y mejores condiciones de vida, menos en medio de una Pandemia, y los que aspiran a tener más votos lo saben. Ahora, ¿Qué digo? Todo parece cliché, y si le echan la culpa a éste o aquel, no terminan de sacudirse el polvo para darse cuenta que así con los chicos/as/es/x no.
¿Quieren trabajo? ¿Netbook? ¿Celulares y conectividad? ¿O se quieren ir del país? Los analistas entienden que no lograrán el objetivo captándolos por el costado tecnológico, tampoco pensamos que esa posibilidad de emigrar sea la de la mayoría, en ese sentido, lo más sensato puede tener que ver con esa afirmación del analista político Julio Burdman, quien piensa que el gran desafío para los jóvenes es “volver a proponerles un sueño”.
No dejemos de considerar el número: más de 6 millones y medio de personas que están habilitadas para votar en las próximas elecciones tienen entre 16 y 24 años. Y en quienes tienen menos de 20, hay dos cuestiones bien marcadas como apatía e indiferencia.
Por eso quizás, de pronto los candidatos escuchan Wos; L-Gante y mucho TRAP, hablan de intereses y preferencias de ese público que para Google y Microshoft es un consumer, y en esa franja está llena de indecisos.
Alberto Quevedo, de Flacso, dice al respecto: “A los partidos les falta explicar para qué se convoca a participar en política”; “A los jóvenes no les importa tanto el pasado, como a nosotros”; “Tampoco se sienten cómodos con algunos lenguajes”; “El rating de los programas políticos de televisión se fue al piso… los jóvenes transitan otros ‘barrios’ mediáticos” (esto es de lo que hablo cuando menciono medios tradicionales)”
Falta autenticidad en las redes para entusiasmarlos. “Que en las redes circulen algunos mensajes armados con el lenguaje de los jóvenes, no quiere decir que te crean”, sostiene Quevedo y uno piensa en los mensajes de dos candidatos como Frigerio y Cresto, que, si tienen algo en común —pese a sus grandes diferencias políticas—, es que han tenido responsabilidades en un gabinete nacional. En ese electorado quedará el valorarlos desde su función, al menos tienen esa chance. Después hay otros que levantan la bandera de la crítica, casi como aquel que sabe que no tiene chances y por eso habla. ¿Qué triste esto no? Si hubiera una verdad, mejor no decirla con tanto énfasis, no vaya a ser que gane y la tenga que asumir como proyecto.
Las elecciones son obligatorias pero el cumplimiento no es efectivo, y esa es otra premisa que también genera dudas. No solamente dónde voto, o si me toca en el Quinto Cuartel, la Abadía o las escuelas del radio centro. Cuánta duda resiste el corazón de la política, y cómo se contagia ese amor por el sufragio y su sentido de democracia. Tal vez con otro tipo de trabajo que la pandemia —de nuevo sopa— no permitió ni favoreció.
¿Es verdad que los jóvenes decidirán la próxima elección? Un tercio del padrón, que está en etapa de actualización así por lo menos lo marca. Ellos, que a priori les seducen las innovaciones, los desafíos, el cambio —pero no como slogan sino como forma de adaptación a ese entorno que los fuerza a reinventarse todo el tiempo—, ¿dónde está la fibra que los conmueve? ¿Son tan impredecibles como los hacen ver las encuestas? ¿Por qué les temen tantos los popes de la política?
¿Será por su falta de ligazón al pasado? ¿Por qué no aceptan entrar en una discusión polémica y sin sentido? ¿Quieren más libertad o no saben lo que quieren?, pero lo quieren ya… parafraseando esa canción de Sumo.
Seguramente no estemos equivocando, pero bueno, es una apuesta a esa moneda que ya empezó a girar en el aire, y va a caer, estemos preocupándonos porque esos jóvenes tienen otras ideas, otras expectativas, ven el presente y nos ven inmersos en él. Sin respuestas, y con más dudas que de costumbre. La política partidaria puede aprender mucho de este momento histórico, esperemos que esté a su altura.