El piano que faltaba y la voluntad que sobraba
Crespo.- En ocasión de cumplir sus 63 años de existencia el Instituto Comercial Crespo, el pasado 18 de marzo, el historiador Orlando Britos escribió en su cuenta de Facebook una evocación muy emotiva en calidad de alumno de la primera cohorte egresada del mismo, cuyo rescate nos ha parecido imprescindible como un reaseguro, in intento adicional, para que ese fragmento de la historia no se pierda. Además de su valor histórico, hay un valor más en la descripción de los escasos o nulos recursos que obligaban a la creatividad y férrea voluntad de trabajar por la institución. Alumnos que no pensaban que la escuela debía darles todo sino que se preguntaban cuánto podían darle ellos. Tomamos, de un relato más extenso, solo los primeros párrafos.
“Fui egresado, en 1961, de la primera promoción de peritos mercantiles del Instituto Comercial “Crespo”, que había sido creada el 18 de marzo de 1957. Esta fue una hermosa etapa, con particularidades no muy comunes como lo es para el resto de los estudiantes secundarios. Porque nosotros inauguramos la escuela!!!
“El primer año, éramos los únicos alumnos, los del primer año. Al otro ya éramos los de segundo, y así hasta que nos recibimos. Siempre fuimos los más grandes. No había años superiores al nuestro. Eso ya nos distinguía y nos daba un aire de “sabiondos”. Para colmo no podíamos portarnos tan mal, porque el “dire” siempre nos ponía de ejemplo ante los de años inferiores. En primer año, nos quedábamos a hacer las tareas de limpieza junto al director, el Escribano Guillermo Seri. Limpiar los pizarrones, sacudir los borradores, poner nuevas tizas, y regar las tuyas, unas plantitas que hacían de tapial del patio. No había personal para limpieza aun. Esto era todos los días. ¡Cómo no íbamos a tener un sentimiento mayor que cualquier otro estudiante de una escuela ya con historia! ¡A la nuestra la fuimos haciendo nosotros!
“Un día, llegó una inspección y le dijeron al director que no aprobarían el curso si no teníamos un piano para las horas de música. No había podido comprarse aún por la precariedad económica en que la escuela se desenvolvía. Enseguida se prendió la luz de “peligro”. ¡Qué hacemos, muchachos?! Pensemos… ¡Hagamos un baile en un galpón del ex ferrocarril! Y empezamos a organizarlo. Contratamos una orquesta de Diamante que era famosa en la zona: La orquesta típica y característica de Rogelio Jordán. Pero nos dimos cuenta que el galpón no tenía electricidad, y la única opción que teníamos era pedirle a Sagemüller que nos extendiera unos cables desde la Fábrica de aceite hasta el galpón, que eran unos 500 metros. Nos dijeron que no había problemas, que incluso ellos prestaban los cables, pero teníamos que hacer nosotros el trabajo de extendido. Y pusimos manos a la obra, cavando pozos, poniendo postes altos y extendiendo los cables. Y así se hizo el baile, con un éxito total. Estaba lleno. Nosotros éramos los cantineros, y les pedimos a los profesores que administren las entradas. Aún recuerdo el precio que nos costaba el piano que necesitábamos; 20.000 pesos. Nosotros fuimos los encargados de barrer el galpón, ir a buscar las sillas con un camión a Hernández, cargarlas y en Crespo descargar del camión las sillas y mesas de madera, colocarlas, hacer el palco, y colocar los focos. Luego atender la cantina, buscar hielo, encargar la bebida, y hacer de mozos. ¡Teníamos solo 14 años! Y terminó el baile… preguntamos cuánto habíamos hecho, y nos dijeron que ¡¡27.000 pesos!! … Nos abrazábamos, llorábamos, nos reíamos, bailábamos, gritábamos, todo junto… a las seis de la mañana… llegó el momento de apilar sillas y mesas, cargarlas en el camión, sacar el tendido de cables… Pero claro, poco importaba el sacrificio, si ya podíamos tener “nuestro piano”, y seguir estando autorizados por el Consejo de Educación de la Nación, y al mediodía, muertos de cansancio, pudimos ir a dormir, tranquilos, con el sueño hecho realidad”. Obviamente, le pedimos al amigo autor de este testimonio, los nombres de aquellos primeros alumnos. Egresaron cuatro años más tarde: Alfredo Alanis; Orlando Britos; Dionisio Folmer; Rodolfo Hess; Luis Moro; Armando Pittavino; Horacio Seimandi y (Cacho) Vicario. En tercer año se les sumaron dos alumnas que venían del Colegio Sagrado Corazón: Ubalda Almada y Juana Cuenca.