Gladys Wasinger cuenta cómo durante muchos años preparó el sauerkraut de la Fiesta Provincial de la Cerveza
Crespo– Elaborar chucrut o sauerkraut casero no es ninguna ciencia para Gladys Wasinger de Lambrecht (58) quien aprendió de su mamá una tradición heredada de su abuelo. Ella reflota la receta cada invierno para darse el gusto de disfrutar con su familia sabores de su infancia. Pero es también quien durante muchos años, cuando el Club Atlético Unión decidió presentar un plato más artesanal en su comedor de la Fiesta Provincial de la Cerveza, aceptó el desafío de producir el primer chucrut casero después de tantos años de traerlo envasado desde Santa Fe. Hoy la institución tiene otros referentes que se encargan de mantener viva esta costumbre y lo producen para cada nueva edición de su fiesta. Es la guarnición por excelencia de sus platos típicos.
“Empecé con Olga Mederos que andaba en el fútbol infantil, ayudaban Gladys Villagra, la señora de Iki Piedrabuena, entre otras señoras, y decidí colaborar porque mi hijo jugaba al fútbol en el Club, pero después también hice para otras comisiones de Unión. En aquel tiempo se compraba el chucrut en Santa Fe, me hablaron y me animé”- cuenta a Paralelo 32.
“Olga preguntó que quien podría hacer chucrut –recuerda- y le dije vamos a hacerlo, yo les ayudo. Me largué y lo hicimos. Nunca me falló”- puntualiza complacida de haber entregado su tiempo y voluntad al servicio de la institución. Pero también de haber disfrutado de momentos propios. “Un día cortábamos, salábamos y apretábamos, era muy lindo porque se trabajaba en grupo, hablábamos, nos reíamos”- revive.
– ¿Qué secretos tiene su elaboración?
– No tiene secretos, es más el cuidado que hay que darle, porque no es trabajo tampoco. El chucrut se hace de distintas formas, pero yo lo hago como mi abuelo, don Pedro Krapp, así me enseñó mi mamá. Él cortaba el repollo no muy grueso ni muy fino, porque si se corta fino al cocinarlo se rompe. Una vez cortado se agrega sal entrefina, se entrevera, y nosotros lo poníamos en baldes plásticos de 20 litros. Secretos no tiene, tal vez sea apretarlo mucho hasta sacarle el agua para que después fermente. Se va colocando el repollo salado en el balde, se aprieta, yo lo hacía con mis puños, se saca el agua y se sigue agregando repollo. Así se repite el procedimiento hasta llenar el balde; mientras, se sigue aplastando, para que no quede aire entre medio.
Hay quienes ponen una capa de repollo y otra de sal. Yo lo salo, es más seguro.
El trabajo más que nada es apretarlo durante más de una semana para sacarle el agua y volcarlo, para que no se pudra. Una vez que no tiene más agua se lo deja fermentar. Hay que ponerlo en lugar fresco, donde no haya moscas y taparlo. Lo tapaba primero con las hojas del mismo repollo que uno saca y encima le ponía un lienzo.
Gladys recuerda que la primera vez cortó 25 repollos ella sola, en su casa, para probar cómo le resultaba el desafío de preparar grandes cantidades. “Después íbamos al club y lo hacíamos allá; la última vez preparé 48 repollos”- relata asombrada de las cantidades que llegó a producir para esta fiesta.
A lo largo de los años se convirtió en algo natural que llegara noviembre para empezar el trabajo. “Nosotros hacíamos el chucrut a principios de noviembre, llegaba diciembre y estábamos tranquilos porque después vienen las fiestas de fin de año, otros compromisos, y nos asegurábamos que el repollo tuviera dos meses de fermentación y en enero teníamos todas las garantías de que estaba listo para la fiesta”.
– ¿Lo lavan antes de servirlo, para sacarle la sal?
– Según qué salado está se lava primero y antes de servirlo se le da un leve hervor, con poca cantidad de agua, en una olla grande, simplemente tiernizarlo. En ollas aparte se rehoga cebolla en aceite y se agrega al repollo porque la cebolla mantiene caliente al chucrut y realza su sabor.
Pelábamos dos bolsas y más también de cebollas que se rehogaban en 5 litros de aceite.
A nuestra entrevistada, una mujer simple, dedicada a la vida hogareña que le significó criar tres hijos, pasar por el dolor de la pérdida de uno de ellos hace poco, y malenseñar ahora sus cinco nietos, le queda la satisfacción de haber dejado siempre muy conformes a los comensales con la guarnición que preparaba. “Los que trabajaban como mozos me decían qué rico hacés el repollo –cuenta-. Un año no nos alcanzó y se fue a Santa Fe a buscar repollo envasado y no es como el que hacemos casero. El artesanal, es realmente el chucrut”- sostiene.
Un problema de salud la alejó de esta tarea “sino lo seguiría haciendo, es algo que uno hace con gusto, me encantan mantener esas tradiciones y estoy muy contenta de haber trabajado muchos años en la cocina de la Fiesta de la Cerveza, lo disfruté”.
“Yo cuidaba mucho el repollo una vez puesto a fermentar, era comida, siempre sentí mucha responsabilidad. No podía dejar mal al club, tenía que hacerle un buen chucrut y lo hacía con todo el amor del mundo. No quería que me falle. Mi alegría y satisfacción era recibir los comentarios de que estaba muy rico y ver a la gente contenta. Lamento que me enfermé, ahora estoy sana, pero mis hijos ya no me dejan que haga esos trabajos”.
Creíamos que este trabajo voluntario de alguien que una vez se atrevió a sumar su granito de arena para el club de su barrio, donde su hijo creció practicando fútbol, merecía ser destacado en las páginas de nuestro periódico. En parte, en reconocimiento a quienes mantienen vivas las raíces de sus antepasados, pero fundamentalmente al esfuerzo de miles de colaboradores que a lo largo de 46 ediciones siguen haciendo posible la Fiesta Provincial de la Cerveza. Una fiesta que como tantas otras distingue a nuestra ciudad y aporta al crecimiento de una institución que busca lo mejor para una gran camada de deportistas que alberga, de las más variadas disciplinas.
Nora de Sosa (De la redacción de Paralelo 32)