Añoranzas y otras tilinguerías
** Mientras tratamos de llenar el álbum de figuritas, ya que la heladera es imposible, hablemos de la gran venganza uruguaya. No en el fútbol. Todavía no. Pero esto de ir a ensuciarles las playas con envoltorios de alfajores y latitas de cerveza, porque el cambio nos hacía fuertes, es una taba que este año nos cayó en culo y a ellos en suerte. Mientras nosotros hacemos tours de compras recorriendo verdulerías en nuestro pueblo en busca del mejor precio del brócoli y la banana, ellos se empilchan y vienen a tirar manteca a los cielorrasos de nuestros restaurantes más refinados.
** Tan solo el feriado de cinco días que disfrutaron recientemente, les cumplió a 75 mil de ellos el sueño de ser ricos durante 120 horas. Esa es la cantidad de pasajeros que cruzaron a nuestro país por los puentes de Gualeguaychú, Concordia y Colón, y desde los puertos de Colonia y Montevideo para desembarcar en el puerto de Buenos Aires, donde hoy son ellos los del “deme dos”. El Ministerio del Interior de Uruguay informó que del 24 al 27 de agosto salieron del país 75.315 personas: 62.371 uruguayos, 7.895 argentinos y 2.354 brasileños, con rumbo a la tentadora Argentina.
** Se nos vienen como hormigas al dulce. Según la Universidad Católica de Uruguay, la diferencia de precios promedio está hoy en 174%. Lo que en su país lo pagarían 2.740 pesos, acá les cuesta 1.000. Vuelven con tanta alegría que quieren besar en la trompa a los lobos de mar del puerto. Excitados pero nunca giles, no le dan el gusto a Sergio Massa de llenarle el Banco Central con sus dulces dólares; los cambian en la calle a 285 mangos mientras el oficial les ofrece 148. Es un turismo de ocasión que les hace el caldo a los capitalistas del blue y les dan una modesta oportunidad a nuestros funcionarios, que se jactarán descaradamente de haber hecho crecer el turismo.
Rodando cuesta abajo
** Nos toca arrugar. ¡Humille Argento! A esta altura del descalabro la clase media-baja argentina ha perdido muchos de sus distintivos que le hacían sentir la estimulante sensación del ‘nosotros podemos’. El que había pelechado, paraba en la estación de servicios y al destrabar la tapa del tanque decía displicentemente ‘llenalo’, como si lo único que le molestara fueran los minutos de demora. El playero le mandaba la de mayor octanaje sin preguntar, mientras los chicos corrían tras el placer de congelarse los dedos en la heladerita sacando conogoles, y su madre volcaba la yerba de la cebadura por la que ni cuarto termo había pasado. De allí al servicompras para cargar con un par de jugos y chizitos de Julicroc, sin olvidar engancharse en la última promo de la petrolera, para aprovechar el precio de una pelota de las que los gurises ya tienen seis.
** Aquello ya no sucede, pero no lloramos por eso. Recular un par de escalones cada siete años, es una paspadura que los argentinos ya aprendimos a curar con saliva. También les pasa a uruguayos, bolivianos, paraguayos, chilenos… pero ellos corren con ventaja; cuando están mal se vienen para acá. No es lo mismo ser argentino y mudarnos a buscar la salvación allá. No hay reciprocidad. Es duro emigrar a Bolivia a rebuscarse sin planes sociales ni derecho a protestar con acento extranjero en la Plaza Murillo. Tampoco estamos acostumbrados a que nos aplanen la cara de un portazo en los hospitales por ser extranjeros, y no tener cupos en las escuelas.
¿Cuándo nos volverá a tocar?
** Pero hay algo más que nos están negando los países vecinos y es ese hándicap que tantas veces nos permitió alguna devaluación de sus monedas, o la distorsión de la nuestra, para permitirnos visitar el paraíso del ‘deme dos’. Lo tuvimos con Chile pocos años atrás, cuando las colas de argentinos en la aduna superaban el ancho de la cordillera. Hacíamos dos o tres mil kilómetros para comprar un Smart al precio de un surubí mediano. Y lo tuvimos cuatro décadas atrás con los tours de compras a Uruguayana, de donde volvíamos con bolsadas de cosas inútiles solo para sentir que los estábamos jodiendo a los brasileros sacándoles productos a mitad de precio o menos.
** ¿Quién no volvió de Uruguayana en los años 80, tras un viaje de 20 horas de ida y vuelta, acarreando dos kilos de frijoles, una palangana, una radio con casetera (110 watt), papel higiénico, cepillo de dientes eléctrico, ocho cajas de garotos, dos enanitos de jardín, una cafetera a pilas, un revólver a cebitas para el nieto, sin cebitas de reposición. Un hacha sin mango, linterna, tres jaboneras (que todo baño ya tiene incorporadas), libros infantiles (en portugués), cinta scotch, una pelota de rugby, cebo para matar sapos… y por supuesto… el leitmotiv del viaje; el mini televisor con gabinete de plástico de colores primarios a elegir, incluido el amarillo furioso. Los que hicieron aquel ‘tour de compras’ con José Albornoz o con quien fuera, entienden de qué hablo.
** De regreso en casa después de semejante epopeya y habiendo pagado una tasa extra en el cole por sobrecarga (no tanto por peso sino por volumen), éramos recibidos como un Papá Noel. ¿Me trajiste todo lo que te pedí? –Mirá, no sé dónde carajo me quedó el papelito o lo olvidé en el bus al bajar, pero no te preocupes, esperá a ver las cosas que te traje… ¡No sabés!!!
La primavera siempre vuelve
** En el norte se repite el sainete. “Calculadora en mano,miles de paraguayos recorren a diario los supermercados y mayoristas de Posadas en busca de mercaderías que del otro lado del río Paraná duplican y hasta triplican su valor”, publicó Clarín el 8 de agosto. Mientras acá nos revienta los bolsillos el precio de la nafta a 240 mangos, del otro lado cuesta 400 y vale la pena venir a llenar el tanque. Ellos consiguen dólares oficiales por ventanilla y, con ellos en el bolsillo, acá son petroleros árabes.
** Mientras tanto aquí nada ha cambiado. Una resolución de Economía les impidió comprar dólares en el mercado financiero a los que vendieron soja con un dólar especial a 200 pesos. La medida duró 161 minutos. Desde las 19:38 a las 22:19 de ese día, cuando se dieron cuenta antes de que correrían a refugiarse en el dólar blue, que iba a volar por los aires, y hubo que suspender la medida al rato de haberla dictado. ¡Atención burros y odiadores; no fue una conspiración de productores, fue Cargill!!, ¿me siguen?
** Aun así, mi alma está serena. “Es que abrí la ventana hace un momento y en las alas finísimas del viento me ha traído su sol la primavera”. (A. Storni)