El cambio en las instalaciones eléctricas domiciliarias
Las instalaciones eléctricas domiciliarias han experimentado una marcada evolución en los últimos cincuenta años, son más seguras, cambiaron los materiales y recubrimientos para una mejor aislación y durabilidad, además de exigir para su habilitación la certificación de un matriculado.
Pero los riesgos domésticos siempre están a la orden del día, sea por negligencia o falta de conocimiento, también se incurre en conexiones precarias, hechas por idóneos o los mismos dueños del hogar, que ante los costos, suelen evaluar opciones o guiarse por un instructivo en Youtube del tipo ‘hágalo usted mismo’.
Juan José ‘Vasco’ Olazagoitía fue durante muchos años Jefe de ENERSA para el mantenimiento del tendido en la ciudad, y sintiéndose en buena forma ante su jubilación decidió aceptar el ofrecimiento como asesor externo de COVER (Cooperativa de electrificación rural local) aportando toda su experiencia. Apelando a ese conocimiento, Paralelo 32 lo consultó respecto de algunos de esos cambios, con énfasis en los peligros que solemos minimizar, que pueden ser letales.
“En aquellos años, pongamos como referencia cincuenta años…puede ser menos, no había tantos electricistas y matriculados menos aún. Idóneos siempre hubo, un gran número de ellos trabajaba muy bien, con sentido común, un caso ejemplar eran aquellos egresados de la Escuela Técnica, que recibían nociones básicas de electricidad. Esto generaba lógicamente que nos encontráramos con estos dos tipos instalación”, comenzó diciendo Olazagoitía, agregando que tampoco existían las exigencias de hoy, “que son las protecciones, siempre hablando de instalaciones internas, de un domicilio”.
El entrevistado insiste en el avance que significaron el disyuntor y la llave termomagnética, que si bien existían desde inicios y mediados del 1900, respectivamente no se exigieron en los domicilios hasta las últimas décadas del siglo pasado. “La famosa llave negra de contacto On/Off era lo más usado en el campo y la ciudad como el único resguardo (con dos tapones, también llamados fusibles). Es más, Olazagoitía dijo que en la actualidad podemos encontrar todavía algunas instalaciones que mantienen este nivel mínimo de seguridad. “Y como no han tenido mayores inconvenientes, o no intervino la empresa distribuidora, ese cliente continúa con una instalación precaria; son los menos, incluso en la zona rural, pero la diferencia salva vidas y debería insistirse en la concientización de la población”.
Otro tema es que aquella instalación era de un solo polo de electricidad, “no se identificaba el cable con colores, y por la llave no pasaba el positivo sino el neutro. Hoy todas las instalaciones son bipolares, cambiaron las normas de seguridad, tanto desde los entes reguladores, que se rigen por la Asociación Electrotécnica Argentina (AEA) como de las empresas que prestan y distribuyen el servicio”.
Esa modificación rige desde el momento que se solicita el suministro a la distribuidora eléctrica, instancia en la que un matriculado completa el formulario de la intervención que realiza en el hogar donde contrataron su servicio. “En ese detalle debe coincidir la normativa con la colocación de un medidor exterior y contraparte interior donde se alojará el tablero general, allí estará colocado el disyuntor y su llave termomagnética, ambos bipolares (el cable vivo con corriente y el neutro sin ella, entran y salen por ambas llaves)”.
Otro punto a favor de la labor actual es el acceso a herramientas e instrumentos de constatación de la tensión eléctrica, como el caso del llamado ‘buscapolo’, que viene con alerta lumínica y también están los que incluyen sonido. “Normalmente se prueba en un enchufe. Eso sí, es necesario controlar que el instrumento de medición funcione correctamente, porque en más de un hogar se compran y van a parar a un cajón por meses, y no se constata periódicamente si funcionan. Ese es otro riesgo al momento de usarlos efectivamente”.
Algo más sofisticado es la pinza Voltiamperimetrica, que tiene dos contactos para colocar en un toma para corroborar la tensión en la línea.
Un riesgo doméstico recurrente
“Una de las cosas más comunes y que provoca más accidentes es el prolongador para cortar el césped, o para llevar cerca de la pileta un equipo de música, por ejemplo. Añadimos aquí la comúnmente llamada zapatilla —que es un toma múltiple con un tramo de cable conectado a un enchufe— ambos por el uso están expuestos a roturas y cortes que dejan filamentos al exterior; y si por esas cosas de la rutina, lo enchufamos y desenrollamos por el suelo a medida de vamos acercándonos al lugar donde queremos llegar con corriente, podríamos recibir una descarga letal”.
Según explica este experto, no controlamos regularmente antes de conectar si el cable está en condiciones, pasó por un lugar húmedo y está deteriorado, añadido, etc. “no reparamos en que solemos pasarlos por los filos de una ventana de aluminio, queda apretado con un mueble o puerta, tironeamos porque no llega y se estira la cobertura protectora provocando micro cortes del filamentos; ni hablar si con la zapatillas notamos que levanta temperatura, es evidente que está haciendo un falso contacto”.
Revisar que todo funcione y esté en condiciones tomará segundos, pero la velocidad en que vivimos nos suele exigir a relajar esas medidas de seguridad. Estas y otras tantas situaciones ameritan cuidado y determinadas reglas de seguridad que alguien con experiencia en el rubro nunca pasa por algo. También suele sugerir al cliente cómo comportarse cuando manipula estos elementos, y así ayudar a generar conciencia sobre lo peligroso de la electrocución.