Causa Gil – Gallego
El Juez Gustavo Acosta pidió prudencia ante la aparición de un nuevo dato
Buscan a una persona que en un velorio dijo saber qué pasó con la familia • La justicia aclara que es un dato inicial y no se deben adelantar hipótesis.
Nogoyá.- Por más que hayan pasado veintiún años, la causa que se tramita en los juzgados nogoyaenses sobre la desaparición de la familia Gil – Gallego, arroja esporádicamente un nuevo dato que alarma a la sociedad, aunque el resultado siempre termina siendo negativo y la verdad parece alejarse cada día más.
Cuando se los vio con vida por última vez, en 2002, Rubén “Mencho” Gill, tenía 55 años; su esposa Margarita Norma Gallego 26, y sus hijos María Ofelia, Osvaldo José, Sofía Margarita y Carlos Daniel, tenían 12, 9, 6 y 2 años respectivamente.
Todos los testimonios de la causa coinciden en que asistieron a un velorio en Viale el 13 de enero de 2002, llegaron en remis y se fueron a dedo. El vecino que los llevó de regreso, aseveró que los dejó en la Estancia La Candelaria en esa misma jornada de enero.
Pasaron casi dos meses hasta que se hizo la denuncia de averiguación de paradero y otros tantos para que la justicia tomara cartas en el asunto y comenzara a allanar la estancia ubicada en el norte del departamento Nogoyá, en Crucesitas Séptima.
La voz reclamante en esta causa ha sido Maria Adelia, madre de Margarita Gallego, que más de una vez ha dialogado con nuestro medio y lamenta en su relato los tiempos vitales que se perdieron al inicio de la causa y hoy está resignada a encontrar a su hija y sus nietos con vida.
“A esta altura, para mi están muertos, pero quiero saber la verdad, saber dónde están, que pasó, quién hizo lo que hizo, quiero darles sepultura y llevar una flor en las fechas que mi hija y mis nietos cumplen años, hoy no tengo nada de eso, todo es inseguro, quiero dejar de pensar en esto, porque esto no es vida” lamentaba María Adelia en sus relatos brindados a Paralelo 32.
La semana pasada, la causa Gil – Gallego tuvo un nuevo capítulo en el interminable expediente que desde hace un tiempo lleva adelante el Juez Gustavo Acosta. Si bien el testimonio no es directo, la justicia está en la búsqueda de un vecino que durante un velorio afirmó tener mucha información sobre la familia y su destino.
Fue un empleado de una funeraria, que en un diálogo informal con María Adelia le contó que aproximadamente en 2016, 2017, en un velatorio escuchó a un hombre que según el relato sería de Crucesitas Séptima o Don Cristóbal Primera, contar detalles de la desaparición de los Gil.
Según María Adelia, el empleado mostró temor y se limitó solo a dar pistas del vehículo en el que se trasladaba esta persona, por lo que ella acudió a la justicia a aportar esta nueva información y nuevamente desplegaron herramientas para tratar de echar luz a una causa que permanece a oscuras desde hace veintitrés años.
Por el momento se busca a una persona longeva, que en ese velorio de hace unos seis años atrás se movilizaba en una camioneta de marca Ford, color blanco, con la amortiguación modificada. Eso es toda la información sobre esta nueva pista, por lo que el magistrado pidió prudencia “se ha generado una expectativa excesiva y debemos ponerla en su justo lugar, estamos en una etapa de un dato inicial, por lo que debo contar como se dieron las cosas.
Un empleado de una funeraria se encontró con María Adelia y una persona le contó que sabía mucho de la familia Gil Gallego, esto es el relato que en principio se contó. Tras algunas entrevistas frustradas con el empleado, se fue acordando de esta persona, aseguró que residía en Don Cristóbal Primera o en Crucesitas Séptima. Estamos detrás de saber quién es este vecino, sabemos que al día de hoy cuenta con una avanzada edad. Vuelvo a aclarar que es un dato inicial, para ubicar las cosas donde tienen que estar” remarcó Acosta y agregó que a lo largo de la causa se han encontrado con personas que dicen saber mucho, pero a la hora de las entrevistas los datos aportados no tienen lógica y son desechados, por eso hoy la prioridad es ubicar a esta persona y ver qué información puede brindar, si los datos son útiles y pertinentes.
A pesar del paso del tiempo siguen firmes dos hipótesis. Una es que la familia emigró de Crucesitas Séptima en 2002, pero con el avance tecnológico en cuanto a bases de datos y cruzando información con organismos de migraciones, gendarmería nacional y policía federal; todo ha arrojado resultado negativo, por lo que la justicia no puede afirmar que se hayan movido de lugar. La otra hipótesis que cobra identidad habla de un desenlace trágico, pero que también ha tenido resultado negativo, pese a las innumerables excavaciones que ha realizado el Equipo Argentino de Antropología Forense en el predio de estancia La Candelaria, sumados a los datos coincidentes aportados de buena fe, por un arrendador, un cazador del campo y un vecino de la estancia, que mencionan la excavación de hoyos en diciembre de 2001.
Otro dato que disuelve la hipótesis del viaje de la familia a otro lugar, es que ninguno de los integrantes del matrimonio sabían manejar, siempre se movilizaron en remis o a dedo, por lo que si hubiera registro de una mudanza, un chofer los debería haber trasladado. Además todas las pertenencias de la familia quedaron en el establecimiento rural ubicado sobre la Ruta Provincial Nº 33 a 30 kilómetros de Viale.
Al día de hoy sigue vigente la recompensa de nueve millones de pesos que dispuso el Gobierno nacional para quien brinde datos certeros, como así también la colaboración del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), aunque hasta que no haya una pista firme para excavar no va a ser convocado, señaló el juez.