Día del periodista
Día del Periodista: contar lo propio, incluso cuando todo cambia
Este texto no lo escribí solo. Usé críticamente una herramienta nueva: los llamados PROMPST (órdenes que se le atribuyen a Chat GPT para lograr un resultado), una tecnología que hasta hace poco parecía lejana. Sobre una base de conceptos, ideas y reajustes fui adaptando el texto hasta que entre esa IA entrenada para producir texto y yo, coincidiéramos en el producto final. Incluso finalizado, confieso que seguí editándolo ya que no renuncio a mi humanidad imperfecta y por demás subjetiva.
Así como cambia el mundo, cambia también la manera en que escribimos, preguntamos, pensamos. Pero lo esencial sigue ahí: contar lo que nos pasa. Contarlo bien. Con respeto. Con contexto, y bajo ningún concepto, corrernos de ese lugar de vigilancia y crítica que necesita nuestra profesión.
Para quienes fuimos jóvenes en otros tiempos y hoy convivimos con esta aceleración digital, el impacto no es solo técnico, es existencial. Nos cambia el para qué. Nos pone frente a nuevas formas de comunicar, pero también nos reafirma en algo: no todo puede ser tan fugaz, tan instantáneo, tan superficial.
Aquí, en Victoria, en esta ciudad del interior con sus particularidades ventajosas y críticas, la velocidad no siempre manda. Nos movemos con otros tiempos. Nos reconocemos en el cara a cara, en lo que se cuenta en voz baja, en lo que se escribe para ser leído más de una vez. Y aunque dependemos cada vez más de estas tecnologías, también nos resistimos. Por afinidad, por cercanía, por empatía. Porque hay cosas que no queremos perder.
No se trata de demonizar la tecnología. No es buena ni mala en sí misma. La primera gran revolución de la comunicación fue la imprenta, con Gutenberg. Leer y escribir siguen siendo actos tan transformadores como el más nuevo de los dispositivos. Por eso, seguir apostando al papel no es nostalgia: es conciencia.
Tampoco es cierto que todo lo viejo sea lento o inútil. Ni que el papel sea un símbolo del pasado. Al contrario, en un mundo donde muchos aún están excluidos digitalmente, donde la tecnología se distribuye de forma desigual, hablar del fin del papel como progreso inevitable suena más a negocio que a inclusión. Muchas veces, quienes no están conectados también son quienes más apoyan estos discursos, empujados por una lógica que no eligieron.
El equilibrio entre lo viejo y lo nuevo no es cómodo. Es conflictivo. Y sin embargo, ahí es donde trabajamos cada semana. En esa tensión. Escribiendo, escuchando, preguntando. Tratando de hacer un periodismo que no repita slogans ni esconda complejidades.
Paralelo 32 no es solo un medio. Es parte de una gran familia que creció y se consolida gracias a esas comunidades que lo valoran, lo esperan, lo discuten. Y es que a casi un cuarto de siglo de formar parte de este proyecto, siento que mi propia historia está entrelazada con la de las personas que lo leen, que lo sienten suyo.
Seguir haciendo periodismo acá, en papel (independientemente que la empresa haya dado el salto tecnológico a la Web – N. de R.), desde el lugar que habitamos, es una elección. Una forma de resistir el olvido, el ruido, la indiferencia. De seguir apostando a la palabra bien dicha, bien pensada, bien sentida.
Feliz día a quienes, aún con dudas y con desafíos, no dejan de buscar la mejor manera de contar lo que somos.