Juicio al 2020
** El cambio de año debería ser entendido como un barajar y dar de nuevo; como resetear la máquina; porque su último tramo poblado de festividad es una ocasión para relajarse, tirar cosas viejas e inútiles de la casa, el corazón y la mente; pensar en positivo, recular algunos pasos para afirmar los talones y tomar carrera en enero. No está para ponernos en jueces de “el año” que se va, en un juicio donde se lo absolverá siempre, ¿o no? ¿Qué culpa tiene el rifle de lo que hagan con él los cowboys? Uno no le agradece al año los feriados puente sino a quien firma el decreto.
** Además, este tiempo distinto y extraño nos quita toda aptitud para juzgar, porque nos afloja las tabas, nos hace más buenos. Como diría un maestro de la metáfora, en Navidad y Año Nuevo ‘el sudor de la frente se hace más noble, las lágrimas más puras, los anhelos más profundos, la música más sublime, la vida más trascendente”, en definitiva… lo que Palito Ortega resumía en “la gente en las calles parece más buena, todo es diferente gracias al amor, jajarajajá”.
** En estas condiciones y cuando hace rato hemos sacado el arbolito de su húmeda sombra para dejarlo respirar un mes, no estamos para condenar al almanaque, que hace lo mejor que puede y lo que tiene de bueno es que nos avisa cada mañana que seguimos vivos.
El tribunal de la conciencia
** Demasiado se habló últimamente sobre el maltrato que nos ha dado este XXXX, y nada o casi nada del maltrato que le dimos nosotros a todos sus hermanos predecesores en el tiempo. Revisemos nuestras propias acciones, hagámoslo como un juego de abalorios donde ensortijaremos en el hilo todas las cuentas blancas y negras de lo que hemos hecho bien y mal en las últimas décadas, y las cuentas o perlas del destrato y beneficios que este último año nos ha dado a nosotros. ¿De qué color predominante quedaría el collar?
** Ya lo dijo el sabio don Leoncio; un año no tiene más protagonismo que un mojón en la banquina de la ruta, que sirve para saber qué distancia hemos recorrido y cuánto nos falta, pero no se mete en nuestras vidas. Los siniestros sobre la ruta no son culpa del mojón sino de quienes la transitan. No lo dijo exactamente así, porque los sabios dicen esto mismo en cuatro palabras. Pero lo dijo. Aún así, a quien le sirva para lavar culpas acusar de todos sus males al almanaque, adelante, en tanto ayude a la conciencia y sanar errores no aprendidos.
** Veamos… que pase el primero… ¿cuántos árboles plantó en los últimos diez años? –una cuenta blanca de collar por cada uno-, ¿cuántas bolsitas y envases de polietileno descartó? –una perla negra cada mil-, ¿cuánto se opuso a cada pozo que fue perforado para extraer aguas termales dañinas para el ecosistema?, ¿Cuántas veces se acordó de evitar un consumo de energía eléctrica donde era evitable? –una cuenta blanca cada cien-; ¿cuántos productos en aerosol con gas contaminante vació este año?…
**…¿Cuántas veces vació y cambió el agua del piletín en verano, en vez de hacerle mantenimiento para evitar ese derroche?, ¿cuánto aceite volcó a las cloacas?, ¿cuántas hectáreas fumiga cada año y cuántas fertilizó acidificando las aguas de superficie?, ¿cuántas baterías y pilas arrojó a la basura y no a contenedores especiales?… ¿Quién de nosotros está limpio de esta clase de pecados y cien más, para arrojar la primera piedra?
A confesión de partes, relevo de pruebas
** De hecho, acá no estamos tirando piedras sino confesando pecados. Todos estamos hundidos hasta el barbijo en esto. La cosa es que la naturaleza reaccionó porque no da más… el clima está loco, los peces levantan polvareda en el río, se multiplican los huracanes, mutan y se ponen violentos los virus… y seguimos creyendo que la culpa es del mojón y no de los que ocupamos la ruta.
** Aún faltan preguntas muy sensibles. Por ejemplo, ¿cuántas veces nos hemos vacunado? Pregunta no procedente, porque se supone que uno no elige vacunarse sino que no le queda más remedio cuando las pestes le están mostrando los colmillos. El caso es que las vacunas se cultivan en células de monos, ratas, riñón de perro, huevo de gallina… y hasta sospecho que de oso, porque ella me acusa de roncar como uno de estos mamíferos desde que me vacuné contra el mal de sejuela.
Los multivacunados ya no somos puramente humanos porque tenemos un poco de cada uno de estos animales incorporado quizás a nuestro ADN.
** Así las cosas, ¿cómo no vamos a contraer las enfermedades que un siglo atrás eran trabajo exclusivo de veterinarios? El punto es ¿podremos evitar la vacunación? Claro que no. Son altamente perniciosas, pero las pestes siguen ganando espacio con pretensión de quedarse con el mundo, y a palos no las podremos combatir.
2020 igual te queremos
** Trataré de evitar las emociones, pero me toca despedir a un amigo… el 2020, que llegó un 1º de enero con la mejor ilusión de quedar en la memoria y el corazón de los hombres y mujeres de occidente, y vino este coronavirus de oriente a joderle el plan, que no necesitaba ayuda porque ya tenemos a nuestros gobernantes. ¿Quién no quiere ser bien recordado en su paso por la Tierra? Él también lo intentó.
** Y para qué pensar tanto pudiendo robar texto, voy a tomar parte de uno que me mandó Mario, rescatando todo lo bueno de esta estrella fugaz que pasó con el número 2020:
“…Tuvimos miedo, angustia, bronca, dolor, incertidumbre. Estuvimos perplejos, incrédulos, asustados, enojados. Lloramos, aplaudimos, gritamos, nos ayudamos. Enterramos a nuestros muertos sin velorio. Los despedimos en silencio. Crecimos.
Aprendimos epidemiología, tecnología, virología. Supimos de anticuerpos, curvas y PCR, también de Meet, Team, Instagram Live y Zoom.
** …Nunca nos pasó tanto en tan poco tiempo. Y aquí estamos. Somos sobrevivientes de un tiempo que nos estalló en la cara. Es diciembre y tenemos derecho a emocionarnos. A llorar, a abrazarnos en silencio por tantos abrazos que no nos dimos, a besarnos con el alma, a acariciarnos con las miradas.
Y sabés, vamos a celebrar más que nunca. Porque ahora sabemos lo que el tiempo vale, lo que significa abrir los ojos cada mañana. Llegamos al final y solo es el principio…”
Acariciar con la mirada
** Me gustó eso de ‘acariciarnos con las miradas’. A pesar de sus riesgos después de la quinta copa de Nochebuena cuando empiezan las confusiones, intentémoslo. Aquel texto (anónimo) evoca a todos los que ascendieron a las alturas desde el 19 de marzo a esta parte; amigos, conocidos, familiares (mi madre), frente a quienes no pudimos completar el tiempo de homenaje y recordación que nos ayudaría a asimilar su pérdida. A ellos nuestro sentido homenaje. ** El 2020 nos enseñó a vivir en emergencia, nos entrenó, para que 2021 sea más fácil de sobrellevar. ¡Salud por la vida y sus enseñanzas!!!