Inventos que no garpan
** Pudiendo jactarnos de mucho más, los argentinos ponemos mayor énfasis en atribuirnos la invención del bolígrafo (creación de un extranjero), el colectivo (pero en otras naciones ya existía el sistema), y el dulce de leche, que le atribuimos a una cocinera de Rosas pero resulta que hay constancia histórica de que San Martín degustaba esa delicia estando en Mendoza, donde permaneció entre 1914 y 1917, unos veinte años antes de que don Juan Manuel copara la gobernación de Buenos Aires. En Rusia le llamaban kajmak y un par de siglos antes los turcos comían, curiosamente, un manjar llamado kay-mac con el desayuno.
** Los argentinos recordamos por lo general unos pocos inventos de dudosa pertenencia nacional, pero no a muchos otros que forman una extensa lista que incluye hallazgos tan útiles como las huellas digitales, el bypass cardíaco, la transfusión sanguínea, el helicóptero, un semáforo para ciegos y un bastón para ellos, la jeringa descartable, e inventos tan bizarros como el secador de pisos y vidrios, mal llamado lampazo, que es el nombre de otro utensilio de limpieza hecho de hilos gruesos. ¿A quién le cobramos una mísera moneda por canon con estas invenciones?
** Rescatamos la invención de los vehículos IKA Torino, Siam Di Tella 1500, Rastrojero Diesel, Kaiser Carabella, DKW Auto Unión, pero el auto a gasolina ya había sido inventado en 1886, por lo que diremos que tuvimos la audacia de crear una industria del automóvil propia, para preguntarnos hoy qué sucedió que no pudimos continuarla. Con el mismo acierto tuvimos una flota mercante poderosa que hoy no existe y el país paga 5.000 millones de pesos anuales en fletes marítimos a extranjeros.
Que no nos falte la joda
** Duele pensar que en 1947 nuestros ingenieros crearon el avión caza “Pulqui” (‘flecha’ en idioma mapuche), en la fábrica de aviones de Córdoba. Fue el primer avión de este tipo en fabricarse en Latinoamérica y el noveno en todo el mundo, para que después alguien desmantelara el proyecto. La fábrica hoy está colonizada y superpoblada por muchachos de La Cámpora para dar lástima sin crear nada importante. A ellos les va muy bien, pero el país no puede remontar vuelo por exceso de lastre.
** Fuimos inventores del tango, la jineteada gaucha, la corrida de sortija, el juego del Pato, que en 1953 fue declarado Juego Nacional de la Argentina aunque muy pocos estén enterados de que es nuestro juego símbolo. Claro que esta clase de inventos, que prevalecen hasta nuestros días, no tienen patente internacional y en consecuencia no le reditúan ingresos al país por cobro de canon. No son productivos, pero por lo menos nos entretienen para no dejarnos tiempo a pensar qué pasó con todo aquello.
** Hasta un golpe de tenis (el Gran Willy) figura entre los inventos argentinos para confirmar que somos buenos para las horas de ocio. Tienen valor simbólico. Si usted quiere traer divisas al país invente una medicina eficaz para curar hemorroides, no un modo diferente de pegarle a una pelotita.
** Siendo también muy hábiles para meter el perro, no podíamos perdernos de ser reconocidos en el resto del orbe como los creadores (y criadores) de tres estirpes caninas; el Dogo Argentino, el perro Polar Argentino y el Perro de Pelea Cordobés. ¿El perro había sido inventado en la época de Adán y Eva?
Las penas son de nosotros…
** Es difícil entender nuestro empeño por atribuirnos la dudosa invención de la milanesa napolitana, por ejemplo, mientras otros inventaron el avión, el automóvil, el teléfono, el transistor, Internet, la nanotecnología, descifraron el genoma humano, el algoritmo…
Mientras nosotros inventábamos razas de perros los rusos mandaron una perra al espacio exterior; Laika (1957); primer ser vivo terrestre en orbitar la Tierra.
** Decimos que le hemos prestado al mundo cerebros brillantes que fueron premios Nobel o se destacaron en las ciencias, pero en realidad huyeron de nuestras tristes experiencias políticas. Esta semana fue premiado con un galardón y 1,2 millones de dólares el matemático argentino Luis Caffarelli, que ya recibió otros cinco premios internacionales y quedó cercano al Nobel. Pero vive e investiga en Austin (Texas), Estados Unidos, hacia donde migró (¿huyó?) en 1972 con apenas 23 años de edad.
** Las penas de haberlos criado son de nosotros, sus triunfos son ajenos.
Ni Pardal ni Mc Guiver
** Tenemos un par de miles de inventos con patente internacional, que son importantes porque podemos cobrar canon a otros que los fabrican en el resto del mundo, pero pagamos verdaderas fortunas por decenas de miles de patentes externas. En 2017 estábamos en el lugar 76 del ranking mundial de patentes de la Org. Mundial Propiedad Intelectual. Uruguay en el lugar 67 con más patentes internacionales que nosotros.
** Sin innovación no hay desarrollo económico posible. Sin innovación no se puede crear empleo, sin una buena educación no se puede pretender empleo.
** Continuaremos…