Nuestro amigo el papel
Se pueden guardar miles de fotos en bites, pero acariciamos aquellas que hemos guardado en papel y caen en nuestras manos cuando menos lo esperamos, buscando otra cosa.
No es igual regalarle a una novia un pen drive con poemas de Neruda o Benedetti, que un libro de alguno de estos vates, con dedicatoria.
No se hacen avioncitos ni barquitos de papel con un celular, no me sirve escanear y guardar la entrada al show inolvidable de Les Luthiers, la quiero en papel reforzado para guardarla en el cofre de los objetos inútiles pero amados.
No nos esforzamos estudiando cinco años primero y vaya a saber cuántos después, para que nos manden por email un título digital. Podría resultar frustrante. Al diploma queremos tocarlo, acariciarlo, mostrárselo a la abuela sin tener que arrastrarla frente a una computadora, o abrirlo en la pantalla de un celular, donde solo parecería un diseño más entre millones.
El documento que certifica que nuestro hijo es verdaderamente nuestro, es de papel. La carta del ser amado carecería de todo sustento si tuviésemos que leerla con la misma tipografía de letra con que leemos las noticias policiales. El papel se aguanta el puño y letra, que es el carácter y la belleza del firmante.
Y nunca será igual saltar de una página web a otra en busca de noticias que no está claro quién respalda y cuál es su intención. El diario en papel permite al lector recostarse, hojear buscando su sección favorita, descubrir, aprender, huir de una noticia con un solo golpe de hoja, comprar, vender, conocer el mercado, la gente, las obras, los sueños… Y si está en papel, como la partida de nacimiento de nuestros hijos, sentimos que es verdadero.
(Por Luis Jacobi)