La clave que me clava
** Tiempos hubo en que nos bastaban dos números claves para dominar el mundo: el de nuestra libreta de enrolamiento, o de la libreta cívica en el caso de las mujeres (hoy unificados en DNI), y el de la cuenta corriente en el banco que se había atrevido a darnos chequera. Con tan poca sobrecarga mental, nos sobraba memoria para recordar algunos números de teléfono y hasta la fecha de cumpleaños de varios compañeros de la colimba. Menos mal que algunos aspiraban a un poco más y estudiaban ingeniería para ejercitar mejor ambos hemisferios del cerebro.
** Nos sentíamos perseguidos por muchas cosas, menos por esos misteriosos hackers que en la actualidad constituyen una amenaza cuasi demoníaca. No sabemos quiénes son ni donde están pero se nos advierte constantemente que nos pueden afanar alguna clave y chuparnos el saldo de la cuenta corriente y hasta los ahorros de toda una vida (para quien los tuviera). O llenar de gusanos el cerebro de nuestra PC, que se comerán todo hasta dejarlo vacío e irrecuperable. No había necesidad de obsesionarse con una mano negra que ante nuestras narices podía hackearnos una cuenta, robarnos el usuario, o nos creara un perfil trucho con nuestro nombre en las redes sociales.
** La inseguridad comenzó cuando todos nos decían que con el password ni Mandrake nos iba a meter las narices en los asuntos privados. Fallaron. No hay solidez. El presente nos ofrece una seguridad muy líquida. Esa es la impronta de estos tiempos, ¡ahijuna!, cuando un emoticón vale más que mil palabras y a Gardel lo despinta cualquier hit de verano.
** No podemos decir que tantas claves (passwords) en este presente tan dinámico nos den seguridad. En todo caso nos dan buenos pretextos en ocasiones de emergencia doméstica o marital:
–¿Gordo, sabés que fecha es hoy?
_(Crick, crick, crick)
–¡La de nuestro aniversario! ¡Para qué te lo pregunto, si a vos ya no te importa!
_Amor, entendeme, tengo que memorizar más de veinte combinaciones alfanuméricas y me puedo olvidar de una fecha social, en cambio si olvido la clave para activar y desactivar la alarma de casa, el aparatito me pondrá en la pantalla un emoticón tipo “te juro que acá no pasás hasta que me ingreses correctamente tu identidad”.
–Está bien. Yo soy igual. ¿Olvidaste la clave para ponerme de buen humor en el día de nuestro aniversario? Conmigo tampoco pasás. Tomátelas.
Piratas al acecho
** ¿Qué es un password? Una jodida contraseña, antojosamente conocida también como clave. Y si se llama contraseña ¿para qué necesitábamos reemplazar esta palabra con un anglicismo? Pues para que nos tomemos más en serio su importancia. Es inglés. De los norteamericanos. Gente seria, no como los chantas de acá. Si es inglés es más seguro. Aquí nadie te da seguridad, acá te afana hasta la ancianita a la que ayudas a cruzar la calle.
** ¿Para qué sirve una contraseña? Para casi nada pero sin ella somos una campana en altura, sin la soga. No podemos personalizar la PC ni el celular, ni hacer el seguimiento de un trámite en el Anses o chequear los aportes, ni el seguimiento del spinning que compramos en la China, cuando la demora en llegar se pone sospechosa. Ni hablar de la Afip, donde sin clave no pasás; sin ella tampoco se puede blindar las cuentas en las redes sociales…
** El nombre propio es cada vez menos necesario y hasta podríamos olvidarlo por pronunciarlo tan poco. Lo que jamás hay que olvidar es la clave alfanumérica de cada cosa que se nos ha vuelto imprescindible. Por ejemplo la alarma de nuestra casa. No recordarla es peor que olvidar el aniversario de bodas. Ni la del Home Banking, que cuando lograste memorizarla te cambiaron a otro sistema llamado Canal Empresa.
** Clave para leer los saldos de la Master; para ingresar a sitios web; tomar un turno por internet para atención médica; extraer unos mangos del cajero automático. Para todo se necesita una contraseña, pa-ra-to-dooo, y cuando hicimos el enorme gasto neuronal de memorizar cada una, el sistema nos aconseja cambiarla por otra ni parecida, para despistar a los piratas del ciberespacio.
Morderla y nunca soltarla
** La mayoría coincide en que el único lugar seguro para las claves es la memoria de cada uno. Pero, ¿cómo hacer para memorizar tantas?
La metodología más usada entre los usuarios –sobre todo los que ya acumulan mucha juventud- es anotarlas en algún papel. «La clave que requiere ser escrita deja de ser segura: pierde la confidencialidad, deja de ser del usuario. Ese papelito es manso, se puede perder y llegar a manos de alguien», meten miedo los expertos en seguridad informática.
** Lo seguro es memorizarla y no repetirla frente a nadie. No se la digas ni a la bruja. Y cuidado con las confusiones posteriores. Aunque la máquina te va señalando los pasos o te marca el error, que no te pase como al chabón que metió la tarjeta y esperó a sacar guita. En la pantalla pudo leer “Digite la clave”.
–No, te aseguro que no (le dijo a la máquina, que insistía haciendo parpadear sus letras cada vez con más fuerza: “Digite la clave”).
–Nooo, te juro que nooo, te juro que no se la dije a nadie.
** Estas cosas –como la de este chiste viejo para el público que se renueva– también suceden. La tecnología nos obliga cada vez más a amigarnos con ella y memorizar decenas de claves y alguna siempre se confundirá o desaparecerá para dejarnos afuera de algo.
** Como si fuera poco el esfuerzo mental que debemos hacer, los expertos aconsejan no usar la misma clave para todos los accesos: “hay que armar un mínimo de cuatro contraseñas y variarlas cada dos meses». «Las cuentas más vulnerables y expuestas son las que tienen claves repetidas».
¡Cada dos meses! Es lo que tardo en aprenderme una.
Los revoleadores de medias
** En definitiva. El mundo ya no es el lugar que supo ser y mientras nos cuidamos en la calle por el acecho de ladrones, puede suceder que nos roben otros, desde lugares lejanos que ni siquiera conocemos. Y lo peor de todo esto es que no podemos echarle la culpa a Macri, quedándonos sin oportunidad de practicar este deporte nacional.
** Vio que en esta hora de la venganza para los K, cuya jefa espiritual ha sido tan maltratada, se pasan el día revisando páginas web en busca de signos de fracaso, y en la caduca Facebook no se salva ni el pueblito de Catamarca donde quedaron veinte obreros sin trabajo, para subir la información a las redes no sin antes adornarla con un condigno: “Esto hace Macri. Vos lo votaste”, ¡como si algún votante del tipo se va a cortar las venas por eso! Seamos coherentes. Todo el tiempo lo tratan de insensible a Macri; siendo así ¿qué les hace pensar que fue votado por los sensibles?
** Los graf del canal C5N siempre ayudan: ‘¡Represión a los manifestantes de la empresa Pepsico con heridos y detenidos!’, fue otra que circuló el jueves (13 de julio). Y hasta eso cambió mucho en nuestro país. Es extraño pero los quince heridos de esa mañana fueron policías, una sargento sufrió la fractura expuesta de tibia y peroné, y de los cinco detenidos ninguno trabaja en Pepsico. Son militantes de izquierda que se “solidarizaron” con los setenta y pico de obreros que no aceptaron la doble indemnización que sí aceptaron los restantes cuatrocientos.
Chicos, esto no es Venezuela
** Está claro que a casi 35 años de la recuperación de nuestra democracia, la madurez cívica sigue siendo una cuenta pendiente, aunque urgente. Ahí parece estar la clave (el password que nos abre la página del entendimiento).
La campaña electoral, a esta altura del nuevo siglo, para algunos pasa por los personalismos; ya no por partidos y mucho menos por propuestas. Se trata de demostrar en cuál de los candidatos anida el satánico propósito de acabar con todos nosotros echándonos en aceite hirviendo. El plus de tristeza vendrá después, cuando al fin de la campaña sucia nos demos cuenta que no se nos quitó la duda y sigamos sin saber a quién había que votar porque roba menos o porque odia menos a los argentinos.
** Después de todo la clave para entender esta triste y dolorosa etapa del país consiste en encontrar la llave para mirarnos a nosotros mismos. La Argentina nunca tuvo luchas tribales, ni religiosas, ni raciales, tan necesarias para quienes aspiran a liderazgos fuertes. Despojada de todo esto, algunos creyeron necesario crear antinomias y ofrecer sus servicios para resolverle la vida a alguna de las partes.
** Es difícil ser optimista en un país donde todos los candidatos prometen ocuparse de los pobres, y cuando éstos le creen a uno y lo votan, los multiplica para ampliar su base electoral.