Nuestra relación con el fútbol y su semejanza con la guerra
El fútbol es la metáfora de la guerra más perfecta de esta época. A través de éste podemos ser primeros aquellos a los que nos asignaron el tercer mundo. Allí podemos vengarnos de las heridas lacerantes del enemigo usurpador. Depositamos tanto allí, en el fútbol…
Y si algo quedó claro en este mundial es la importancia del factor psicológico para fortalecer el rendimiento deportivo; para volver de la derrota, de remontadas injustas; para enfrentar los penales; para sacarse los demonios de haber quedado tanto tiempo a un paso de la gloria.
No obstante, no tan ostensible resulta la importancia de ese factor psicológico para seguir en la vida, fuera de la metáfora. En los festejos, por ejemplo, se desató un nuevo pandemonio. Incluso acá, en Victoria. Para hablar sobre lo que depositamos en este deporte, en este juego, el psicólogo Emmanuel Argarate, quien ha dado charlas sobre violencia en el deporte y ha abordado este tópico en nuestra comunidad para generar consciencia, habló con Paralelo 32.
—El arquero de Argentina ha manifestado que realiza terapia y que habla sus problemas deportivos con el psicólogo, ¿Cómo influye la psicología en el fútbol, tanto en el rendimiento como en la parte social?
_Debido a la constante presión social que se evidencia en cada partido de fútbol, independientemente de la categoría, es importante que quienes son parte dichos encuentros cuenten con la mejor preparación para desarrollar la función de manera óptima. Para ello, según la teoría del rendimiento, existen cuatro pilares para un correcto desempeño en el deporte; física, táctica, estratégica y psicológica.
Al momento de analizar la situación, tres de las mencionadas especializaciones están en continuo desarrollo, ya que se las consideran como la base de cualquier deporte al momento de realizarlo con el mayor compromiso y profesionalismo. La parte psicológica, a lo largo de los años, ha sido el área en la que menos se ha avanzado. Pero se viven momentos auspiciosos. La gran mayoría de equipos (no sólo de fútbol, sino en diferentes deportes) tienen profesionales trabajando para mejorar el rendimiento de cada deportista. Por lo tanto, desconocer el aspecto psicológico en la realización de la tarea que nos toque desempeñar sería afrontarla con tres de las cuatro herramientas con las que se disponen.
El aspecto psicológico intercede mediante un enunciado que podríamos resumir de la siguiente manera: “Cómo realizar una actividad en ambientes donde los errores son costosos”. En relación a la pregunta, centrada sobre la figura de un deportista en particular, el arquero, que en comparación con los demás tiene una relación diferente con el error. Cada error cometido allí, bajo los tres palos, tiene una ‘potencialidad catastrófica’ diferente al resto. La catástrofe sería, por un error propio, poner a su equipo en desventaja, por lo que la carga psicológica es enorme, condicionando negativamente el desempeño deportivo. Por lo que se torna muy difícil de llevar adelante si no se encuentra debidamente preparado.
Será que a partir de allí se carga con la imagen social de que el arquero, como condición fundamental, ‘tiene que ser un poco loco’. Quizás, alguien ‘no tan loco’, no pueda tener el deseo de verse sometido ante tal presión.
Actualmente la psicología es parte de este conjunto de herramientas, con igual importancia que el físico, técnico y estratégico. Es equilibrar la capacidad que tenemos para entrenar a nuestro cuerpo para ser fuerte o flexible, de la misma manera que debemos entrenar nuestras mentes para estar calmos o confiados en las decisiones que tomamos. Que el desarrollo de la actividad deportiva pueda ser llevada a cabo sin cargas emocionales que dejen secuelas negativas en quienes forman parte.
Lamentablemente esta premisa sigue existiendo: errores que marcan carreras, y no carreras prevaleciendo por sobre los errores, que son inevitables debido a nuestra condición de ser humano.
Hacer un paralelismo con la parte social podría derivar en diversos caminos, pero me resulta interesante el siguiente: la psicología viene a poner el acento en que errar, sentirse vulnerable, imperfecto, dubitativo, es normal. De hecho, es inevitable. Por lo tanto, uno debería centrarse en poder reponerse de eso que no salió como uno quería, y no tanto en tratar de negarlo o que no se vuelva a repetir.
—En particular, todos conocemos cómo evolucionó la final, ¿qué opinión tenés del factor psicológico en cuanto a ganar, que te empaten, volver a ganar, etcétera?
_En este sentido creo que el equipo técnico tuvo un papel clave. Scaloni, en particular, tiene una manera muy sincera de declarar, sin el casete puesto, a diferencia de la mayoría de los futbolistas al realizar una declaración. Mecanismo de defensa para protegerse ante una subjetividad cargada de emociones, difíciles de controlar. Futbolistas o no, en las declaraciones uno pone en juego lo que siente. Parece ser que éste no es un ‘defecto’ de los futbolistas, cuando aparece el lado emocional (“Andá pa’llá, bobo”) pasan de ser futbolistas de elite a personas vulgares. Negando el lado humano del jugador.
Precisamente esto es lo que reivindica Scaloni. Vamos a fallar, porque somos humanos y esto es un juego. Pero… se va a ser un intento enorme por ganar para dejar orgullosos a toda una nación.
Al poder transmitir de manera brillante ese mensaje a todo un plantel, ya que una cosa es decirlo y otra transferirlo, el jugador en vez de negar el error lo puso dentro de la ecuación. Era una posibilidad, a la que no había que temer, sino que se tenía que aceptar y combatir.
Creo que fue de las mejores armas de la Scaloneta, ser conscientes de que se puede errar y sufrir, y no quedarse identificados con eso. En el tercer gol, empate en el último suspiro, suele ser un golpe letal. En este caso fue sólo otro golpe, para inmediatamente tomar carrera y propinar el golpe definitivo.
Otro que dio un ejemplo contundente, que dijo mucho al plantel y a los argentinos, fue Messi. Dejó de pertenecer a la selección por la dureza de las críticas, por cansarse de sentir el dolor de intentarlo y que no se cumpla. Volvió, y creo que se encontró con el escenario ideal; un grupo de jugadores que querían ganar, pero también querían ganar por él, para verlo feliz.
—En los festejos se vio mucha alegría. También, se vio violencia, ¿qué deposita nuestra sociedad en el fútbol para que se desate todo esto?
_El fútbol esta enraizado de una manera muy particular en nuestro país. Posee una gran importancia, que se multiplica en el mundial. Es el equipo de todos. Este es un significante con un peso tremendo. Todos queremos que ganen, todos sufrimos que pierdan, todos nos emocionamos si somos campeones. Es, cada cuatro años, un todosjuntos. Recuerdo una publicidad de un canal de deportes que decía: “La vida es eso que nos pasa entre mundial y mundial”. Hay algo que viene a romper con lo cotidiano y posee un poder de unión que nos moviliza a lograr un objetivo. Entonces, es un motor pulsional en el que todos estamos inmersos, en mayor o menor medida.
Freud nos enseñaba que el comportamiento en masa tiene varias particularidades. Resultaría oportuno resaltar dos; primero: la individualidad, podríamos decir que se suspende, por lo que las consecuencias del accionar individual quedan depositadas en lo colectivo, no se asumen individualmente; segundo: ante este nuevo canal que posibilita la masa, la descarga pulsional, de cualquier tipo, incluso las violentas, tiene una salida más ‘directa’ que la que se tiene en la vida en sociedad.
De lo que vivenciamos en las últimas horas podríamos decir que era una masividad que se presentía, iba a ser de magnitudes excepcionales. Para lo cual se debía tomar recaudos excepcionales. Y, por último, si el descontento a nivel social es elevado, la incertidumbre es un sentimiento que se respira en el país y genera angustia, enojo y frustración, es el fútbol, y en particular la movilización que genera el mundial, uno de los canales para descargarlo. Sabemos que no es el ideal, pero se transforma en uno posible.
—¿Qué opinas del exitismo en el fútbol?
_Es un término que circula demasiado en nuestro país. Lamentablemente es casi la única manera que concebimos el éxito; como un afán desmedido. Esa desmesura nace en que no hay nada más importante. El placer aparece sólo en el final y no en el proceso. No importan los modos, sólo el resultado.
Particularmente creo que el origen de esto es el miedo al fracaso. Palabra que se ha vuelto tabú. No está bien visto fracasar, aun cuando es algo que transitamos todos los días. Hace un tiempo preguntaba en uno de los encuentros realizados para debatir sobre las violencias en el fútbol: “¿Messi (previo al mundial) fracasó en la selección argentina?”. La mayoría respondía que no, por no querer decir que era un fracasado. Allí el error; fracasar parece que define a la persona, se convierte en un fracasado. A su vez diría, allí el error define.
Ante esta posibilidad nos aferramos rápidamente en la otra esquina, hay que ser exitosos a como dé lugar, para no ser fracasados. Nuestra selección creo que nos dio el ejemplo, se haya ganado o perdido, que no se trata de habitar esos extremos, sostenidos por los miedos a la posibilidad de ser algo que no queremos.
—¿Cómo se puede trabajar para evitar la violencia en el deporte en nuestras comunidades chicas?
_Lo primero que debemos pensar es cómo nos posicionamos ante esta problemática.
Intentando ser breve, podríamos puntualizar ciertos ejes, su desarrollo es extenso, pero creo importante nombrarlos para comenzar a pensarlos en sociedad.Primero, hablamos de violencias en el fútbol, ya que no hay una única manera en la que se desarrollan; segundo, deberíamos virar hacia un camino diferente al de sólo prohibir y censurar, porque nos lleva a pensar en que somos una sociedad naturalmente violenta, se tiene que incentivar el camino de prevenir y educar. Tercero, las violencias no son cuestión de dos, tenemos un ejecutor, una víctima, y también tenemos testigos, es decir que todos formamos parte de esta problemática, tanto como para exacerbarla o mitigarla. Cuarto, “la palabra dice, pero el ejemplo mueve”, no alcanza con decir que ser violentos está mal, como decíamos, siendo todos parte hay que cuestionar nuestras propias prácticas.