El padre Fernando Arias será recordado por su amor a los más necesitados y más pobres
Victoria.- Pololo, apodo con que se nombraba afectuosamente al padre Fernando Arias, estaba tomándose unos días de descanso en la Parroquia San Roque de Concepción de Uruguay y tenía previsto volver a San Justo, donde estaba viviendo desde octubre de 2019.
El obispo Héctor Zordán nos comenta que el domingo 23 de enero, a la tarde, el Padre Fernando se descompuso, fue trasladado a la clínica en Concepción del Uruguay y a las 23 horas, aproximadamente, falleció. Tenía 64 años de edad.
“Venía con su salud deteriorada, tenía repetidas descomposturas de este tipo y estaba haciendo diálisis tres veces por semana; sabíamos que en cualquiera de estas descomposturas podía quedarse”, dijo nuestro informante.
“La pérdida de cualquier sacerdote deja vacíos afectivos, por ser parte de una fraternidad sacerdotal y de amistad donde nos valoramos y queremos. En lo pastoral Fernando deja un vacío muy difícil de llenar. En el tiempo que estoy en Gualeguaychú han fallecido siete sacerdotes, unos cuantos en plena actividad y edad madura para poder seguir dando mucho a la Iglesia y a su ministerio. En el caso de Fernando, era muy querido y compartió con muchos sacerdotes su formación, el ministerio, la vida. Yo lo conocí en los últimos cuatro años y medio y aprendí a quererlo. En Victoria vivieron la muerte de P. José María Aguilar, muy querido por los curas y los laicos. Fernando nos deja un espacio vacío difícil de llenar”. Concluyó el obispo Zordán, entrevistado por Paralelo 32.
Carrera sacerdotal
Previo a su ingreso como seminarista, el Padre Pololo realizó estudios filosóficos teológicos como miembro de la comunidad de San Vicente de Paul. Al ingresar al seminario completó sus estudios y obtuvo el título de profesor en Teología y Ciencias de la Religión en el Instituto Superior del Profesorado San Benito D 93. Años más tarde obtiene una beca para estudiar en la Universidad de Comillas, en Madrid (España) dónde obtiene el título de licenciado en Teología Moral.
La parroquia María Auxiliadora de Concepción del Uruguay fue su primer destino como seminarista, diácono y sacerdote desde 1989 a 1994 año en el que es enviado a la entonces Parroquia Nuestra Señora de Aránzazu, volcando todos sus esfuerzos a la pastoral hospitalaria en la capilla del Hospital Fermín Salaverry y visitando el Policlínico.
En el 2015 volvió a Victoria, pasó un tiempo en la casa del Padre Elías Musse y luego como administrador parroquial de San Roque de nuestra ciudad hasta abril de 2018, cuando fue trasladado a la Parroquia de San Roque Concepción del Uruguay por razones de salud. Y desde octubre del 2019 estaba en la parroquia de San Justo.
El 31 de octubre del 2021 se jubiló de la docencia que ejerció en el Instituto San Benito D 93 de Victoria y del Sedes Sapientae D50 de Gualeguaychú y continuó ejerciendo en el seminario diocesano María Madre de la Iglesia.
Asesor diocesano del servicio de Grávida en Gualeguaychú que, a pesar de sus limitaciones físicas, pudo participaba con entusiasmo en encuentros. Amaba profundamente el servicio y valoraba la integración de sustento teológico, espiritualidad y acción concreta como veía en Grávida. Continuamente pendiente de las actividades que se realizaban.
Dueño de un humor muy especial que no siempre era bien recibido, era muy apreciado por su formación que no dudaba en compartir.
Despedida
El Pbro. Rubén Melchiori, párroco de la San Roque de Concepción del Uruguay, durante la misa de cuerpo presente que se celebró para despedir sus restos, tuvo a su cargo las sentidas palabras de despedida evocando muchas experiencias vividas juntos, “hasta en el Impenetrable (Chaco), nos hemos reído y peleado mucho, pero quiero rescatar lo más hermoso que él tenía, el convencimiento de ser Hijo de Dios, a pesar de las debilidades y las pobrezas, Dios lo amaba profundamente y ese amor que sentía, lo trasmitía con los más necesitados de perdón, de compañía, de cercanía, se hacía muy amigable fácilmente. Tenía sus cosas buenas y malas, como todo ser humano, pero lo salvó el hecho de saber que era hijo de Dios y el amor a los más necesitados y más pobres. Se convertía en hermano de ellos. Se sentía pecador e inferior a todos, pero también sabía su capacidad e inteligencia. Preparaba sus homilías con mucha dedicación”, fueron sus primeras palabras de un extenso repaso de vida y obra del Padre Fernando.