Pancho Dotto: “Mis parejas se enamoraron de un tipo al que terminaron dejando porque no les dedicaba tiempo”
Crespo.- El ex representante de modelos Pancho Dotto, retirado del negocio desde hace cinco años, recibió a Paralelo 32 en su casa de campo El Refugio, ubicada a un kilómetro de Libertador San Martín. Luego de treinta años en el mundo de la moda y las pasarelas, volvió al terruño entrerriano donde nació hace 64 años. En más de dos horas, que incluyeron una visita a la casa donde recrea el estilo y el diseño de los años veinte y treinta del siglo pasado, con Dotto el diálogo fluyó por su vida, su carrera como representante de modelos, sus opiniones políticas y gustos culturales, que lo sitúan mucho más cerca de la sensibilidad social que lo que puede suponerse a priori. Durante la entrevista Pancho Dotto, estuvo acompañado por el crespense Horacio Cabrera, con quien mantiene una larga y entrañable amistad.
– Desde que empezó a trabajar, ¿cómo cambió el ambiente entre aquellos años y la actualidad?
— No alcanzo a entender lo que está pasando ahora; como tomé distancia hace cinco años. Yo conocí este lugar, Libertador San Martín, en 1995, cuando me interné en el Centro de Vida Sana. Años después, caminando con mi novia por acá, vi una loma con un ranchito y… para hacerla corta, porque se podría escribir un libro con eso, primero compré una hectárea, luego incorporé tres hectáreas más y acá estoy en El Refugio, después de muchas internaciones.
Vine en el 95 después de haber puesto una Dotto Beach en Laguna Garzón, departamento Rocha en Uruguay. Después de una violenta temporada, terminé internado acá. El efecto Tequila, demasiados gastos, demasiada gente llevé: noventa y cinco personas a mi cargo, ¡un disparate! Tomé distancia hace cinco años, después de haber trabajado treinta años ininterrumpidamente, sin sábados, sin domingos, sin feriados, sin cumpleaños ni nada.
Hay un cambio importante que tiene que ver con la tecnología. Aparte, hay un cambio importante en la humanidad. Creo que hay un desconcierto, más allá de nuestro propio desconcierto argentino, que siempre lo hemos vivido. Siempre hemos vivido etapas de crisis económicas que terminaron en crisis morales bastante recurrentes en Argentina. No terminamos de salir de la crisis económica, que sigue la moral y volvemos a caer en otra crisis económica y se va generando una pelota tan grande que hoy, nosotros, los argentinos no sabemos muy bien donde estamos parados. Pero la humanidad está en un cambio muy grande…
– Se está argentinizando…
— Pareciera ser. Por otra parte, la comunicación del papel cambió. La gente está manejándose por otros canales. La revista Para Ti fue la revista más antigua del mundo, en su género. Teníamos el orgullo, yo, que formaba parte del ambiente de la moda, de viajar por el mundo presentando mis modelos y presentaba las tapas de Para Ti. No servía para nada. Porque una cosa es tener una revista Elle argentina, una revista Glamour argentina, que tienen ediciones en varias partes del mundo y el título sirve. Si una cara está junto al nombre de la revista Elle, es fuerte, sea argentina, española o francesa, la inglesa o la americana que es más fuerte. El título sirve. Pero cuando iba a estas capitales del mundo y presentaba a mis modelos, decía ‘la revista Para Ti, la más antigua del mundo’, a nadie le importaba nada, pero yo tenía el orgullo de estar en la revista semanal, femenina, más antigua del mundo, que fue Para Ti hasta hace un mes, que dejó de salir en papel. Cambió mucho todo. Una ex modelo mía fue a verme con su marido ahora, a Punta del Este, para insistirme en poner una escuela, una Dotto School, pero la verdad que…
Escuela de modelos
– ¿No sabría qué enseñar en este momento?
— Para mí la estética sigue siendo la misma. Creo que sigue siendo la misma, la que yo manejo, por ejemplo. Cuando tenía la agencia tuve una escuela durante cinco años, que siempre estaba a mil y no le podía dedicar tiempo. Ahí conocí a un chico que se llama Luciano Kasik, que hoy construye edificios, no sólo en Argentina. Y conocí a una chica que iba a mi escuela que se llama Yésica Toscanini… pero digamos, el tema de la escuela yo le hacía firmar a los padres un documento en el que constaba que no por estar en la Dotto School les aseguraba que iban a terminar siendo las famosas de ese momento. Yo no le garantizaba eso a nadie. Lo haría de la misma forma…
– ¿Qué garantizaba en esa escuela?
— Hay escuelas de modelos en casi todos los pueblos, donde enseñan a caminar, a hacer fotos, a hacer castings. Pero no garantizan trabajo. Está la escuela de Anamá Ferreyra, que tiene 30 a 40 años por lo menos. Creo que la gente va a la escuela de Anamá porque ella es conocida, pero no sacó ninguna modelo famosa. Sin embargo, cobra una cuota. En el caso mío, al haber lanzado tantas chicas conocidas, hay como una exigencia o una mayor expectativa, pero yo tampoco garantizo eso. Por ejemplo, hoy llegó una chica de Valle María que me dijo que se está por anotar en la escuela de Valeria Lynch, que le da un título. En realidad, los títulos no sirven para nada. Muchas chicas, pobres, es una forma de decir, piensan que van a llegar si tienen cinco o seis títulos de escuelas diferentes. He hecho 12 scouting (búsqueda de modelos, N. de R.) en todo el país y venían chicas con cuatro o cinco títulos de escuelas de modelos, pensando que eso las validaba conmigo y a su vez con Kosiuko, Caro Cuore, Wanama, o con quien sea, solo por haber hecho cinco cursos y eso no tiene nada que ver. Yo le diría que el 99,9 por ciento de las modelos que son famosas a través mío, no hicieron ningún curso. El día a día las formaba. Aprendían a caminar, a vestirse, a manejarse, a maquillarse. El mismo trabajo, el ir a hacer notas y notas con Para Ti, Elle, Clarín, lo que sea, las chicas adquirían sentido común, aprender, preguntar. Yo hice un reglamento de 14 puntos. Un día me hizo una nota muy buena Jorge Guinzburg sobre los ‘diez mandamientos de Pancho Dotto’ y eran catorce. Allí decía que las modelos debían ser puntuales, estar vestidas las 24 horas bien, que tenían que llevar su book (álbum de fotos de modelo, N. de R.).
El reglamento era parte de las charlas con las modelos y eran charlas reiteradas con las mismas personas durante muchos años. Entonces, un día me tomé el tiempo, un par de meses, para hacer una redacción que terminó en 14 puntos, incluso sobre los departamentos donde debían vivir las chicas, por ejemplo, que ahí no podían llevar hombres, etcétera. Yo tenía muchos clientes de Chile, por ejemplo, peruanos o mexicanos, que venían a hacer trabajos puntuales, no para llevarse a las modelos a sus países. Y llegaba una modelo, conocida, que ya estaba trabajando, se presentaba, y cuando le pedían el book decían ‘no lo traje’. Me sonaba raro ese olvido. Cuando me cansé de hablarles, les hacía firmar que les entregaba el book, pero igual se los olvidaban… Eso fue parte de los treinta años de trabajo.
Los límites del éxito
– El ámbito da para ‘pasarse de lado’ en muchos aspectos: hábitos, sexo, adicciones. La noche da para eso. ¿Cómo se hace para poner límites?
— En principio, con mis modelos yo instauré e inventé la temporada en Punta del Este para exponer a las chicas a nivel internacional. Ellas iban con un contrato firmado por los padres, si eran menores de edad; si eran mayores, por ellas. En el contrato aceptaban las reglas que yo imponía: que no podían salir de noche; que si salían de noche iban con nosotros, la gente de la agencia; no podían tomar alcohol; no podían fumar. Tenían que hacer actividades físicas por lo menos tres veces por semana. Para lo cual, tenían todo cubierto: vivienda, comida, personal trainer, marcas que les regalaban la ropa. Nunca nadie hizo en ninguna parte del mundo una cosa igual. En el año 1996 traje a la ganadora del Concurso Elite y a una chica que me había caído muy bien en la final, que había sido en Ibiza. Las invité a Punta del Este y desde que las busqué en Montevideo hasta Punta del Este me preguntaron diez veces cuánto les iba a cobrar el día, porque nadie regalaba nada en ninguna parte del mundo. Vinieron por 15 días y se quedaron un mes. Vinieron con un bolsito y se llevaron tres bolsos. Una, la que no había ganado pero me parecía la más simpática y piola de las 80 y pico que conocí en el concurso, se fue hablando castellano y jugando al truco. Yo me reencontré con mucha gente a través del Instagram. Me reencontré con John Casablancas (empresario y agente de modelos estadounidense fundador de la agencia Elite Model Management, una de las más importantes a nivel mundial, falleció en 2013, N. de R.), quien inventó el negocio a nivel mundial y murió hace seis años. Vino a Punta del Este, lo invité en 1992 o 1993. Cuando le conté todo lo que hacía, no podía entender y me preguntó cuándo iba a cerrar la agencia porque los números no le cerraban. Finalmente no cerré la agencia, los números dieron, tuve mucho trabajo. Inventé un negocio en Argentina que nunca fue. No sé si es hoy negocio. En paralelo al mundo que yo viví, existían otros mundo antes, no sólo ahora. Existían agencias que con el mismo teléfono contrataban chicas para ‘otros trabajos’. O le abrían las puertas al hijo del presidente de la República del momento. Cosa que yo nunca hice. Tuve un enemigo bastante importante que fue Carlos Menem, Jr., el hijo del presidente Menem, que en paz descanse. Me la tenía jurada, simplemente porque yo no accedía que él venga a mis fiestas. Pero yo no tenía nada que ver con él. Quería ser mi amigo y yo le decía que no podía ser amigo de él, porque no tenía ni tiempo ni la edad ni nada para ser amigos. No era una cuestión personal.
– ¿No estaba jugando con fuego? Pelearse con el poder político no parece bueno en ese negocio.
— Tuve toda la vida investigaciones de la DGI, de la AFIP. Como nunca transé con el gobierno de turno, siempre me persiguieron por el único lugar que me podían perseguir. Como no consumo drogas ni he vendido prostitución ni nada, me buscaban por los impuestos. Me han hecho investigaciones integrales, realmente me volvieron loco. El edecán de Menem estaba casado con una prima mía. En el momento que se privatizó Entel, yo me estaba mudando de un departamento a un local grande. Al edecán lo llamé un día para pedirle si podía conseguirme una línea de teléfono. Me dijo que pidió las líneas, cometió el error de decir que era para un primo de su esposa. Le preguntaron si era yo, y al confirmarlo le prohibieron. A él le dio vergüenza decirme lo que le dijeron: ‘Para Pancho Dotto nada porque no entrega las chicas’. Eso fue de la mesa chica del gobierno.
En todos los gobiernos de Argentina, y supongo del mundo, hay una mesa chica semanal donde cada uno pide algo y se manejan cosas que ninguno de nosotros conocemos. Cuando el edecán pidió esa línea, se cortó. Hubiera hecho el trámite directo con María Julia Alsogaray, que en ese momento era la interventora de Entel, si le pedía diez líneas me las mandaba y no pasaba nada.
Siempre tuve esos problemas con el poder, de todas maneras quiero aclarar que estuve en varias reuniones con Menem. Yo me acercaba y él siempre tenía el argumento justo para seducir. En la inauguración de una parrilla él me decía cosas como: ‘Mirá que sos bravo; así que tenés suerte, que mañana te vas a correr las mil millas’. ¿Cómo sabe que voy a correr?, le preguntaba. ‘Yo sé todo’. ¿Y por qué no viene? ‘Porque estos me dicen que queda mal’. Te decía las cosas de tal manera que uno se olvidaba si tenía una diferencia política con Menem. Conocí a casi todos los presidentes, por una cuestión social. Menem era un tipo seductor, indudablemente.
– Se puede pensar que se llevó peor con De la Rúa o con Cristina.
— Con De la Rúa no tuve nada, lo vi poco el poco tiempo que estuvo. Los hijos eran muy protagonistas. Nunca pertenecí al mundillo que se movía a través del poder. A los hijos de De la Rúa si los veo, los saludo. Hace poco me invitaron a una comida en la chacra de Aíto (Fernando ‘Aíto’ De la Rúa, hijo del expresidente Fernando De la Rúa, N. de R.) en Punta del Este. Me iban a llamar y no me llamaron, obviamente. Porque nunca fui del núcleo de los ‘hijos de’. Si me acercaba… yo no vendía autos, ‘vendía’ chicas para trabajar de modelos, no de otra cosa. Como siempre supieron cómo era yo, nunca hubo ‘feeling’. Con Cristina, la verdad que ninguna relación, nada. La vi, igual que a Néstor Kirchner. A los dos los vi. Ni ellos ni los hijos era gente que estuviera en ámbitos de las relaciones públicas.
El Refugio personal
– ¿El Refugio es ‘su’ lugar en el mundo?
— Este es un lugar al que yo llego y me siento con mucha, mucha paz. Obviamente, hemos pasado de todo acá. Uno empieza una obra de remodelación con una persona, termina con otra. Tomando eso como natural, los pequeños conflictos con la gente, es un lugar que me da mucha paz.
– ¿Está en una edad para empezar a pensar más en la paz personal?
— Estoy pensando en la paz que me da la vida; después vendrá la otra paz, si Dios quiere, la eterna. Pero estoy tratando de resolver temas físicos, dolores musculares, problemas de columna y demás, para vivir en paz el resto de mi vida.
Vivir sin descanso
– Dijo que varias veces tuvo que internarse en Vida Sana. ¿Cómo era eso de no tener vacaciones, fines de semana, descanso?
— Era muy loco. Cuando me internaba acá, muchas veces venía con toda la intención de desconectar el celular y que no me llamen por teléfono. Pero era imposible. Si bien mi empresa llegó a tener 17 empleados, casi todo dependía de mí. Todos los viernes hacía una reunión con los bookers (supervisores de las carreras de las modelos, N. de R.). Me acordaba de todos los temas de cada booker, pero ellos no se acordaban ni siquiera de sus temas específicos. Era la obsesión que tenía porque las cosas salieran bien.
– Lo pregunto, porque normalmente sólo se ve lo que aparece en los medios: el glamour, las fiestas, las fotos, las modelos.
— Me pasó una vez y lo cuento como anécdota. Cuando venía a Vida Sana tomaba cierta distancia de la gente, para descansar. Una vez, me alejé de la pileta y me fui lejos con la reposera. Vino un señor, cuando estaba tirado en la reposera tomando sol. Se sentó a mi lado, me pidió permiso y se puso a hablar. ‘Desde que nací fui a Punta del Este’, me dijo y yo me decía para adentro ‘yo no’. Siguió: ‘Yo me acuerdo que ibas con el Impala’. A los cuatro o cinco años que comencé con la agencia compré un Impala. Yo no sabía cómo terminaba el cuento. Me dijo que me veía pasar en el Impala para un lado y para otro, a las corridas. Y al final me dijo: ‘Yo siempre pensaba: pobre tipo, los problemas que debe tener’.
Yo no lo podía creer; que el tipo pensara justamente en mi realidad. Porque uno trata de no caer en la locura, pero siempre fue bastante estresante tener menores, mayores, autos, a cargo. Tuve a la empresa Honda doce años como sponsor y llevaba tres o cuatro autos, hasta llevé diez o doce autos, todas las temporadas. Así como un padre está preocupado porque el hijo vuelva a determinada hora con el auto y no le pase nada, yo estaba preocupado porque tenía un montón de gente y había que rezar. A pesar que estaba todo diagramado como una familia, era demasiada gente dando vueltas. Pero, afortunadamente nunca pasó nada más que rasponcitos o que el auto llegue al final medio destartalado. Pero nunca hubo que lamentar accidentes. Creo que no solo fue una cuestión de mucha obsesión, sino también suerte.
– ¿En el Primer Mundo ese tipo de locuras se multiplican?
— No, en el Primer Mundo no existen. En el Primer Mundo nadie le presta un auto a nadie, nadie le da de comer a nadie sin cobrarle. Tengo un amigo, Carlos Cámara. Sigue con su agencia de modelos en Uruguay, que es un mercado muy chico. El hijo que tiene 20 años, trata de entender el mercado y quiere trabajar en la empresa del padre. Me contaba que leyó una nota de una revista importante del Primer Mundo, donde dice que el 80% de las modelos en las últimas ‘Semana de la Moda’ no ganaron plata, por el costo del pasaje, la estadía y etcétera. Cuando lo contaba, los dos le dijimos lo mismo: ‘Esto pasó siempre’. Quizás, ahora se popularizó, o pasará más. Pero siempre que mandábamos chicas de Argentina en mi caso, y de Uruguay él, la agencia les adelantaba el pasaje. Yo no les cobraba el alojamiento a las modelos. En el exterior, una agencia paga diez por un departamento y le saca diez o veinte de renta. Gana por todos lados para mantener su estructura. Y ganaban el doble de comisión que nosotros.
John Casablancas no entendía cuál era mi negocio. Una de las cosas que dio la vuelta al mundo fue esta personalidad mía que hizo que cuando cumplí 20 años en Punta del Este, la revista Vanity Fair viajó a Punta del Este para hacer la nota de los 20 años de mi agencia, porque era bastante particular mi forma de manejar el negocio. Muchas veces yo ponía plata y otras salí derecho porque, por un lado, era generar un determinado valor en el tiempo. Las marcas aceptan identificarse con un estilo de vida, que yo tenía. Yo tuve la suerte de poder elegir también los sponsors, así como ellos me elegían a mí. Una sola vez tuve un sponsor, no me gustaba el tipo, que en medio de la temporada hacía comentarios de todo y yo decía que no veía el momento de terminar la temporada para no tener más nada que ver con él. Con algunas marcas terminé como amigo de las familias de los dueños. Dejé de trabajar en esto y seguimos en contacto.
Ganador y perdedor
– Por su personalidad, se lo ve como un ganador. ¿En qué cosas se considera perdedor?
— En realidad, siempre hay un costo–beneficio. El costo mío fue no haber logrado una familia. Todas mis parejas se enamoraron de un tipo que terminaron dejando porque no les dedicaba tiempo. No las engañé con otra mujer, modelo o no modelo. Tenía obsesión por el trabajo, tenía ataques de pánico, me empezaron a agarrar los ‘estresazos’ en Punta del Este. Lo que cuento lo escribió la última editora de Para Ti en una nota diciendo que me faltaba el aire y que una novia que tuve, Elizabeth Márquez, me dejó por el ‘estresazo’. Con otra novia, Carolina Gimbutas, compré este lugar. Ella me dejó queriéndome mucho. Y yo a ella. Pero me dejó porque no podía dedicarle tiempo, porque para mí la prioridad era mi trabajo. Eso dicho a grandes rasgos. Después en la diaria, el asado, el partido de truco, el gran hobby, tampoco los tuve. Yo iba al nacimiento de ‘la hija de…’ pero no iba al nacimiento del hijo de un íntimo amigo mío. Falté al velorio y al entierro de la madre de un amigo porque estaba de viaje o en otra cosa. Hay un montón de prioridades que no existían en mi vida. Mi madre terminó viviendo conmigo y a veces me llamaba para recordarme que hacía seis meses que no hablaba con ella por teléfono. La locura mía era tan tremenda que…
– ¿Valió la pena?
— La verdad es que no sé. La verdad, decir si valió la pena o no sería entrar en la melancolía del tango argentino. En realidad, lo vivido está vivido, me siento orgulloso de lo que hice desde la nada, empecé en menos diez. A veces cuando hablo de la ingratitud de algunas modelos, en realidad es la ingratitud del ser humano. Y todas las grandes cosas que tengo las compré sin robarle ni engañar a nadie. Es para mí una satisfacción, sobre todo para tipos que venimos de la clase media–media. Mi viejo se compró el primer auto a los 40 años, yo a los 17. Y a los 19 tenía dos. Lo mido en auto como solemos hacerlo los argentinos.
Quién es
Luis Francisco “Pancho” Dotto nació en Paraná el 26 de septiembre de 1955. Se convirtió en representante a los 29 años, en 1984. Previamente, trabajó como modelo desde los 17 años. A los 14, cuando se fue de su casa, tuvo el primer trabajo en un taller mecánico. Por su empresa, Dotto Models, pasaron Araceli González, Elizabeth Márquez, Julieta Kemble, Carolina “Pampita” Ardohain, Dolores Barreiro, entre otras figuras talentosas y famosas.
Es hijo del oficial de Prefectura Naval Argentina Mario Dotto y de Teresa Melinger; descendiente de italianos por vía paterna y de alemanes del Volga por la materna. La madre, gran compañera de su vida, murió hace algunos años. El padre vive, pero están distanciados Pancho y él desde hace muchos años.