Héctor Laca, el hombre que se construyó a sí mismo
Héctor Laca es un típico self made man (hombre que se hace a sí mismo). Es el fundador y propietario de una empresa argentina fabricante de agroproductos que hoy es transnacional, Facyt SRL; siente una profunda pasión por la música y es difícil hablar con él sobre una sola de estas dos facetas que lo identifican. Formado en el dolor de la pobreza en una familia campesina de 12 hermanos y habiendo perdido a su padre y un hermano a los 4 años de edad, es sin embargo un hombre que evidentemente no permitió que ese dolor, o el resentimiento, anidaran en él. Tampoco se sintió derrotado por ser pobre y salir al mundo a los 13 años sin siquiera un guía mayor que lo orientara en el camino. A esa edad ya sabía lo que quería. Ni siquiera creyó que alguien le debía algo por haber padecido en su infancia.
Otro de sus 12 hermanos –acotamos– falleció por Covid y Héctor no pudo acompañarlo justamente por esa causa. Él se había contagiado antes y sobrevivió.
Hoy no solo es el propietario de una empresa poderosa radicada en Córdoba que ya traspasó las fronteras de nuestro país instalando una planta en China y próximamente con inversiones en Bolivia, sino que, sin haber tenido una educación formal de segundo o tercer nivel desarrolló una empresa modelo, es un capacitador de su propio personal, tiene un discurso motivacional que entusiasma, una capacidad de iniciativa que no declina con el paso del tiempo y, quizás por la suma de aquello, con solo darle la mano se puede sentir el afecto que ofrece al estrecharla. Simple, llano, sagaz, exitoso.
Podría decirse que tiene un doble perfil. El cantor folclórico convive con el poderoso empresario bajo una misma piel y por momentos el primero se sobrepone al segundo. Su historia tiene algunas curiosidades que podrían vincularse con su fe en Dios y su devoción por la Virgen y el Espíritu Santo. En no pocas oportunidades dijo haber recibido un mensaje, una voz o una certeza de que debía lanzarse a tal o cual emprendimiento, y recientemente, cuando casi perdió la vida por Covid, asegura haber vivido otra experiencia sobrenatural.
En su vida real también reconoce la presencia de un ángel con piel de mujer y una sonrisa que ilumina el hogar, llamada Elena Charreun, oriunda de Villa Elisa (ER), esposa, compañera de vida y socia de la empresa.
Nace un nuevo sello discográfico
Su segunda o primera gran pasión fue y es la música, compone las letras y canta sus propios temas, los graba, y nos contó que inauguró su propio sello discográfico, Sello HL, montando para ello un estudio de primer nivel en Córdoba. Y aquí cabe una acotación; siendo aún joven su esposa, que conocía su hambre de progreso, le hizo saber que andando con la guitarra por las peñas iban a comer cada vez menos seguido y cada vez menos juntos; aflojó con el instrumento y se dedicó nuevamente a trabajar. Solo por un tiempo desoyó los consejos de don Linares Cardozo que le veía futuro en el canto y la poesía. Eso le permite aconsejar hoy: ‘si tu pasión no te da de vivir, no la abandones, pero a la par desarrollá algo para hacer plata’.
Desde Nogoyá al mundo
Tras alejarse del Paraje La Entrerriana que lo vió nacer en el Departamento Nogoyá, registra 18 mudanzas por la provincia y el país, antes de radicarse en Córdoba, ciudad que lo deslumbró porque no había estado antes en una urbe de esa magnitud, y donde hoy es una personalidad conocida con puertas abiertas por donde quiera que vaya. Podría decirse que no solo conquistó la vida sino también una ciudad tan intimidante como aquella.
“Tengo casi más años como empleado que como empresario, porque eso fue lo que me hizo ganar experiencia”. Habla de su gran capacidad de adaptación, a tal punto que una mudanza no le afecta. Carga todo, se instala en otro lado y al día siguiente lo siente como propio. No necesita tiempo para habituarse y se siente como en casa en cualquier escenario.
–Tu historia tiene mucho que ver con tu infancia. ¿Qué hubo en ella?
_Yo había pasado tanta necesidad… mi cena era una taza de leche con un pedazo de pan duro porque se amasaba dos veces a la semana y el pan se oreaba, por eso odio la leche, cuando voy a tomar un cortado se lo digo al mozo: con muy poquitita leche porque yo odio la leche, entonces se acuerda, si no se lo decís así se olvida y te lo trae como se lo sirve a todo el mundo. Y me cansé de eso, la ropa –y los zapatos, si es que había- pasaba de un hermano al otro y a mí siempre me llegaba gastada y rota, entonces, como no soy fácil de arrear y me gusta la libertad, dije yo me voy de acá…”
En el libro de los 20 años de Facyt, Laca declara sobre su infancia: “No pasé hambre pero sí conozco las ‘ganas de comer’, porque se comía lo que había”.
–¿A qué edad lo decidiste?
_A los 13 años.
–Dijiste me voy ¿a dónde y a qué?
_Me voy a hacer mi historia, lo dije más o menos así. Caí con unos alemanes a los que les estoy agradecido hasta hoy (Gerardo, Reynaldo y Ricardo Horst), que tenían una carpintería que fabricaba sulkys y carros. Uno vive todavía y me quiere como a un hijo pero está muy viejo, tiene 98 años. Con él aprendí carpintería y estudiaba música, hice mi propia guitarra con terciada de pino. De ahí me fui a trabajar en una carpintería mejor, carpintería fina (Héctor ‘Peti’ Granado y Carlos Duré), donde trabajé hasta los 17 años y me agarró hepatitis, la hepatitis B, ahí orillé la muerte y conocí ese bendito túnel del que hablaba …
–¿Existe?
_Existe. A mí me pegó una recaída, todos creían que me moría y me salvó un doctor de Paraná, después me pasé un año comiendo zapallo pero me recuperé muy bien, contra todos los pronósticos quedé muy bien y no me privo de comer nada. Me fui con una empresa de Nogoyá a Villa Elisa, allí conocí a mi señora y después de dos años de novios nos casamos y nos fuimos a vivir a C. del Uruguay, donde nacieron mis hijos, de allí a Gualeguaychú con mejores posibilidades, pero no me gustó la ciudad (era otro el Gualeguaychú de entonces, acota), entonces me llaman de Salto Grande, donde empezó otro capítulo de mi historia.
–¿En el Ente binacional que administra la represa?
_“No enseguida. Fui a trabajar en una empresa constructora italiana que hacía una obra en Salto Grande, pero pensé: esta empresa se va y todos nos quedamos sin trabajo, tendría que entrar en la CTM (Comisión Técnica Mixta). Entonces, como el obispo de Concordia me conocía de cuando había sido cura en Nogoyá, me presenté ante él y le dije que necesitaba un favor. ¿Qué macana te mandaste?, me dijo. No, ninguna, necesito una recomendación para entrar en la CTM a trabajar porque busco algo más estable.
— ¿Sería Monseñor Gerstner?
_¡Gerstner!, si, claro. Le digo que necesito una carta de recomendación para el general Viviani Rossi, que era el presidente del Ente Binacional. Le expliqué que necesito estar mejor porque la empresa que está ya se va y nos vamos a quedar sin trabajo. Presenté la nota, me llamaron al día siguiente para una entrevista y al siguiente entré. Ahí trabajé 14 años junto a Viviani Rossi, fui su secretario, su confesor, su timonel –porque corríamos regatas en barcos a vela-, me eligió como su hombre de confianza. Era difícil, tiempos de la dictadura y había que ser cuidadoso, teníamos nuestras discusiones, pero él me respetaba. Les decía a sus colegas, ‘a veces me da ganas de matarlo (en sentido figurativo), y lo que más bronca me da es que a veces tiene razón’. Una vez le dije ‘usted manda general pero no tiene razón’, se quedó perplejo, después vino y me dijo que lo había pensado, que tengo razón, y me invitó a comer.
Siempre fui un loco así, de no temerle a nada, muy jugado porque yo salí de mi casa jugado, no tenía nada para perder, y así anduve por distintos lugares, Misiones, Bahía Blanca, en fin, fueron dieciocho mudanzas hasta que decidí irme a Córdoba a fundar la empresa, sin dinero porque se había fundido la empresa donde trabajaba… Ahí me prestó un amigo 2.500 dólares (Luis Hamada, que acababa de vender un terreno), me gasté mil en la mudanza y me quedaron mil quinientos para empezar. Corría 1995 .
–¿Y por qué se te ocurrió ese rubro?
_Porque nací en el campo y yo siempre dije desde chico que el campo es lo único que va a sacar al país adelante, y no me estoy equivocando.
–¿Cómo se funda una empresa sin plata?
_No es fácil para responderte esa pregunta. Tendría que hablarte hasta de la economía que hacíamos con mi mujer. Llegamos a Córdoba con ese dinero y les dije a mis hijos (2), estudiantes universitarios, y a mi esposa, ustedes tienen que conseguir trabajo, lo que ganen es una parte para ustedes y otra para mí para fundar una empresa. Mi señora nunca había trabajado afuera. Todos decían que no había trabajo y ellos en quince días estaban trabajando. Yo tomaba eso y me iba a Buenos Aires, donde alquilé una química, para fabricar cuatro o cinco productos para el agro que yo sabía que podían funcionar. En esa época la gente no tenía ni idea de las nuevas tecnologías, ¿sabés que usaban gasoil para mezclar con el glifosato para que penetrara en las hojas y trasladara hasta la raíz. No había ni idea, yo hice escuela, fui la primera empresa que salió al campo con camionetas para explicarle a la gente y charlar con ellos y sabiendo sus necesidades iba y les decía a los químicos: Necesito un producto que haga tal cosa. Los químicos eran gente grande, habían ganado mucha plata con esto y ya no tenían ni ganas de trabajar y yo, que tengo cierto olfato y siempre voy por más, sentí que me estaba quedando, entonces me dije que voy a armar mi propio laboratorio de investigación, hacer convenios con universidades, centros científicos y demás y voy a estar en la cresta de la ola. Y eso hice. A los químico les avisé un año antes pero no les gustó, me traicionaron y la pasé mal durante un año, armaron algo con otras personas pero yo le doy gracias a Dios siempre porque de esto salí victorioso. Armé una empresa que hoy es de punta realmente y amaga para, dentro de ocho o diez años, ser la empresa más importante de Argentina”.