“El coronavirus ‘es muy inteligente’, cambia y muta mucho”, indicó el neurólogo Jorge Marche
El neurólogo Jorge Marche, médico oriundo de Crespo, que trabaja en instituciones del Área Metropolitana Buenos Aires (AMBA) está en la primera trinchera de lucha contra el coronavirus SARS CoV 2 y la enfermedad covid-19. Desde su especialidad observa cotidianamente las complicaciones y afectaciones que esta nueva enfermedad genera en muchos pacientes. En una extensa entrevista vía Zoom, explicó a Paralelo 32 las nuevas situaciones y los desafíos que enfrentan los profesionales en la actual pandemia en desarrollo.
Coronavirus neurotropo
“El coronavirus es neurotropo (virus que tiende a localizarse en tejidos nerviosos, N. de R.): afecta vías nerviosas, por eso se habla tanto del olfato y del gusto. Cuando ingresa un paciente con covid a internación, es de interconsulta entre varias especialidades. Nuestro trabajo se duplicó o triplicó. Antes veíamos Alzhaimer, ACV o Parkinson; hoy es todo ‘paciente covid’. Aunque no tenga nada, hacemos una consulta y se hace mucho seguimiento neurológico a largo plazo, cada seis meses. Hay un deterioro ‘suave’ del nivel cognitivo, no al 100%, pero en mucha ‘población covid y se da en cualquier edad. Se nota un rendimiento cognitivo menor. A nivel atencional se distrae más rápido la persona. Es lo que se ve como estadística a los seis meses: un componente cognitivo mucho más que el habitual deterioro de una persona. ¿Se recupera? Sí, se va recuperando, pero todavía no tenemos los números porque apenas pasó un año de pandemia.
Función ejecutiva
– ¿Qué está dando como resultados comparados con la literatura científica internacional?
— Es muy parecido. Covid afecta una función cognitiva muy importante, la función ejecutiva, que es la que nos hace tomar decisiones, planificar; da velocidad de procesamiento, memoria de trabajo, atención. Mínimamente, se nota un descenso y está la queja del paciente: ‘Me olvido más que antes’. Sumemos aislamiento, estrés, depresión por estar encerrados, pérdida laboral y un montón de otros factores. En los test cognitivos se observa una disminución, cuando el paciente viene con quejas. Ahora estamos cumpliendo las primeras ‘segundas evaluaciones’ y se nota una pequeña mejoría entre el primer test y la reevaluación. La mejoría es a casi un año.
– Es muy temprano para hablar de modificaciones a largo plazo.
— Es muy temprano para hablar de daño. No es tan marcado ni es una demencia, pero se nota el descenso en las facultades ejecutivas. A los pacientes les digo que la función ejecutiva es como nuestro presidente. Si anda mal, anda mal el cerebro: se pone más lento, más distraído. Todos somos lentos y distraídos a veces, pero el paciente covid tiene más quejas de lo habitual.
Más que una simple gripe
– Entonces, parece que covid-19 no es una gripe nueva que nos agarró sin defensas. Lo que dice no parece habitual en otras gripes.
— Por ahí los médicos confundimos mucho. ¿Es verdad que toca la parte respiratoria? Sí, es verdad, pero no es lo único. El ACV y el covid van de la mano. Hoy, quien tiene un ACV es considerado paciente covid. No va al aislamiento como al principio, cuando cualquier paciente que hiciera un ACV entraba a sala de covid.
– ¿Por qué entraba a sala de covid directamente?
— Por uno de los fenómenos del virus en el cuerpo: es ‘pro trombótico’, favorece que se tapen arterias. Ahí aparecen ACV e infarto del corazón; hemos tenido trombosis digital de dedos, amputaciones de dedos, lesiones perianales, sangrados anales.
– ¿Todo asociado a covid?
— Todo covid. Las encefalitis. Al principio pensábamos que sólo era respiratorio, pero lentamente fue progresando. Creo que llevaba dos o tres semanas publicado un caso de encefalitis en una publicación inglesa y nosotros vimos un caso similar en nuestro hospital. No encontrábamos motivo y buscamos a nivel de líquido encéfalo-raquídeo un proceso inflamatorio que era totalmente desconocido para nosotros. Ahora, lo pensamos mucho más. Un paciente que entra con un estado más avanzado de covid, que no entra con la dificultad respiratoria, sino más en estado de estupor. No es tan común pero lo vemos, eléctricamente el cerebro se deprime, las punciones lumbares salen con procesos inflamatorios, encontramos más punciones patológicas de las que deberíamos encontrar. El virus ‘es muy inteligente’. Para mí cambia mucho, muta mucho. Yo hago más interconsultas que internación, pero los que están en internación se vuelven locos. Están al lado del paciente todo el tiempo. Los terapistas no se pueden relajar con un paciente, están cada dos o tres días cambiando antibióticos, o cambiando el diagnóstico. El virus muta mucho dentro del cuerpo.
Nuevas cepas agresivas
– Ahora aparecen algunas cepas más agresivas.
— Son mutaciones. El virus no nos quiere matar, quiere vivir con nosotros. Está buscando su mejor expresión. Ese virus es información, como el virus en una computadora. Ingresa a nuestro cuerpo, lo toma y adquiere un nuevo formato. Usa nuestras proteínas y se desarrolla. Algunos organismos le dan alojamiento y vive; otros organismos no llegan a coordinar con el virus y mueren. Pero el virus busca mutar todo el tiempo hasta que se estabilice con el ser humano. En algún momento se va a estabilizar, va a cortar las mutaciones y va a convivir con nosotros eternamente como un estado gripal, como las neumonías, como la varicela.
– ¿Cuánto tiempo, cuando dice ‘en algún momento se va a estabilizar’?
— Cinco años, fácil. Lamentablemente asociamos el covid a muerte, que para nosotros genera mucho dolor. Eso nos trae angustia, que lamentablemente genera estrés, el estrés baja la inmunidad. Sumamos información, sumamos ‘cabeza que piensa’, gastamos un montón de neurotransmisores, nos aislamos, nos aíslan, perdemos vínculos sociales. ¿Qué va a hacer el cerebro? Lo menos, se va a deprimir, si el cerebro es totalmente sociable. Todo eso nos aumenta la posibilidad de escasa respuesta. Entonces, el virus se aprovecha de toda esta situación.
Volver a 2020
– Ahora, con la pandemia parece que volvemos a lo que pasaba un año atrás, sólo que con algo más de conocimiento, sectorizando más las fases de aislamiento.
— Sabemos un poquito más todos: sanitaristas, médicos y pacientes. Pero creo que creemos cada vez menos, nos decepcionamos cada vez más. Creo que es correcto en parte, restringir movimientos, porque se dispersa menos el virus. Hasta ahí me parece normal. Pero, desde mi profesión me toca ver la mente, que otros no están viendo. No puedo aislar los pacientes. El cerebro funciona ‘fuera de casa, con personas y haciendo algo que te guste’. ¿Lo voy a volver a encerrar? Todos los días veo pacientes que se deterioran. Lo poco que podía hacer una persona mayor de 65 años se lo fuimos quitando. Hoy tenemos mucha sobrevida, mucha gente grande de más de 85 años. Hay más de mil mayores de cien años sólo en Capital Federal. Tenemos reemplazos de rodillas de ciento un años. La medicina mejoró mucho para estas personas, pero mentalmente no. Y al cerebro lo tenés que entrenar. Si lo aíslo, se complica. Para mi paciente es pésimo, pero no puedo ir en contra de una orden política. Tengo que estimularlo lo mejor que pueda: mejorarle la conectividad, tratar que los hijos o los nietos estén más presentes.
Quién es
Jorge Marche recibió su título de médico en la Universidad Nacional del Nordeste. Es Jefe de Unidad de Trastornos de Memoria y Conducta en el Hospital Presidente Perón, de Avellaneda. Se ha especializado en psiconeuroinmunoendocrinología y en neuropsiquiatría. Es director médico y docente en el Instituto de Neurociencias Avellaneda. Tiene 45 años, y es oriundo de Crespo. Realizó estudios primarios y secundarios en el Instituto Sagrado Corazón. Está casado con Marcela Ureta, médica cirujana general y de quemados. Tienen dos hijos: Franco, de 16 años, y Joaquín, de 13.
Larga cuarentena
“Creo que esta pandemia nos agarró mal parados a los médicos y pensamos que lo podíamos dominar más temprano. Quizás podemos dominar cien mil casos, el problema es que cuando creció el contagio exponencialmente no lo pudimos controlar más. Después, la gente se cansó, tiene que trabajar, tiene que salir a la calle. Pero continúa la ola de contagios. Está bien que se contagien las personas, es necesario. Pero en este aprender a convivir de nuestro cuerpo con el virus, hay un montón de personas que mueren”.
Más casos que camas
– Los estrategas de la cuarentena tienen un número crítico: que la ocupación de camas de terapia intensiva no lleguen a 100%.
— Es mentira. Hace unos días, en un hospital interzonal de 400 camas en Avellaneda, teníamos 100% cubierto en clínica, terapia, terapia intermedia y unidad coronaria. No teníamos camas para covid. ¡En un hospital de 400 camas! Hace un mes que vienen creciendo los casos. Hay mucho más casos que camas. A muchos los dejamos en su casa, lo ‘alargamos’, llegan más tarde. Contar camas de terapia es un número medio mentiroso, hay mucho más de lo que se cuenta.
El barbijo, el codo y las dudas
“El barbijo nos complica a todos, pero es lo que más nos indican. El virus pasa doble barrera de barbijo: pasa el N95 y el quirúrgico, por el tamaño que tiene. Es seis veces más chico que la luz que vemos. ¿Sirve para algo? Dicen que sirve. Cuando se investiga un poco más no cierra lo que te dicen, entrás en dudas y ya no sabés hasta dónde creer todas las cosas. Cuando no te podés dar la mano porque el virus se contagia a través de la mano, ¿no se contagia a través del codo o del puño? ¿Solo hay contagio en la palma de la mano? O los dos metros de distancia, qué se yo si sirven cuando el virus está flotando porque se puede aerolizar hasta tres horas. Hay menos chance de que la gotita te pegue. Hay cosas que se contradicen en la información. Soy médico tradicional, debo acompañar las decisiones políticas, pero tengo un montón de dudas”.
Salud pública y salud privada
– ¿Hay gente que se muere sin llegar a terapia intensiva?
— Obvio. Hay diagnósticos negativos que están en estudio. Al principio estábamos tranquilos porque el hisopado negativo daba negativo. Después aparecieron los falsos negativos. Hay pacientes que generan duda, hay una zona gris, amplia, que a veces no se puede diagnosticar. O no es tan fácil. Las encefalitis, por ejemplo, todavía no las pensamos cien por ciento en covid. Por ahí las mezclamos como si fuera una meningitis, algo químico o tóxico. Hay otras enfermedades que aceleraron la evolución de una demencia y, a veces, las vinculamos mal con covid. O a veces no se tiene en cuenta covid, y deberíamos hacerlo. En el apuro, a veces erramos el diagnóstico. En Buenos Aires, el médico de guardia, que es el primero en atender, corre demasiado. A veces pierde claridad en el diagnóstico. No tiene esos minutos de más para entender un caso: es blanco o negro. Si es negro el paciente sube, si es blanco se va a la casa, pero el paciente vuelve a los dos días y está más grave.
– ¿Hoy la situación es muy tensa en los hospitales?
— Hablamos de hospitales públicos de Provincia de Buenos Aires. Los hospitales privados tienen otros ingresos. En los públicos hay menor cantidad de profesionales como médicos, camilleros, enfermeros; muchos licenciados por la edad y factores de riesgo. Tenemos menor población de profesionales pero más pacientes. En neurología, tenemos cien turnos por semana, pero hay muchos más pacientes. Y no hay lugar para ingresarlos. Hace veinte años que trabajo, si comparo los primeros años con la actualidad, ahora se trabaja un poco más ajustado con la gente. Hay más demanda de turnos, los pacientes están más molestos.
– ¿Es por la pandemia, o venía de antes?
— Previo a la pandemia ya veníamos complicados en los últimos ocho años. Cambia la gente que te acompaña, el gremio aparece mucho más en el hospital. Eso no termina ayudando, siempre uno queda de un lado o del otro y termina olvidando al paciente. Mi hospital ediliciamente mejoró mucho, pero profesionalmente no, descendió mucho. Antes teníamos habitaciones de seis camas, ahora de dos con baño.
– ¿Por qué cae el recurso profesional?
— En el sector público no es ni rentable ni saludable.
– ¿Se va la mayoría al sector privado?
— En el hospital, los que tienen suerte de ingresar, aprenden. Pero hoy hay muchas residencias en clínicas privadas, que han adquirido la formación. En nuestras residencias, en vez de haber un residente y dos concurrentes, tenemos un sólo residente. Después, la gente dejó la obra social, un montón, y se pasa al hospital. Nuestro hospital tiene convenio con PAMI. Entonces, tenemos la cápita de PAMI más la cápita sin obra social. Y somos los mismos cinco o seis neurólogos que atendemos desde hace 15 años para dos o tres veces más pacientes.
– Entonces, tenemos un país que se está ‘llenando de pobres’ y un sistema de salud donde crece más la parte privada, pero necesitamos cada vez más la parte pública.
— En lo público uno se limita a atender. Se elimina la docencia, hay menos tiempo. Antes podías explayarte más con el paciente, hoy hay que atender 15 pacientes por mañana en lugar de ver siete bien. El sueldo tampoco alcanza. Entonces, el médico hace unas horas en público y se va rápido a trabajar en privado. Además, están las carencias del paciente: no puede comprar el medicamento que necesita. El médico termina redondeando una historia que no es ni el medicamento ideal ni la contención como se debería. Muchas veces escuchás problemáticas, como un psicólogo. Problemáticas, problemáticas. Tengo de paciente una abuela de noventa años que va al hospital a charlar. Antes había menos pacientes sociales.
– ¿A qué llama paciente social?
— Son pacientes que pierden la familia, o son extranjeros, o no tienen donde quedarse. Y el hospital los hospeda como si fuera un hogar. Pasan seis meses hasta que los ubicamos en un hogar externo. Quedan en lo que se llama el ‘hospitalismo’, les cuesta salir después del hospital. Tienen baño, cama, televisión, comida, no pagan nada. Y somos un hospital público, no podemos elegir no tenerlos y no cuidarlos.