Cómo tras encontrar 800 pesos me di cuenta de que había perdido más de 3.300
Por Santiago Minaglia (Paralelo 32).- Ayer encontré 800 pesos. Estaban dentro de un sobre, en un cajón donde guardo objetos que jamás volveré a utilizar, pero que todavía no me animo a descartar. Se trataba de un regalo que me había hecho mi abuela en Navidad. En la Navidad de 2017, la última que vivimos juntos.
Al principio me alegré. Por un instante quise rendirme ante el misticismo y pensar que se trataba de un buen augurio. Luego, al ver la letra de mi abuela en un mensaje que me deseaba felicidad, desesperé de melancolía ante su recuerdo. En pocos segundos pasé de la algarabía al desasosiego. Finalmente, me hice cargo del asunto de manera racional.
Encontrar dinero era positivo. Por más que se tratara de una módica cantidad, nunca viene mal tener ese saldo a favor. Pero ¿ahí terminaba el análisis? ¿Con eso concluía todo? Definitivamente no.
Eran 800 pesos. Pero 800 pesos de 2017, no de ahora. Me di cuenta, entonces, que no había nada que festejar.
En diciembre de 2017, el dólar estaba, para la compra, a 18,09 pesos; en la actualidad, el dólar oficial promedio está a 93,75 pesos para la compra.
Es decir que, sin en 2017 hubiese comprado dólares con esos ochocientos pesos, me habrían dado 44,22 dólares. En cambio, ahora, si fuera de los pocos privilegiados que no están afectados por el ultra cepo del gobierno al dólar, podría comprar, con esa plata, sólo 8,47 dólares.
Dicho de otra forma, perdí 35,75 dólares; 3.378,02 pesos a valor dólar oficial.
Ni alegría, ni melancolía. Después del rápido análisis experimenté un golpe de realidad. En lugar de haber encontrado 800 pesos, me di cuenta de que había perdido más de 3.300.
Educación financiera
En la escuela me prepararon para tener nociones básicas de física, química, literatura, matemáticas, historia, geografía, ética, etc. Sin embargo, nunca me dijeron una sola palabra sobre educación financiera. De modo tal que salí de esa burbuja académica sin la mínima idea de cómo funciona el mundo real.
Sabía la etimología de la palabra economía, que deriva del griego oikonomós; oîkos (casa) nomós (administración). Me educaron en la historia de la economía y me contaron sobre la Perestroika, reforma cuyo objetivo era desarrollar una nueva estructura interna en la Unión Soviética, llevada adelante por Mijaíl Gorbachov. Además, estudié la Crisis de 1929 y el New Deal.
Entonces, podía perfectamente decirle a cualquiera de dónde venía la palabra economía y hablar sobre algunos aspectos históricos generales. En cambio, no sabía nada de la actualidad económica de mi país ni de las herramientas financieras de las que disponía como ciudadano. ¿Plazos fijos? ¿Fondos comunes de inversión? ¿Cauciones bursátiles? Todo eso no existía para mí.
De lo anterior se sigue que la información es esencial para aprovechar el dinero; para que éste no se derrita como hielo en el tórrido desierto de la economía argentina.
Conclusión
A la primera conclusión que arribé es que en nuestro país es de vital importancia conocer las herramientas financieras que tenemos a nuestra disposición. Éstas no son un sofisticado juego de mega millonarios, sino un instrumento para sobrevivir a la inflación sostenida y creciente.
Por otro lado, también entendí que el dinero guardado, más allá de la inflación, puede representar una pérdida de oportunidad de inversión. Y que ahorrar en pesos es una insensatez mayúscula. Todavía lamento haberme arruinado toda invitación al optimismo y al misticismo, ya que, la próxima vez que me suceda lo mismo, mi tristeza será inmediata. Cuando encuentre cien pesos olvidados en un jean viejo, no me alegraré ni siquiera un instante. En cambio, intentaré descifrar cuándo obtuve ese billete y me angustiaré por todo lo que perdí.