Tecnología
Los nuevos cánones de belleza: cómo las redes sociales están reprogramando nuestro cerebro
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A lo largo de la historia, los cánones de belleza han cambiado radicalmente. Si en el pasado la piel pálida y las formas redondeadas eran símbolo de riqueza y estatus, hoy se premian los cuerpos tonificados, los rostros simétricos y los tonos de piel bronceados. Sin embargo, nunca antes estos estándares se habían transformado tan rápido como en la era de internet, donde los filtros de Instagram y los algoritmos de las redes sociales dictan —en tiempo real— qué es bello y qué no.
En el pasado, las modas estéticas podían tardar décadas en cambiar. Hoy, basta con que un influencer viralice un nuevo “look” o reto corporal para que millones de usuarios intenten imitarlo. Pero, según la neurociencia, este fenómeno va mucho más allá de una simple tendencia cultural: las redes sociales están moldeando físicamente la manera en que nuestro cerebro percibe la belleza.
Cómo la belleza se “adhiere” al cerebro
La neurocientífica Laura Elin Pigott, en un artículo publicado en The Conversation, explica que los cambios en los cánones de belleza no solo se reflejan en la sociedad, sino también en la estructura neuronal de las personas. “Todo aquello que vemos de manera constante —rostros, cuerpos o estilos— se adhiere a nuestro cerebro y altera la forma en que percibimos lo que es bello”, sostiene Pigott.
Desde un punto de vista evolutivo, nuestro cerebro está programado para sentir placer al observar rostros atractivos, un mecanismo asociado con la salud y la reproducción. Pero la belleza, señala Pigott, también se aprende. Lo que vemos con frecuencia acaba por definir nuestros propios criterios estéticos.
Un estudio citado por la neurocientífica mostró que las personas tendían a considerar más bellos los rostros que habían visto muchas veces, incluso si al principio no los percibían como tales. Con el tiempo, sus áreas cerebrales vinculadas a la recompensa se activaban con más intensidad ante esas mismas caras.
En el contexto actual, dominado por imágenes editadas y cuerpos moldeados digitalmente, eso significa que las redes sociales están “entrenando” a nuestro cerebro para desear lo que el algoritmo decide mostrarnos.
Filtros, algoritmos y placer visual
Los filtros de Instagram y TikTok son uno de los mayores responsables de esta nueva distorsión perceptiva. Un estudio reciente reveló que, tras exponer a los participantes a rostros mejorados digitalmente, su cerebro respondía con menos entusiasmo ante caras reales. Es decir, la belleza natural produce menos placer cuando estamos acostumbrados a la perfección artificial.
El fenómeno no solo afecta a la percepción externa, sino también a la autoestima. Muchos usuarios terminan comparándose con su “yo filtrado”, generando un ciclo de insatisfacción y búsqueda constante de aprobación. En palabras de Pigott, “los filtros no solo cambian cómo vemos a los demás, sino también cómo nos vemos a nosotros mismos”.
Reeducar la mente (y el algoritmo)
Pese a lo inquietante de estos hallazgos, los expertos aseguran que hay motivos para el optimismo. El cerebro es un órgano plástico, capaz de desaprender y readaptarse. Las áreas cerebrales implicadas en la recompensa —como el núcleo accumbens y la corteza orbitofrontal— pueden reorganizarse si se cambian los estímulos a los que se exponen.
Esto implica que también podemos reprogramar nuestra percepción de la belleza. Cambiar la forma en que usamos las redes sociales, seguir cuentas que muestren diversidad de cuerpos, rostros y colores de piel, o simplemente reducir el tiempo frente a imágenes editadas puede ayudar a equilibrar nuestra relación con la estética.
“Si educamos a nuestro algoritmo para que nos muestre variedad, estaremos educando también a nuestro cerebro para aceptar esa diversidad como parte de lo bello”, explica Pigott.
Belleza real en tiempos de inteligencia artificial
En un mundo donde la inteligencia artificial puede crear rostros inexistentes y la cirugía digital se ha vuelto moneda corriente, la verdadera revolución estética podría ser la aceptación. Comprender cómo funcionan los mecanismos neuronales detrás de la percepción de la belleza nos da una herramienta poderosa: la capacidad de resistir la manipulación visual y emocional de los algoritmos.

