“Para recibirme tuve que sentarme muchas horas a estudiar, con esfuerzos y sacrificios”
Crespo.- El bioingeniero Tomás Spretz (30), es un joven profesional que trabaja en el Centro de Medicina Nuclear y Molecular de Entre Ríos (CEMENER), un centro muy avanzado dentro del país y de América Latina, ubicado en Oro Verde. Durante una entrevista con Paralelo 32, Spretz describió su trabajo profesional, rememoró sus tiempos de estudiante y expuso su visión sobre algunos temas relacionados con sus experiencias de vida.
Medicina nuclear y radioterapia
– ¿Su formación gira en torno a la medicina nuclear?
— Si. Medicina nuclear y radioterapia. La diferencia más importante radica en que la medicina nuclear está orientada, hoy en día, al diagnóstico, con técnicas de imágenes como PET (Tomografía por Emisión de Positrones) o SPECT (Tomografía de Emisión por Fotón Único). Aunque también hay algunos tratamientos en medicina nuclear. Y la radioterapia está volcada específicamente a terapia con radiaciones. Antiguamente se usaba mucho el cobalto 60, un radioisótopo (elemento químico radiactivo, N. de R.); pero hoy en día se reemplazó por aceleradores lineales, que generan rayos X de alta energía.
– ¿Qué ventajas tienen estas tecnologías novedosas?
— En medicina nuclear orientada a diagnóstico hay mayor precisión diagnóstica. Hoy en día la investigación permite que se puedan hacer diagnósticos no sólo de anatomía, sino también funcionales. Es la parte más fuerte de medicina nuclear.
– ¿Cómo funciona determinada parte del cuerpo?
— Sí, cómo funciona o si se sospecha la presencia de una patología, saber qué tan activa está. Si hay un órgano enfermo, como tiroides o próstata, identificar qué regiones anatómicas están más afectadas. En radioterapia con el uso de aceleradores lineales, lo que se ha logrado con equipos de tecnología nueva es una mayor precisión en la focalización de la dosis de radioterapia. Es decir, se busca el cuidado de los tejidos sanos. Si bien radioterapia no es en sí algo nuevo, lo que pasaba históricamente es que había muchos efectos secundarios que se producían básicamente por dañar tejidos sanos. Y por otro lado, estaba la carga de sustentabilidad ambiental. El cobalto 60 tenía el problema de los residuos radiactivos contaminados. ¿Qué hacés con materiales que dejan de usarse? En cambio el acelerador lineal es como una máquina de radiografía, genera radiación sólo en el momento que se está usando y después no hay material radiactivo.
– ¿Se ponen delantales de plomo cuando hacen estas ‘radiografías’?
— No, porque mientras se está haciendo el tratamiento no hay ninguna persona, aparte del enfermo, dentro de la sala. Para el paciente, si hay que proteger algún órgano crítico, se le puede hacer una protección. Si no, se conforma el haz de forma tal que tenga una precisión muy puntual. Se dan dosis muy altas en regiones muy localizadas. La dosis total que recibe un tumor, si la recibiera el cuerpo entero, lo mata tres veces. Pero se localiza en un tejido, y la idea es que ese tejido maligno sea aniquilado.
– ¿No son técnicas invasivas?
— No. Las técnicas con aceleradores lineales no son invasivas. La radioterapia tiene una especialización muy importante, la braquiterapia. ‘Braqui’ tiene que ver con estar cerca o en contacto. En el caso de la braquiterapia se inserta en la zona enferma tumoral o en el tejido a tratar, una fuente radiactiva. Los dos ejemplos típicos son los cánceres de útero o de cuello de útero. En esos casos se llama braquiterapia intracavitaria porque se deposita el material dentro de la cavidad por una determinada cantidad de tiempo y luego se retira. Ese es todo el tratamiento.
– ¿Y se terminó el cáncer?
— No. Terminó el tratamiento. Que el fin del tratamiento sea curativo o sea paliativo, depende de cuestiones clínicas en cada caso. Eso lo establece el médico. En mi caso, como físico médico, mi tarea son los cálculos y aseguramientos de calidad. Pero los objetivos clínicos los define el médico.
El ingeniero
– ¿A esta altura de su desarrollo profesional cuánto sigue teniendo de ingeniero y cuánto debe tener de médico?
— Lo mío sigue siendo ‘manejar el aparato’ con la mayor precisión. Para el día a día con los pacientes también hay técnicos que se especializan. Lo mío tiene de ingeniero en el sentido de que hay que razonar y hacer cálculos. Pero tiene también una parte de medicina porque hay que conocer algunas cuestiones anatómicas y fisiológicas. Lo que tenemos que hacer es asegurar que el equipamiento esté entregando la dosis de radiación adecuada en el lugar requerido. Tengamos presente que la dosis de radiación no se puede ver, no está en un frasquito ni es una cápsula o un comprimido. No se la puede ver en el cuerpo, sino a través de sus efectos. Esas son mis tareas como físico médico. Para eso hay que hacer cálculos, hay que manejar software. Hay mucho equipamiento accesorio, que son distintos tipos de detectores. O hay que hacer arreglos de detectores para medir la distribución de dosis que genera determinado haz.
– Ese es el área en el que está trabajando.
— Sí. Particularmente, me estoy especializando en radioterapia. Si tengo que decir qué hago hoy, diría que me estoy especializando en física de la radioterapia. La parte de medicina nuclear también fue una rama de estudio de mi postgrado. Estos temas también se tocan en la carrera de bioingeniería, pero a un nivel más informativo, no el suficiente como para salir a trabajar. En la maestría vimos primero cuestiones de ciencias básicas y de física a un nivel básico, en el Instituto Balseiro. Luego, en el FUESMEN de Mendoza el estudio estaba enfocado en las aplicaciones. Si bien tuve medicina nuclear, hay físicos médicos que se especializan en medicina nuclear, o en resonancia magnética. En radioterapia hay involucradas imágenes, pero lamentablemente se están separando cada vez más. Se complejiza cada vez cada área y aborda temas más específicos. Digo lamentablemente, porque todo es lindo y apasionante, pero hay que optar.
– ¿Cómo es la relación entre el físico y el médico?
— La mayor interacción se da luego que el médico indicó el tratamiento. El físico, en base a ese tratamiento establecido, debe calcular la incidencia de los haces, las zonas de entrada al organismo y hacer el cálculo de dosis. No sólo la dosis que recibe el tumor, sino también qué dosis recibirán los demás órganos, que debe estar por debajo de un nivel aceptable o no peligroso. Por ejemplo, si el médico quiere proteger especialmente los intestinos o la médula espinal, que son órganos críticos. En el caso de la cabeza, los ojos se protegen mucho.
La Maestría
– ¿Cuál fue su trabajo de investigación en la maestría?
— Hice la maestría en Física Médica con una tesis que se tituló “Dosimetría en campos pequeños. Intercomparación entre distintos detectores”. Los campos pequeños son un tema muy en boga en radioterapia, en todo el mundo. Históricamente se aplicó la física a la radioterapia y sus tratamientos concentrando la dosis en volúmenes grandes, con campos de radiación de varios centímetros cuadrados de superficie, porque eran los tratamientos que se hacían, y muchas veces los tumores estaban muy avanzados. Por otro lado, estaba mejor investigada la física básica microscópica que ocurre en los campos grandes. Pero, especialmente en los últimos 15 años, se desarrollaron técnicas que manejan campos de radiación muy pequeños, del orden de milímetros, orientados a tratar tumores muy chicos y en regiones muy difíciles de alcanzar. Por ejemplo, cuando hay metástasis en regiones profundas del cerebro o donde operar sea imposible o cuando no responden a la quimioterapia. El problema es que cuando tenés campos tan chicos toda la descripción física empieza a fallar.
– ¿Aparecen efectos cuánticos?
— Sí, ahí aparecen. Se debe estudiar física cuántica porque se están estudiando fenómenos del orden de los fotones. Ya no se ve a la radiación como una onda, sino que son flujos de fotones. Y en ese caso ya estamos viendo la física cuántica (Física de las pequeñas partículas de tamaños de moléculas, átomos o protones, N. de R.) Por otro lado la ciencia de materiales avanza cada vez más, con los semiconductores, por ejemplo. Así como en las cámaras fotográficas se desarrolló el detector de estado sólido que reemplazó al rollo de la cinta fotográfica, para radiaciones ionizantes se desarrollaron detectores pequeños. La dosimetría de campos pequeños está creciendo y se puede hacer en el CEMENER porque se compraron varios detectores de campo pequeño que normalmente no están en una clínica común por una cuestión de costos.
– ¿Su maestría avanzó en un área que está en el límite del conocimiento científico?
— Más o menos. En el cursado eran cosas básicas y conocidas. Las tesis, más que al límite del conocimiento, estaban al límite de la tecnología del país. Es decir, son cosas que a nivel internacional están, no hemos descubierto la pólvora. Pero pudimos trabajar sobre equipos y tecnología que al país están recién llegando y en CEMENER estamos inaugurando.
CEMENER
– Por lo que comenta, hay un giro en la CNEA. Siempre se pensó que es un ente dirigido a la energía nuclear y las centra nucleoeléctricas. Pero la veta de medicina nuclear es muy importante.
— Sí. Esto es algo nuevo, por lo poco que sé de CNEA. Es una apuesta de los últimos pocos años, y creo que responde a una política científica, que creó un plan nacional de medicina nuclear. No sé cómo sigue ahora con el nuevo gobierno, pero la idea es crear una red de centros de medicina nuclear en todo el país, distribuidos con algún criterio que desconozco. Uno es CEMENER en Paraná. En Mendoza, FUESMEN recibió un equipo nuevo, el primero en Sudamérica. Habría otros en Formosa y en distintos lugares. Cada centro está con distinto grado de avance y el de Oro Verde es, afortunadamente para nosotros, el más avanzado.
– ¿CEMENER es un hospital o un centro de investigación?
— Es las dos cosas. Un centro que va a tener asistencia a pacientes, investigación y docencia. En la parte de asistencia a pacientes hay distintas áreas: diagnóstico por imágenes con tomografía computada, resonancia, técnicas de PET y SPECT, radioterapia. La parte que viene más atrás en su implementación es hospital de día y quimioterapia.
– ¿Se enfoca en enfermedades oncológicas y graves?
— Principalmente, oncológicas. Desconozco si en la parte de hospital de día se harán otras intervenciones, pero radioterapia y quimioterapia tienen un 99% de aplicación en oncología. Las técnicas de imágenes también están fuertemente orientadas a la parte oncológica. En cuanto a la docencia, hay convenios con universidades para formar recursos humanos en carreras de grado, de postgrado y pasantías. También la carrera de bioinformática se está tratando de articular con CEMENER. En bioingeniería se dicta ya una materia en el Centro y este año empieza una tecnicatura en medicina nuclear orientada a formar técnicos.
La carrera
– ¿Alcanzan los bioingenieros que se reciben en el país?
— Laburo hay. Los que somos del interior tenemos que tomar la decisión de ir a trabajar a Buenos Aires. En bioingeniería hay trabajo pero con oferta laboral muy importante en Gran Buenos Aires. El proceso de recibirse en una carrera es doloroso, tiene sus momentos de angustia que me tocó pasarlos…
– ¿Lo ‘bocharon’ alguna vez?
— Sí (sonríe). Debo aclarar algo. Las personas que me conocen y se enteran de mi título en bioingeniería y la especialización en el Balseiro con la CNEA, creen que están ante un genio. Pero en realidad fui un estudiante re normal, nunca brillé; estuve diez años estudiando. Tuve un poco de suerte y tuve que sentarme muchas horas a estudiar, hay que hacer muchos esfuerzos y sacrificios.
– Estuvo diez años en una carrera pensada para seis.
— Sí. El plan de estudios cambió. Pero yo estaba con el plan viejo que contemplaba seis años de cursado de materias y hacer la tesis de investigación a la par con el cursado. Pero en la práctica, pasaba un caso cada cien. Era imposible. A mí me tocó volver a cursar alguna materia, pasar por momentos que no me sentía con ánimos de estudiar y rendir. El período de la tesis tiene tiempos que uno no controla. Se manda un anteproyecto de tesis y hay toda una burocracia para aceptarlo hasta que vuelve la respuesta. Trabajás en la tesis, te vas encontrando con callejones sin salida, llegás a una solución, mandás el trabajo terminado. El jurado también se toma su tiempo. Pero, en general a la carrera de bioingeniería la veo muy buena. Invito a los jóvenes a que se acerquen. Hoy en día el nuevo plan de estudios está orientado a que el cursado esté un poco más aliviado, con menos escollos. Antes, había muchas materias anuales que ahora se hicieron cuatrimestrales. Se agrupan temas de manera más lógica en materias más cortas y menos densas en contenidos.
– En las carreras científicas hay dos posturas. Una pide una carrera densa, con materias que hacen muy difícil recibirse, pero se logra una gran formación científica. Otros plantean bajar el rigor académico, facilitar el egreso y enfocar el resto de la formación en los postgrados.
— Estuve en muchas discusiones sobre ese tema, y me cuesta decidirme cuál postura es mejor. Yo estoy muy conforme con mi carrera. Hubo materias que me costaron más, otras menos; pero esa diversidad me abrió un gran panorama. Pienso que uno no puede prever las oportunidades pero surgen propuestas y en algún lugar de tu cabeza están los recursos para defenderte. Por otro lado, soy uno de quienes la carrera le llevó mucho tiempo. Hacer una carrera cuya formación está centrada en lo general y que después uno decida en qué especializarse, también puede ser una solución muy buena.
– ¿Hay desaliento al estudiar una carrera tan compleja?
— Las perspectivas laborales que uno tiene cuando está por recibirse son un poco inciertas. Entonces, uno siente que no está seguro de lo que quiere hacer y le gusta. Tiene miedo de especializarse en algo y que después no consiga trabajo. Tener una carrera más amplia, te da la seguridad de estar armado con varias cosas. Hacer una carrera más corta para especializarse después es una buena solución si la realidad laboral fuera diferente, más clara y más previsible. Por lo que sé en otros países, incluso Europa, se está tendiendo a ingenierías más cortas y luego hacer una maestría. El título de bioingeniero que tenemos en la UNER en otros países es un título de grado con una maestría. De todas maneras, la idea general de bioingeniería sigue siendo incluir muchos temas y hacer muchas cosas.
Quién es
Tomás Emanuel Spretz es bioingeniero recibido en 2015 en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Entre Ríos, la primera carrera de bioingeniería de América Latina. Luego hizo una Maestría en Física Médica en el Instituto Balseiro de Bariloche y en la Fundación Escuela de Medicina Nuclear (FUESMEN) en Mendoza, becado por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Trabaja en el Centro de Medicina Nuclear y Molecular de Entre Ríos (CEMENER), en Oro Verde.
Es hijo de Bernardo Spretz, pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, y de Patricia Yung. Sus padres viven en Urdinarrain donde el pastor conduce la congregación local de la IERP. Tomás es soltero, tiene un hermano, cuñada y una sobrina.
Experiencia
“En mi experiencia todo lo que uno aprende y estudió alguna vez tiene utilidad. En la escuela hay un montón de materias que no se sabe para qué sirven. Mi aprendizaje es que todo sirve para algo. Cuando uno se va luego del secundario, lo que tiene que estudiar para la carrera es el 50% de lo que se aprende. Aún sin lograr el progreso en la carrera, el aprendizaje que se lleva uno sirve para la vida. La experiencia de ir a estudiar es enriquecedora aún si uno se dio cuenta que se equivocó con la carrera”.
Ciencia y religión
– Siendo hijo de un pastor y en un ambiente teológico, ¿cómo se le dio por seguir una carrera de ciencias duras?
— No interferían los temas. Mis viejos son personas con mente abierta. En casa siempre hubo libros, siempre estuve en contacto con la lectura, la literatura.
– ¿No había una censura dogmática si ‘esta lectura está de acuerdo con la Biblia’?
— No. En lo que respecta a la ciencia, lo que nos inculcaron a mi hermano y a mí es que la Biblia no es un libro científico, es un testimonio de fe y una guía espiritual, si uno quiere. Pero la ciencia hace su trabajo y con la fe no tienen que estar colisionando. Esa división Iglesia versus Ciencia no es una postura que me inculcaron. De última, yo creo que hubiera tomado mis propias posturas con el tiempo. Por otro lado, mi mamá es técnica radióloga y yo tenía contacto con el vocabulario anatómico, las imágenes, los equipos de hospital. Creo que pudo ser una influencia para ir a bioingeniería.
– ¿Ud. es creyente?
— Soy creyente, pero sin creer que tengo la razón sobre las demás personas. La mayoría de mis amigos y conocidos se manifiestan no creyentes o creen en algo que no saben definir. Hay un respeto entre todos y no hay ningún conflicto sobre esos temas.
– ¿Es de ir a la iglesia?
— Voy poco (sonríe). Cuando voy colaboro con la parte musical, con la guitarra en la congregación de Paraná. Mi primer instrumento fue la batería; en la Iglesia con chicos de mi edad teníamos una bandita y tocábamos en campamentos juveniles. También tocaba trompeta en el coro de bronces. La iglesia me permitió desarrollar mucho lo musical, encontré mi espacio por ahí. Creo que muchas personas en el ámbito de la fe y las comunidades religiosas, tal vez no encontraron un espacio personal. Hoy en día no soy una persona que va a la iglesia, porque estoy trabajando mucho por otros lados.