El Club de los HC
** ¿No sería hora de formar el ‘Club de los que se Hacen Cargo’ y unirnos todos en él? No para hacernos cargo de lo que no nos corresponde sino cada uno cargarse al hombro los rollos propios.
Después de formarlo, sería bueno honrarlo poniéndonos a hacer las cosas y dejando de buscar culpables, enemigos, pretextos, excusas, razones, fundamentaciones ideológicas, o lo que sea.
El país creció con las generaciones que rezongaban por muchas cosas pero lo hacían mientras seguían construyendo.
** A lo largo de nuestra historia de dos siglos siempre hubo alguna grieta abierta. Ni siquiera San Martín logró el favor unánime de los porteños y la mitad (que estaba cómoda con España) lo odiaba, a pesar de que siempre luchó por el país y jamás mató ni mandó a degollar a un compatriota.
Lo que no había eran las redes sociales a través de las cuales se alimenta y retroalimentan hora tras hora los odios grietales de estos días que supimos conseguir. Felizmente también el amor y la amistad, para salvarnos de la demencia.
** No conocemos las verdaderas motivaciones, en esto deben opinar los sociólogos y probablemente no se pongan de acuerdo. Si nos preguntan a nosotros qué cambió en las grietas diríamos que antes se abrían por ideales o fanatismos y hoy por el bolsillo.
** Muchos de los que actualmente están de uno u otro lado de la grieta es porque perdieron sus privilegios (trabajo público con o sin obligaciones y con remuneraciones altas) y otros ganaron nuevos privilegios (trabajo público con o sin obligaciones y con remuneraciones altas). Por supuesto, como este interés tan prosaico no es una bandera digna para mostrar en la lucha, levantan otras mucho más aceptables socialmente.
** ¿Hay ganadores y perdedores en esta pelea transgrietaria? Que se sepa, no. Pero según la sabiduría más ancestral, el que agrede es el que pierde porque demuestra no tener razones sino odios o rencores.
El triángulo de los peores
** Los tres o cuatro grandes monstruos siempre acompañaron a las generaciones que nos precedieron. Pertenecen a la condición humana desde el Jardín del Edén. Siempre hubo alguna grieta social, política o religiosa más o menos importante; siempre existió la violencia de género y siempre el bulling. Sin embargo la gente no se psicoanalizaba y eran muy raros o casi inexistentes los suicidios de adolescentes o jóvenes, lo cual es un doloroso y triste signo del tiempo presente.
** El alcohol solía ser la puerta de escape para los que no tenían acceso al psicoanálisis o al conocimiento pleno de Dios (que es sanador), pero hoy el alcohol es un elemento de diversión de alto riesgo, que abre las puertas a adicciones mucho más perniciosas o letales.
** Llegados a este punto de la columna mangrullera, nos hemos metido en un tema tan complejo que, a falta de un psicólogo que pueda asistirnos, preferiríamos evadirlo. El escape, la huida, el raje, es un recurso mejor que un trago de alcohol. Pero, pero, pero… tan bueno como Valium o un bálsamo milagroso para untarnos sobre el pecho dolorido, es don Leoncio con sus anécdotas y quizás algún poco de humor.
Historias alrededor del mástil
** –M. Gustoso de saludarlo, don Leoncio. Llega muy a tiempo para sacarme de un atolladero.
_L. ¿Anda como hormiga queriendo cruzar un cojinillo, Mangrullero?
–M. Algo así. Digamos que me metí a opinar guiándome por mis pareceres, en algo que debemos dejarles a los profesionales que saben del asunto, y cuando uno hace esto puede cometer mala praxis.
_L. Usted está como el viejo Perales, que siendo manco quería atajar penales.
–M. El viejo truco de hacer rimar un apellido con algo, para tomarlo para el churrete, y de remate señalarle un defecto físico. El bulling no va con usted, don Leoncio.
** _L. Si, en eso tiene razón, pero antes era gracioso y no estaba mal visto. Conocí a un chico de apellido Cucurulo y a la gurisada le parecía gracioso hacerlo rimar. Qué le vamos a hacer, hay apellidos que dicen cosas.
–M. ¿Qué dicen cosas? ¿Y qué? Los apellidos se clasifican en tres divisiones: patronímicos, calificativos o personales, y solariegos: Perales, Manzanares, Carro, Luna, Carpintero, Zapatero, Laguna, Lagos, Ríos, Bosques, Rueda, Casa, Puente, Puerto, Alegre, Triste, Amarillo, Rojo, Blanco, Verde, Cejas, Capón, Papada, Bocanegra, Quijada, Orejón… es interminable, hay miles y miles.
** _L. Me viene a la memoria aquel muchachito tan solitario en el patio de la escuela con el cual nadie quería juntarse, pobrecito, de apellido Fuego.
–M. Lindo apellido, lleno de energía, de luz, de fuerza…
_L. Sí, pero vio como es la gente, en casa nuestras madres desde que aprendíamos a hablar ya nos aconsejaban: “Chicos, no vayan a jugar con fuego”. ¿Y a qué chico su madre no le aconsejaba así?
–M. Ya me imagino lo que pasaba, espero que usted no haya caído en semejante confusión, aun siendo gurí…
** _L. En mi caso particular, vea, mire, una de las tantas veces que le paré la oreja a una conversación de mi padre, un amigo le contaba sobre un sujeto que había recibido una tremenda paliza por parte del esposo de no sé qué señora muy atractiva. Y mi tata agregó como único comentario: ‘eso le pasa por jugar con fuego’. ¡Imagínese! Cuando Carlitos Fuego venía tristemente por el pasillo de la escuela haciendo picar una pelota yo me tiraba por la ventana.
Se usaba el psicosopapo
** –M. Si eso ocurría sistemáticamente, es enorme el daño que le hicieron al chico, probablemente apagaron su fuego.
_L. Pero así eran las cosas y no necesitábamos psicólogo. Me acuerdo que jugábamos al fulbo en el potrerito de la escuela y el pobre Carlitos Fuego miraba desde debajo de una morera. Una vez nos devolvió muy entusiasmado la pelota, que se nos había ido por el lateral, y disparamos todos a la miércoles.
** –M. No estoy totalmente de acuerdo con usted en cuanto a que no necesitábamos psicólogos. No se los conocía en esa época, pero en cuanto fuimos grandes y supimos a qué se dedican… ¿cuántos de nosotros fueron a parar al diván para librarse de las heridas de la infancia?
_L. ¿Usted es uno de ellos?
–M. No. Nunca sentí esa necesidad. No creo que sea malo, es una especialidad más en la medicina y si uno no se siente bien tiene que recurrir a ella.
** _L. Peor los que tendrían que haber ido y no lo hicieron, porque a esos los tuvo que aguantar la familia, la sociedad, los compañeros del club o del trabajo…
–M. Seguramente muchas personas tristes o poco comunicativas que usted conoció, habían perdido la autoestima en los patios de los colegios. Otros lo superaron. Otros se pusieron en sintonía con las enseñanzas de Cristo, que curan el alma y la mente, y están bien con eso.
_L. ¿Solo en los patios de los colegios?
–M. Primero en la casa, por supuesto. Gracias por advertirme la enorme omisión.
_L. ¿Y qué le parece lo que antes se decía: Un buen sopapo vale más que un psicólogo?
–M. Un pensamiento salvaje. El sopapo sin palabras lastima y no ayuda a razonar.
Y dale Juancho con la…
** –M. ¿Se avivaron pronto del error y le pidieron disculpas a Carlitos Fuego?
_L. Sí, señor, solo los necios perseveran en el error. Me acuerdo que el día que terminamos el último grado; ya estábamos más avivados, a mitad de año habíamos aprendido que la cigüeña no existe; algunos nos arrimamos a Carlitos para decirle que ya está, que nos disculpe. Pero por las dudas no jugamos al truco en el pic nic de despedida de la primaria, no fuera que nos faltara alguno para armar de cuatro y teníamos que darle naipe a él.
** –M. Terrible. Menos mal que usted ya no es el mismo que fue siendo gurí, don Leoncio.
_L. Pero íbamos a la primaria para aprender y respetar al docente. A unos les costaba más, a otros menos, pero se aprendía. De ahí para adelante cada cual jugaba su destino, el que no seguía estudiando, trabajaba o se metía de aprendiz en un taller buscando un oficio. Ahora tenemos leyes que impiden trabajar a los menores en toda actividad que no sea vender drogas por el barrio.
** –M. Se supo esta semana que el 35,6% de nuestros jóvenes son “ni-ni” (ni trabajan ni estudian). Seguramente habrá algunos que son “triple ni”, porque ni trabajan, ni estudian, ni se les raja hacerlo, pero el resto son en gran parte chicos sin oportunidades.
_L. ¿No era que todo eso había quedado resuelto durante la década ganada?
–M. Faltan algunas décadas más. Por ahora cada vez más chicos se rebuscan con el mortal y diabólico narcomenudeo que supimos conseguir.