Don Leoncio y la inteligencia artificial
** Casi tropiezo con él. Un cielo nublado me permitía leer bajo la luz del día la pantalla de mi dispositivo móvil. Caminaba yo tras el aparatito, empeñado en rechazar la oferta de un monopatín eléctrico que me sería enviado desde Singapur en cuatro días, y atendiendo el último mensaje de mi sobrino Gervasio, satisfaciendo mis curiosidades sobre su vida. Don Leoncio estaba allí, esperándome, erigiéndose sobre sus desvencijadas zapatillas Adidas como un modelo de contracultura que, munido de su canasta con salames y quesitos Sardo, pretendía abastecerme la picada del fin de semana.
** _M. ¡Uépp! Disculpe mi distracción don Leoncio. Es un gusto saludarlo. Venía abstraído por las novedades de mi sobrino Gervasio, que a pesar de su corta edad ‘la está juntando con pala’.
–L. Menos mal que venía a media rienda y yo alcancé a hacerme a un láu, que si no me lleva puesto. ¿Y qué es lo que tanto junta su sobrino si se puede saber?
_M. Plata junta. Está en la grande el pibe.
–L. ¿De qué se ocupa el hombre, si se puede saber?
_M. Es un desarrollador independiente.
–L. ¿Tiene una fábrica de algo, es abogado, carpintero, imprentero, vende telas por metro…?
_M. Nada de eso don Leoncio, la verdad es que no se lo voy a poder explicar porque no sé bien de qué se trata y si pudiera decírselo usted no lo entendería.
–L. Buéh, un sobrino así no es para ponerse ancho. No hay caso, amigo, la mitad de la juventud de hoy avergüenza a sus mayores. No hay que mezquinarles lonja a esos mañeros.
_M. Pare, pare, no es lo que usted piensa. A ver…¿cómo le explico que se dedica al minado de criptomonedas?.
Cruje la colisión de dos mundos
** –L. Y bueno, ahí está, atrás de dedicarse a las minas viene toda la otra porquería y de ahí no se vuelve…
_M. No, no. No se trata de minas sino de minería, pero tampoco es eso, es complicado, lo de él tiene que ver con el cálculo de negocios con criptomonedas, como el bitcoin y otras…
–L. ¿¡Y entonces!? Si tiene que ver con el minerío, llámele como quiera para no avergonzarse de lo que hace el muchacho; trabaja de cafiolo.
_M. No sé si reír por ese anacronismo: cafiolo. A ver si me entiende; estamos en un tiempo de quiebre generacional tan grande que a los “dentraus en años” como a usted le gusta definirse, les cuesta cada vez más entender los nuevos oficios u ocupaciones.
— ** Y… ¡si a uno no le explican!
** _M. Quiero decir que, si bien los oficios, profesiones, dedicaciones y ocupaciones siempre fueron claros para la gente de cualquier edad mientras existió el único mundo que teníamos, ahora hay dos mundos, el físico y el virtual. El virtual es un mundo invisible, ¿me sigue?
_L. ¿¡No me diga que su sobrino se murió y Dios me lo tiene en su gloria!?
_M. No, tranquilo. Si usted sabe lo que es una computadora o un simple teléfono celular me va a ir entendiendo. Le daré un ejemplo: había un correo…
–L. …y lo jodió Macri…
_M. …Así dice C5N, si, o en todo caso Menem que lo privatizó, pero no va por ahí mi explicación. Había un correo, donde había carteros que repartían diariamente la correspondencia que intercambiábamos con familiares, amigos, cartas de amor…, y eso no está más. Hoy nos comunicamos por Internet. El mundo invisible es que ya no hay carteros ni camiones transportando cartas, sino que llegan en segundos de un extremo al otro del mundo transportado por nanopartículas que no se ven… ¿Lo estoy complicando?
–L. A eso cualquiera lo sabe, pero me anda ‘guelteando’ para no decirme en qué trabaja su sobrino, si en un comercio, una fábrica, una barraca, un aserradero…
Revelación
** _M. Espéreme un cacho, tengo acá un mensaje de él donde me lo explica… a ver… dice que trabajó antes en Vercel, empresa de tecnología que desarrolló un marco de código abierto para desarrolladores y ofrece una plataforma de plantillas interactivas para desarrollar sitios y aplicaciones. Y que ahora se pasó a Bitfarms, donde hace esto de minar criptomonedas…
— L. Recuérdeme que le quiero dar un día de éstos todas las monedas que ahorré en una lata grande de Toddy, que hoy no me sirven para nada. Me haga el favor de minármelas.
_ M. (hace un gesto y continúa)… sigue mi sobrino: también hice muy buena diferencia trabajando un tiempo para Auth0 (ni idea cómo se pronuncia), una compañía dedicada a la ciberseguridad y autenticación, que se encarga de los logins que hacen los usuarios para registrarse en una web.
** –L. ¡Linda changa! Habrá tenido que mudarse lejos varias veces porque a esas marcas nunca las oí nombrar.
_M. Por supuesto que no; siempre trabajó y trabaja desde su casa.
–L. Ah ¿levanta quiniela clandestina por internet?
_M. Usted no las oyó nombrar a esas firmas pero son tres de los once famosos unicornios argentinos que facturan más de mil millones de dólares al año.
Cosa de no creer
–L. ¿Quién iba a creer, no?
_M. Así es, quién podría saber años atrás lo del cibertrabajo, los logins…
–L. Me refería a los de un solo cuerno.
_M. Se les llama unicornios, sí.
–L. De haber sabido el Pancho Cornicholi sobre este negocio, con todos los que le metieron podía haberse hecho rico.
** _M. ¡Otra vez don Leoncio!, cuando no entiende zafa con algún bolazo.
–L. No me ande queriendo pisar el poncho Mangrullero; soy criado entre relinchos y silbidos de perdices, pero así como me ve, sencillito y de alpargatas, no se confunda, mire que a la mejor tierra la cubre la maleza.
_M. Mis disculpas si me expresé mal por esa picardía suya, sabe que lo respeto, pero me siento impotente queriendo explicarle los nuevos conchabos que ha traído el tiempo y los nuevos conceptos que lo definen.
** –L. No se rompa mucho la cabeza; no ha de ser tan hondo el charco si el gato lo cruza al trote. Las cosas cambian de nombre pero siempre son las mismas. Un bosquecito es un bosquecito, lo mismo que un paraisal donde se hacían los pic nic bailables o nos juntábamos a matear, siguen siendo un paraisal, pero actualmente ¿cómo le llaman a eso?… dígalo usted…
_M. Bueno, en ese punto tiene razón, supongo que al paraisal hoy se le llamaría biosistema de uso socio cultural, recreativo y educativo. — ¿Y di’diái? ¿No le dije? Vuelvan a decir espinillal, ñandubaysal, paraisal, y lo entenderemos todos.