La intimidad de la educación sin aulas y sus aspectos más controvertidos
Reproducimos textual la nota de una docente que ahonda en la intimidad de la relación docente-alumno-padres, cuando no todos los actores intervinientes lo entienden de la misma manera.
“El daño está hecho, entonces ¿cómo repararlo?” El 2020 fue un año que puso en jaque las rutinas de cada hogar, empleo y especialmente a la institución escolar. Quienes integramos las comunidades educativas teníamos la esperanza de que serían unos pocos días como en 2009 con la gripe N1H1. Los días pasaban y todas las escuelas recurrieron a lo que tenían para poder distribuir trabajos, recibir, corregir y dar devoluciones. Se tuvo en vilo a directivos, docentes, padres y estudiantes con declaraciones erráticas de las autoridades educacionales hasta pasado agosto cuando se dijo que todos aprobarán, o no. Esto hizo que muchos se dejasen estar y luego, cada escuela, tuvo que organizar formas/modos/maneras tratando de “reconectar” a quienes -voluntariamente o no- se habían “desconectado”.
Es verdad que hubo y hay desigualdad al momento de participar en las actividades escolares. No todos los alumnos tuvieron acceso a una computadora, un celular a disposición o conectividad pero en escuelas se ofreció el material impreso, se recibió en mano y se distribuyó lo enviado tanto por docentes como por los estudiantes.
Algunas municipalidades colaboraron a través de los puntos digitales o imprimiendo el material y así se intentó llegar al que había dado señas de vida y quería trabajar. Porque también hay que diferenciar que muchos tenían la mejor tecnología en sus casas y no presentaron nada… Muchas familias ayudaron en lo que pudieron, incluso con audios o videos pidiendo ayuda para explicar o acompañar las actividades, otras se disculpaban por no tener la alfabetización adecuada para poder realizar actividades, o por contar solo con un celular para el grupo de hermanitos. Pero lo importante era acompañar, estar y mantener la responsabilidad de cumplir y saber que en algún momento volveríamos…
Otros padres solo se quedaron con el hecho “cuando vuelva lo lleva”; “que el estado se haga cargo o la escuela”; “yo no soy el profesor”; o “se fue a trabajar con el padre, tío, abuelo, ¿usted le va a dar de comer?” (respuesta en entrevistas para saber por qué no hacían las actividades).
Otro punto no menor es que los docentes abrieron sus hogares y flexibilizaron su tiempo para poder aprender y descubrir una nueva manera de enseñar, y a su vez muchos por ser padres, hermanos, abuelos, tíos ayudaron a otros y así puedo seguir enumerando situaciones. Como toda institución, quien ocupa el cargo directivo es quien direcciona, organiza, define y va en búsqueda del consenso del resto del equipo (si la escuela tiene otros cargos, en algunos casos el Director/Rector, está solo en la función) y del colectivo docente siguiendo los lineamientos que desde en CGE y/o vía Supervisión se enviaron. Para muchos fuimos autoritarios, hasta incluso nos llamaron “metidos” por visitar a familias y pedir que cumplan con la escolaridad de sus hijos. Hubo docentes muy comprometidos que deslumbraron con clases, usos de programas, aulas virtuales y las más ingeniosas actividades que jamás vi… Tampoco podíamos decir no respondo porque estoy fuera del horario. Nuestros teléfonos son los más populares y cualquier alumno, docente, padre y hasta el tío, si tiene que quejarse lo hizo, hasta con amenazas, y ni hablar si conocen tu domicilio…. ”Vos tenés que firmar los Progresar….la asignación, becas”, y no importa día, hora o si es tu casa porque “SOS empleado del Estado y estás para servir/ para eso te pagan”. Pero muchos de ellos cobrando estos ingresos igual culpan al Estado de no tener internet, celular o para fotocopias, ¿y entonces para qué son estos planes? ¿No son acaso para asegurar educación y salud? ¿Quién coteja?… ¡Nadieeeee!!!!
Entonces hoy ¿estamos o no preparados para volver?, ¿hay riesgos?, ¿hay insumos?, ¿qué pasa realmente con el verdadero objetivo que es alfabetizar en contenidos básicos mínimos e indispensables para la vida, el trabajo y el estudio? Nos rasgamos las vestiduras y echamos culpas a todos lados, pero la cuestión acá es sencilla: Otro año más como el 2020 sería seguir generando ignorantes.
Volvamos a la presencialidad. Mejorar sueldos, obvio que se debe recomponer y tener un aumento acorde a la inflación, al traslado y a los materiales que se necesitan. No justifiquemos que todos se mueven por trasporte urbano porque según qué lugares, no todos lo usan. En mi caso solo un docente viaja en colectivo. Si, es verdad, el valor del combustible está lejos de permitir que el viaje diario a los lugares de trabajo con lo que se paga por el código 29 de traslado. En noviembre y diciembre los directivos recorrimos buscando precios para hacer valer cada centavo y compramos dispenser de jabón, toallas, alcohol, barbijos e insumos de limpieza. Para arrancar el ciclo lectivo las escuelas –cuyos directivos cumplieron con una parte de su rol: el de administrar recursos- están provistas de lo indispensable.
Los protocolos pedidos para poder pensar ¿Cómo? ¿Cuántos por aula? ¿Qué hacer? Ya los tenemos. Solo falta ir poniendo en acción y desde allí re evaluar, según se pone en marcha y en permanente contacto con Salud para monitorear la situación de cada localidad/ciudad/zona rural.
Los chicos quieren volver en su mayoría, exceptuando a los que tienen patologías de riesgo, y se respetará a los padres que no adhieren (ya pasa por una decisión de cada padre). La obligatoriedad de la asistencia también le corresponderá establecerla al CGE. Los docentes que también tienen patologías y son considerados de riesgo, tomarán licencia o -como están diciendo desde Nación- pueden realizar trabajo remoto.
Creo que todos debemos hacer un poquito y sumar voluntades. Cada eslabón de esta cadena tiene que aportar lo suyo para poder –entre todos– poner en orden de prioridades a la educación. Las familias ayudando con las cuotas de cooperadora, enviando a los chicos con los elementos necesarios, a los que hay que sumar el alcohol y barbijo con las consecuentes indicaciones de uso. Desde el Estado enviar las partidas actualizadas en cuanto al monto, en las fechas establecidas, y realmente revalorizar las instituciones de la salud pública y la educación.
Punto aparte merece nuestro reconocimiento al personal de salud. Ellos enfrentaron en primera línea los riesgos que trajo consigo una enfermedad desconocida y que alcanzó el nivel de pandemia, muchos enfermaron, algunos murieron como consecuencia del virus, pero la gran mayoría no dejaron de asistir a sus lugares de trabajo y cumplir con su deber de atender a los enfermos.
Los docentes ¿no podremos dejar de lado las mezquindades y asumir que para que esto cambie la única solución es educar, que los habitantes de esta bendita tierra piensen solos, que voten por convicción, no por conveniencia, que vean que del trabajo y de los buenos valores se saca adelante una sociedad, no echando culpas y buscando el menor esfuerzo… Cada tarea debe tener un toque de vocación; amar, sentir, acompañar, cuidar. Si no, ¿cómo haremos las cosas cada día?, ¿Por qué sí?, ¿por rutina?
Tenemos un país con un territorio extenso, variedad de climas y muchos habitantes con ganas de progresar. Hagamos que el trabajo responsable sea la bandera. Que nuestros gurises vean que el esfuerzo y las ganas de superación los llevan a títulos profesionales, a realizar emprendimientos productivos, formales, o simplemente a ser ciudadanos que opinan y eligen libremente cómo vivir.
N de R: Esta nota es autoría de una docente de Paraná Campaña, que prefiere mantener su nombre en reserva para que la identidad no interfiera en la objetividad que se pretende.