Paradojas del país donde aumentan la pobreza y el empleo
Economía.- El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) informó los datos sobre pobreza e indigencia al final del año 2022. Paralelamente, ya había dado los datos sobre empleo y desocupación. Al cruzar ambos temas, surge la paradoja que corroe a nuestro país: en pleno despliegue de actividad económica con incremento de población económicamente activo y trabajadores empleados, paralelamente caen estrepitosamente los ingresos y aumenta la pobreza.
Los números
Los datos crudos que arrojó la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que se realiza en los 31 principales aglomerados urbanos del país, son los siguientes:
• Por debajo de la línea de pobreza (LP) se encuentran 2.928.152 hogares, que incluyen a 11.465.599 personas. No ganan lo suficiente para llegar a fin de mes con todos los gastos cubiertos. Esos números corresponden a los 31 aglomerados urbanos donde se realiza permanentemente la EPH, encuesta de base para actualizar todos los indicadores socioeconómicos que calcula el Indec;
• Dentro de ese total, 614.043 hogares se encuentran por debajo de la línea de indigencia (LI), lo que representa 2.356.435 personas indigentes. Ser indigente, en la estadística nacional es no tener ingresos suficientes para pagar la comida del mes.
• Traducido a porcentuales, hay 29,6% de hogares por debajo de la LP, que incluyen el 39,2% de las personas. El 6,2% suman los hogares por debajo de la LI, que representan el 8,1% de las personas. En otras palabras casi cuatro de cada diez argentinos son pobres y ocho de cada cien, indigentes.
• Al comparar con el primer semestre de 2022, la pobreza aumentó 1,9 puntos porcentuales en los hogares y 2,7 en las personas. La indigencia cayó un 0,6% en los hogares y 0,7% al computar las personas.
Indigencia contenida
Lo que funciona en medio de la malaria parece ser la contención de la indigencia. La menor indigencia se debe a que los programas estatales de asistencia más efectivos, están enfilados a los grupos más vulnerables de la sociedad argentina. Pero, mirando con una perspectiva histórica de largo plazo, la acción estatal logra contener ese segmento dentro de parámetros que dos generaciones atrás estaban incluidos todos los pobres del país, y los indigentes casi no existían.
Pero la inflación es el gran enemigo de las estadísticas oficiales. La pobreza y la indigencia están directamente ligadas a la capacidad de los hogares de acceder a la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y a la Canasta Básica Total (CBT). Los datos del informe de Indec determinan que, frente al primer semestre de 2022 el ingreso total familiar promedio aumentó 37,3% mientras que la CBT y la CBA promedio aumentó 44,4% para la total y 43,5% para la alimentaria. La inflación erosiona todos los esfuerzos por sacudirse la pobreza de encima.
La paradoja con el desempleo
Mientras la pobreza crece, el desempleo cae. El Indec informaba, terminado el año 2022, la caída del desempleo como hecho general en todo el país. Los números concretos:
• De acuerdo al informe de Mercado de Trabajo elaborado por el Indec, en base a la EPH en 2022, la desocupación bajó del 7% en el tercer cuatrimestre al 6,3% en el cuarto. La tasa de empleo subió al 44,6% al final de 2022, según la EPH en los 31 aglomerados urbanos. Al 31 de diciembre había 875 mil personas buscando trabajo en las principales ciudades del país.
• Mejoró la tasa de empleo (personas que trabajan), que creció de 43,6% a 44,6% y creció la tasa de actividad de 46,9% a 47,6%, indicador que mide la población económicamente activa (PEA) sobre el total de la población;
• En los 31 principales aglomerados urbanos hay 13,1 millones de trabajadores ocupados: 3,5 millones son no asalariados (cuentapropistas, patrones o participan de un negocio familiar sin salario) y 9,6 millones son asalariados, de los 6,2 millones que tienen descuento jubilatorio (están ‘en blanco’) y 3,4 millones trabajan en la informalidad (‘en negro’), y representan el 35,5% del total de asalariados. Cortando grueso el fiambre: el 75% de la población laboral son obreros y empleados y uno de cada tres no tiene aportes a obra social y jubilación;
• Si se extrapolan los datos de los 31 aglomerados a toda la Argentina, la población económicamente activa alcanzó en 2022 a 21,6 millones de personas, nuevo récord para el país con 560 mil trabajadores más que en el cuarto trimestre del 2021. En tanto, el empleo ascendió a 20,3 millones de personas, unas 670 mil más que en el año anterior. Por su parte, la desocupación total a nivel nacional alcanza a 1.296.000 personas, lo que representa una baja de 110 mil personas en el período analizado. En el país, hay más trabajo y hay más gente trabajando, pero aumenta la pobreza. Eso significa que más personas con empleo pleno no ganan lo suficiente para llegar a fin de mes cubriendo todos sus gastos.
El fruto de nuestro esfuerzo
A dónde va el fruto del esfuerzo de la mayoría, que le va ‘poniendo el lomo’ a la salida de la pandemia, las secuelas de la sequía, la crisis inflacionaria y los vaivenes del comercio internacional en un mundo donde baten parche los tambores de guerra. Además de la política y sus gastos, sobre quien todos acuerdan en primer lugar, hay al menos, tres grandes bloques que concentran recursos materiales:
• La bonanza de los ‘de arriba’: Las ganancias del sector exportador más concentrado (agronegocios, megaminería y Vaca Muerta, litio, etc.), los grandes capitales que nunca pierden como la especulación financiera y las grandes corporaciones nacionales y extranjeras;
• El FMI y la banca acreedora, que cobran los periódicos desembolsos del Tesoro Nacional, sea en plata contante y sonante, sea en nuevos bonos de deuda que van acrecentando el pasivo. Fondos perdidos que van esmerilando las reservas del Banco Central;
• Los subsidios que el Estado debe dar para emparchar y remendar agujeros: al transporte y los combustibles en primer lugar, rebajar impuestos a sectores económicos en crisis, dar subsidios asistenciales a la población de menores recursos.
Se entiende la ayuda estatal a sectores económicos y sociales en crisis como indispensable resguardo de un mínimo de justicia distributiva para evitar que todo estalle. En ese segmento, más que discutir cuánto pone el Estado, se debe ver la eficiencia de ese gasto: que vaya a quienes lo necesitan y en la medida que lo necesiten. Sobre el resto habrá que poner la lupa para ver cómo pueden aportar pagando impuestos o invirtiendo rentabilidades en la producción y no en la especulación, por ejemplo, para que creen trabajo bien remunerado. En el caso de los acreedores, hay muchas variantes antes de la respuesta habitual: ajustar el cinturón a la sociedad y pagar sin chistar. Viendo la diferencia entre lo que pasa en la realidad actual y lo que debería pasar en una realidad más justa, se puede ir desenrollando el ovillo de la paradoja: por qué las mayorías trabajan tanto y ganan tan poco en un país que lo tiene todo.