Los apuros de la víspera
** Estamos en la víspera de Navidad y los carteros no llaman a nuestras puertas para dejarnos esas tarjetas emocionantes de cartón, enviadas con estampillas por familiares y todos los que se acordaban de un buen deseo para estas fechas. El envío por el correo tradicional fue sustituido por la entrega personal y luego por una imagen digital que se lee de apuro en email o Whtsapp, sin el mismo efecto, que también están desapareciendo por haberse advertido su ineficacia.
** Y como en toda víspera, salimos de apuro a comprar o pedir prestado todo lo que todavía nos falta o se nos ocurrió bajo la presión de un festejo que requiere de ciertos detalles. En eso andaba don Leoncio cuando lo detuvimos para estirarle un mate.
** –M. Gusto de verlo don Leoncio, qué lo está haciendo trajinar por estas veredas?
_L. Salí para comprarme un vaquero.
–M. ¿Un vaquero?
_L. Sí, un pantalón vaquero, que ahora les llaman yin, o peor, porque ahí tuve un mal entendido con la vendedora que me dijo “solo tengo el chupín”. Y bueno, le dije yo, es medio temprano para un chupín pero si me da tiempo voy hasta la esquina, compro unas galletas y un ‘torito’ y lo comemos juntos.
— ¿¡…!?
** _L. Me quedó mirando la muchachita y me di cuenta que estábamos hablando de cosas distintas, hasta que aflojé la cincha y le dije: ¿de qué chupín me habla? “El chupín es el de manga angosta, ajustada”, me dijo la gurisa casi riéndose de mi, mientras me mostraba las botamangas de un pantalón que parecían dos bombillas. Se imagina si voy a salir a la calle con unos pantalones de los que usan los petiteros.
–M. Y… qué se le va a hacer don Leoncio, es lo que hay en estos tiempos.
_L. Me quedé pensando.
–M. ¿En qué?
_L. Mire si compraba esos pantalones y una noche tengo que salir de apuro porque escucho ruidos raros en el gallinero. De chico me acostumbré a la bombacha suelta y aireada, aunque no las uso desde que me volví pueblero. Reconozco que en una época –cuando mis padres decían que yo era un caso perdido– supe ponerme de esos pantalones Oxford, acampanados abajo y ajustados arriba, pero yo me los compraba dos números más grande para que me quedaran cómodos. Al final abajo quedaban tan anchos que no podía bailar porque las chicas me los pisaban.
La chica de la boutique
** –M. Lo apoyo totalmente don Leoncio. Tenemos que vestir como nos gusta y nos queda cómodo y no como quieren imponer los diseñadores, que cambian todo de un año a otro para que los fieles de la moda tiren lo anterior y renueven el vestuario.
_L. No hay que salir del ancho, que uno se lo puede poner al trote cuando tiene que salir apurado.
–M. Insiste con eso. Parece que usted anda de apuros medio seguido.
_L. Tengo un pollero en el fondo y el patio abierto, imagínese.
–M. ¡Pero por favor! Si se le mete alguien mande un chumbo al aire pero no se exponga.
_L. No vaya a creer; las comadrejas ya están más avivadas que los chorros y saben que tiros al aire no lastiman.
** La conversación en el comercio de ropas, según el relato de don Leoncio mientras vaciábamos un termo sobre la Taragüí, se dio más o menos así:
–Ch.B (Chica de la Boutique). Son angostitos pero elásticos, ¿no lo ve?, parecen de goma como usted dice –insistía ella mientras estiraba la tela.
_L. Peor, peor. Deje para las mujeres eso de andar calzadas, ellas hacen un mejor relleno que yo. Míreme.
–Ch.B. Este yin es un vaquero pero es para el caballero. Jaja me salió en rima. ¿Vaqueros no son los que montan vacas?, bueno, seguro que se llevan bien con los caballeros, que montan caballos…
_L. ¡Junigran…! No, no, los que montan vacas son los toros, m’hija.
La frescura de una margarita
** _L. A esta altura del partido, le puedo decir don mangrullero que me vi en apuros porque no sabía si la muchacha era bruta o me estaba sobrando. Respiré hondo y le dije: Oigamé chiquita, no sé si me está cachando o se hace la piola conmigo, pero un poco más de respeto yo podría ser tu abuelo.
–Ch.B. ¡Má vaaale!, mirá si me decís que podrías ser mi hermano!, me contestó ella con su mejor sonrisa.
** _L. Justo cuando me estaba subiendo la mostaza, le agarré cariño, después de todo tenía la frescura de una nieta, que así hablan hoy con sus mayores. Me reí de buena gana, le di un beso de esos que en el abrazo se amagan pero se dan al aire, deseándole Felices Fiestas, y salí para lo de mi viejo proveedor de pilchas. Me fui pensando: No era la gurisa, era yo. Ella no vino a venderme, yo me metí en el lugar equivocado. Es como si usted va por alpargatas Rueda a la sucursal de calzados Paso Doble.
** –M. ¿Paso Doble, Paso Doble? No he visto la publicidad de esa marca de zapatos en Paralelo 32.
_L. No se haaaga el potrillito. Yo sé que está yendo a un gimnasio pero no se la vaya a creer. En todo caso aproveche estos días que invitan a la nostalgia, hojee un poco los ejemplares amarillentados por los años y la encontrará. ¿Y usted ya estaba al principio, no?
Din-din-don Din-din-don
** _L. ¿Tiene algún plan original para estas fiestas, Mangrullero?
** –M. Una fiesta tradicional no requiere originalidad. Me gusta reunir a toda la familia, mirarlos en algún momento y, viéndonos juntos y en armonía, tomar conciencia de que esto no va a ser siempre así.
_L. ¿No es un poco trágico para un momento así?
–M. Para mí es un buen ejercicio de maduración, pero escuche; después de ese pensamiento inicial disfruto mucho más del momento.
** _L. A veces es mejor no pensar.
–M. Evadirse no consuela, ni edifica, ni madura, ni ayuda a asumir las tristezas acechantes. Por supuesto, si durante este año o en los últimos días hemos sufrido uno de los reveses más crueles de la vida, nos convendría escaparnos de ese recuerdo, estoy de acuerdo en no fingir olvidos, pero tampoco exagerar recuerdos.
** _L. Hay desgarros y heridas que ni siquiera necesitamos pensarlos, se presentan solos.
–M. Si, sobre todo los relacionados con una muerte o una separación. Para esos hay que recurrir a la paz que solo logramos estando en armonía y en sintonía con nuestro Señor. Alejados de Él ni siquiera estamos en capacidad de comprender este misterio.
** _L. El que se lastimó en el cuerpo tiene antibióticos y calmantes, pero ¿cómo hacer con las heridas del alma?
–M. Mi respuesta, don Leoncio, no es la de alguien que sabe. Aquí estamos hablando dos con experiencias diferentes y cada uno de nosotros habla desde ese lugar. Pero las heridas no necesitan cicatrizantes para sanar. Cicatrizan con el paso del tiempo, dejando una marca, sí, que es el recuerdo, y creo que las del alma se comportan de la misma forma. Las cicatrices no deberían seguir doliendo indefinidamente si no las frotamos.
Todo lo que tenemos es prestado
** _L. Usted lo hace fácil. Una cicatriz en la cara, aunque no duele cambia ese rostro, y una cicatriz en el alma opaca la mirada.
–M. No he dicho lo contrario. Dije que la paz de Dios calma dolores y nos hace comprender que una cicatriz no es, nunca puede ser, una herida abierta.
_L. ¿Y cómo fue que empezamos a hablar de estas cosas?
–M. Dije que durante las fiestas y todas las veces que puedo reunir a la familia, casi siempre tengo ese primer pensamiento, que es muy natural. Unos crecen, el estudio, el trabajo, el matrimonio, pueden llevarlos a otros confines, quizás muy lejos, uniéndolos a otras personas con sus propias responsabilidades y circunstancias; otros envejecen, viajan, viven alegrías y tragedias, contraen enfermedades…
** _L. Y si, todo puede pasar…
–M. Es por eso que me gusta tomar clara conciencia de que nada es para siempre, todo nos ha sido prestado. Quien toma conciencia de eso sufre menos. Desde ese punto de vista, mirándolo al contraste, poder reunirnos sin faltar ninguno, es más intenso, tiene más sabor, mayor gloria.
** _L Taaaaa bueno. Este cuerpito se va yendo para seguir buscando un pantalón decente. Le deseo una hermosa Navidad y un gran 2017 Mangrullero.
–M. Mis mejores deseos para usted y doña Violeta. Una pregunta todavía; a usted que ha vivido muchos futuros, ¿cómo lo ve al año próximo, don Leoncio?
_L. Bien, muy bien. Lo bueno que le veo al 2017 es que todavía no lo arruinamos.
** Felices Fiestas queridos lectores mangrulleros. Ricas y abundantes bendiciones de Nuestro Señor para todos. Y un aplauso para todos los asadores y horneros que se jueguen durante las mismas.