Desde Palito a Diegote y el sueño del pibe
Luis Jacobi (Periodista. Director de Paralelo 32)
Uno de los elogios que he oído sobre Diego Maradona, quizás el más modesto, se refería a que encendió en muchos chicos la ilusión de que se podía salir de la pobreza jugando a la pelota. Por supuesto que es la historia de tantos jugadores exitosos, entre ellos el “Apache” Carlitos Tevez, cuyo apodo también declara su origen en el misérrimo complejo habitacional de Fuerte Apache, en Buenos Aires.
Es un razonamiento que habíamos escuchado varias décadas antes cuando chicos muy jóvenes y sin preparación de nada, salían del norte argentino con rumbo a la por entonces llamada Capital Federal y conquistaban las luminosas marquesinas del país y el mundo. El caso más emblemático fue el de Ramoncito Ortega (Palito), también el santiagueño Leopoldo Dante Tevez (Leo Dan), pero hubo muchas historias parecidas.
Dentro de ciertos contextos, muchos jóvenes sueñan con llegar a ser cantantes o futbolistas para salir de la miseria. Los sueños no tienen validez de proyecto, sin embargo cuando alguien desea fervientemente algo y le suma la indispensable acción, cuando tiene un objetivo pero le juega en contra el entorno o quizás su propia baja estima, le viene muy bien saber que Palito Ortega –hoy un olvidado- fue un changuito cañero en los suburbios rurales más pobres de Tucumán y sin embargo pudo abrirse camino en Buenos Aires y el mundo, envejeciendo con dignidad, un señor indiscutido de la música y el canto y también de la vida. Y Diego Maradona fue un gurí que soñaba en los potreros de Villa Fiorito llegando a mucho más de lo que esperaba, ser conocido y admirado en el mundo entero. Es el famoso “se puede” que estos personajes irradian subjetivamente como luz solar sobre millones de soñadores.
Hay muchísimos ejemplos como estos en el mundo del deporte y del arte, pero creer que solo en ellos se pueden hallar motivaciones para nuestros adolescentes es una mirada muy sesgada y hasta podría decirse demasiado hedonista, alejada del triunfo a fuerza del trabajo rutinario con menos exposición pública.
Es evidente que se ha creado un estereotipo que nos hace pensar que si no somos famosos o tenemos a millares aullando de amor ante nuestra presencia, hemos fracasado.
A contrapelo de aquella falacia, basta mirar alrededor para comprender que, sin distinción de género, hay muchísimos casos de personas de origen muy humilde o con entorno limitante que hallaron ejemplos estimulantes muy cercanos, en el mismo pueblo o barrio donde viven. Quizás ingresaron como ayudantes o vendedores en una ferretería, aprendieron el oficio, fueron agradecidos con quienes les dieron la oportunidad de trabajar y aprender las claves del negocio, vieron en otros el progreso económico en base al esfuerzo y confiaron que con el trabajo duro también se puede, hasta que un día se independizaron para establecer su propio negocio que quizás terminó en una cadena de ferreterías que convirtieron al obrero en empresario.
Ahora vayamos al punto más contradictorio. ¿Por qué a ese chico que a los 14 años se levantó cada día muy temprano para ayudar al ferretero de su barrio y llegó a empresario que da empleo a otros, hay quienes no lo ven como un modelo a imitar sino como un maldito oligarca que no merece ni el saludo y ni derecho tiene a quejarse cuando le va mal?
Es el resultado del odio de clases que lamentablemente ha sido fomentado en nuestro país, donde primero se elige a un enemigo y después se declara que para el enemigo, ni justicia. O un Papa que ha dicho que la pobreza es una virtud, a riesgo de hacer parecer que aquel que pasó de pobre a tener con honestidad un capital de trabajo ha renunciado a la virtud. Cada ser humano es complejo y trasmite distintos mensajes desde la palabra y la actitud, por eso no basta con ser un buen futbolista o un cantante que se sacrificó para salir de la pobreza; cuentan también sus acciones cotidianas, porque ellas influyen en la formación de sus fans como ciudadanos amantes de la paz, la familia, el trabajo, el respeto del otro, la gratitud para con la vida.