Haciendo camino del otro lado del mundo
En abril, la consultora Taquion publicó una encuesta que certifica que 6 de cada 10 argentinos se irían del país. No es un dato que sorprenda, porque todos tenemos al menos un conocido que decidió irse al exterior por unos meses como mínimo. Incluso aquellos que tienen trabajo estable y llevan una buena vida en una ciudad tranquila como Crespo. Hay personas que salen de su ‘zona de confort’ y se emprenden a volar por nuevas maneras de vivir para concretar el sueño que tuvieron siempre.
Éste es el caso de Marcos Gaier, crespense de 31 años que en 2019 se radicó en Nueva Zelanda en busca de una nueva vida. Alejándose de sus padres y sus dos hermanos, sus amigos y dejando su trabajo estable en La Agrícola Regional, donde trabajó durante casi una década. Tuvo la oportunidad de irse por un año al otro lado del mundo, donde nos separan más de 10 mil kilómetros y 15 horas de diferencia. Allí encontró su lugar, en una parrilla de argentinos en la ciudad de Christchurch y consiguió la tan anhelada Visa de Trabajo por las que todos los extranjeros luchan en cada país.
Marcos habló durante la semana con Paralelo 32 sobre su experiencia y cómo va su vida en el tranquilo y lindísimo país neozelandés.
“Todo empezó hace unos tres años aproximadamente, cuando me enteré que existía la posibilidad de viajar y trabajar por un año con el Working Holiday. Ahí comencé a averiguar bien sobre el tema, luego me postulé, apliqué y conseguí la Visa. El 9 de junio de 2019 salió el avión de Buenos Aires, así que esta semana se cumplen los dos años en Nueva Zelanda”, contó en el inicio.
“La idea era venirme por un año, con la posibilidad de extender mi estadía por 3 meses. Pero por todo el tema del COVID-19 me quedé y a través de una Visa de trabajo se me dio la oportunidad de vivir hasta el 2023 acá. Igualmente ando averiguando y juntando papeles como para poder conseguir una residencia y ya quedarme en el país”, sumó.
-¿La decisión de irte te costó?
– Sí, costó. Porque soy familiero, muy apegado a mis amigos y me gustaba el trabajo que tenía. Pero siempre tuve como meta recorrer parte del mundo y conocer diferentes culturas, así que cuando se me dio no lo pensé mucho.
-¿Qué hiciste el primer año que estuviste allá?
– Llegué con un inglés muy básico, así que no tenía muchas ofertas digamos. Y fui probando suerte con agencias de trabajo. Laburé en una fábrica de pizzas, trabajé para el correo de Nueva Zelanda porque justo era época de elecciones y se necesitaba gente para la impresión de boletas electorales, así que estuve en la parte logística. Esa fue una experiencia muy linda, quedé re sorprendido de cómo es el sistema electoral acá, ya que se vota por correo. Es decir, te llega la boleta a tu casa, vos tildás la opción de quién querés que sea el intendente de tu pueblo, lo metés en el sobre y dejas en el buzón. Después pasa un carrito y lo junta. Después de las elecciones me ofrecieron quedarme un tiempo más desde la agencia de trabajo y acepté, pero un día vi por Facebook una oferta de laburo de un lugar de comida argentina que iba a abrir y apliqué enseguida a ese trabajo. Me contrataron como parrillero así que renuncié al correo, y es adonde estoy trabajando hace casi dos años. Ese lugar es el que me dio el sponsor para conseguir la Visa de trabajo hasta el 2023.
-¿En qué ciudad vivís?
– En Christchurch, que es una de las tres ciudades más grandes de Nueva Zelanda y también una de las más pobladas. Cuando llegué estuve cuatro días en Auckland y mi idea era quedarme ahí, es más, conseguí trabajo enseguida. Porque acá vas a una agencia de trabajo y te dicen «bueno, empezás hoy a las 4 de la tarde»; eso es una de las cosas que más me sorprendió. Así que había firmado contrato y todo, pero me llamaron unos amigos que estaban viviendo en Christchurch y aproveché para venirme acá; porque en Auckland no conocía a nadie y no quería estar solo. Me enamoré enseguida de ésta ciudad, porque es grande pero tiene alma de pueblo.
-¿Cómo es tu día a día?
– Trabajo, a veces a la mañana y otras veces a la tarde; y en mis horas libres aprovecho para salir a caminar porque es una ciudad con mucho verde. Afortunadamente hay varias cosas para hacer y a la noche hay bares para salir a tomar algo. Además tengo el mar a 20 minutos en colectivo y en dos horas tengo montañas con nieve, siempre hay algo para hacer. Tengo un día libre por semana y a veces dos, así que ahí es cuando aprovecho a descansar o juntarme con amigos.
-¿Cómo viviste la pandemia?
– Creo que caí en el mejor país para pasar la pandemia. Acá solamente fueron cuatro meses de cuarentena y después volvimos a la vida normal. El 28 de febrero de 2020 apareció el primer caso de coronavirus y el 28 de junio ya estábamos viviendo de manera totalmente normal. En ese lapso se tomaron medidas rápidas para eliminar el virus y así estamos, sin casos positivos en Nueva Zelanda hace bastantes meses. Se está vacunando, obviamente se le dio prioridad a las personas que trabajan en las fronteras y a los grupos de riesgo. Pero no es que te estén apurando para ir a vacunarte, creo que es porque ya no hay más casos. Tengo entendido que a mediados de junio arrancan a vacunar a todos.
-¿Qué es lo que más te sorprendió del país?
– Sin dudas, el choque cultural. La gran variedad de culturas que hay acá. Nueva Zelanda es un país multicultural, no tengo números exactos pero calculo que el 50% de la gente que vive acá es inmigrante. A mí me encanta salir a comer y ver la variedad de comida de todas partes del mundo. Otra cosa que me sorprendió es el tema del horario, porque acá la gente come muy temprano, 5 o 6 de la tarde. Hace dos años que estoy y todavía no logro acostumbrarme a esos horarios. Llevan una vida más madrugadora por decirlo de alguna manera. Se duermen más temprano y se levantan más temprano también.
-¿Vivís solo?
– No, con un argentino y dos chilenos. Nueva Zelanda es un país con estabilidad económica, es decir que ganando el mínimo de sueldo podes vivir lo más bien. Pero el tema de los alquileres es muy caro, hay que contar con un muy buen trabajo y ganar muy bien como para alquilar un departamento para vos solo. Eso me chocó un poco al principio, porque allá en la Argentina viví casi 10 años solo; pero acá es imposible. La casa que alquilamos ahora vale 470 dólares la semana y si quisiera vivir solo, se me irían tres cuartas partes del sueldo en alquiler. Así que no me conviene. Incluso he conocido gente que tiene su propia casa donde vive con su pareja e hijos, y alquilan una habitación aceptando a alguien más en la familia como para tener un ingreso extra importante. Acá está re normalizado el tema de compartir una casa.
– ¿Te cuesta la distancia con tu familia?
– Sí, extraño un montón. Creo que lo que más me duele es el hecho de saber que no puedo ir. Si yo salgo, no puedo entrar más y eso no me conviene. Porque las fronteras están cerradas, esa es una de las únicas medidas estrictas que tiene este país. Sólo entran ciudadanos y una vez que ingresan, tienen que encerrarse en un hotel por 15 días. Así que estoy a la expectativa de cuándo termina el tema del coronavirus para irme a Crespo a visitar a mi gente y comerme una buena empanada, un choripán o un buen asado (entre risas).
– ¿Cómo llevas las 15 horas de diferencia con la Argentina?
– Cuesta todavía. Tengo que andar constantemente sacando cuentas, restar 15, sumar 15, restar 3 para convertirlo en 12 (risas). Encima acá en verano te adelantan una hora, entonces a veces hay 16 de diferencia. Igualmente en el teléfono tengo el horario de acá y el de la Argentina. Y cuando tengo una cita on line con el psicólogo o quien sea, siempre tengo que aclarar que mi miércoles a la mañana es su martes a la noche y así. Porque ya me ha pasado de conectarme al Zoom y mandarle un WhatsApp diciendo que ya estaba y me responden «che, pero es mañana». Y ahí caigo que era su miércoles, no el mío.
-¿Cuál es tu idea de acá a un futuro cercano?
– Quedarme. Es decir, quiero conseguir una residencia y legalmente poder vivir en este país por todo el tiempo que yo quiera. Tengo muy claro que a la Argentina quiero volver solamente de vacaciones y a visitar a mi gente, pero no podría vivir nuevamente allá. Más que nada por la estabilidad económica que hay en Nueva Zelanda y la tranquilidad que te da eso. Gaier dijo por último: “Recomiendo totalmente la experiencia de vivir en otro país. Pero aconsejo que se preparen un poco antes y no salir así tan a la ligera. Si tienen la posibilidad de estudiar inglés, eso te abre muchísimas puertas. No es tan fácil como se dice a veces. No es irte y listo. Hay un tema legal atrás que hay que cumplir claramente. Pero poder, se puede. Es cuestión de averiguar las leyes migratorias de cada país y cuáles son las posibilidades. Hay que ponerle garra porque tampoco es fácil por el tema sentimental, ya que estás dejando todo atrás. Pero creo que si uno tiene la meta clara en la cabeza y va hacia eso, se puede”.