Agarrate Catalina que vamos a aterrizar
** Por favor señores pasajeros del Boeing 2017, afirmar el trasero en sus asientos y colocarse los cinturones que la pista puede estar resbalosa. La aeronave ya se encuentra en aproximación directa a la pista 31 de diciembre. Nos encontramos a unos mil pies AGL, tenemos contacto visual con las luces de pista, con el fuerte viento de cola que habitualmente nos asiste en el último mes del año. Hasta aquí hemos viajado con viento de cara pero eso cambia en las últimas cuatro semanas del año, cuando el ventarrón por la nuca nos acelera como con un patadón por las nalgas, sin darnos tiempo ni para gritar agarrate que se acaba.
** Las condiciones de vuelo de este 2017 fueron accidentadas y las turbulencias se acrecentaron por estas horas, pero la nave siempre llega a destino; aunque no con todos sus pasajeros. Hay que asumirlo. En su camino de 12 etapas baja a algunos de ellos. Hace escalas por los apeaderos del cielo para ir dejándolos, y no es porque ellos lo pidan (obvio).
** Aquellos mortales a los que se nos ha concedido la gracia de llegar y descender en tierra, podremos celebrar un año más de existencia física, atrapados por el tiempo, del que ya se liberaron los que se apearon antes en los portales de la eternidad.
Brindemos por lo que hay
** Quienes desembarquen en la pista del 31 a las 12 de la noche podrán celebrar un año más de vida sin lamentar que ésta los acerque cada vez más a los apeaderos celestiales. Estamos todos –sin edad- en la lista de los obligados a descender en el infinito celeste, lo que no sabemos es en cuál de los vuelos, por eso vale celebrar cada día de permanencia en una de sus butacas, o cada vez que hacemos un nuevo checking in.
** Crucemos los dedos que la aeronave aún no aterrizó frente a 2018 –de donde partirá otra en el mismo instante– y todavía nos puede chupar la cañería del despresurizado. Pero seamos optimistas… ¡arriba, arriba!
Cuando brindemos por haber podido hacer un nuevo checking out en este aeropuerto, hagámoslo también en recuerdo de los seres queridos que perdieron su asiento en el vuelo 2017, recordando los mejores momentos pasados con ellos, o evocando sus ocurrencias más graciosas.
** Epicuro dijo alguna vez que –biológicamente hablando– comenzamos a morir desde el día en que nacemos y absorbemos la primera bocanada de aire: “vida y muerte marchan juntas. Aun así, el objetivo de la vida no es morir, sino vivir lo más que se pueda y de la mejor manera posible”.
El sabio hedonista nos mandaba a vivirla con alegría, pero siempre aclaró que la alegría no se compra en botellas. No con excesos ni con alcohol ni otras sustancias que terminan arruinándola.
Cabalgando sobre el tiempo
** Tampoco ha dicho Epicuro (que murió por un cálculo renal 270 años antes de Cristo) que las fiestas de fin de año nos obliguen a estar felices y exultantes. A decir verdad, ignoro si dijo algo de eso o no, pero imaginemos. Si llegamos a ellas con tristeza, transitémoslas serenamente en ese estado pero sin victimizarnos, sin ponernos en ‘sufridos’, sabiendo que la tristeza y el dolor también son parte de la vida y por suerte no son permanentes. ¿Entendido? ¡Están de paso, igual que las alegrías! Los vuelos suelen pasar por turbulencias y más adelante por la tranquilidad soleada, buscando el destino deseado.
** “La vida es un bagual, o usted la amansa o ella lo revuelca en el corcovo”, nos dijo alguna vez Don Leoncio (personaje de ficción de esta columna), y cuando le preguntamos cuál es la técnica del amanse, siendo él un hombre golpeado por aquel bagual, de quien no se espera ternura, solo respondió: “acariciándolo”.
** La conversación con nuestro personaje frecuentemente invitado fue más o menos así:
—M. Si en algún cabestreo el animal te da un cabezazo, no le sacarás la maña pegándole con una fusta por el hocico. En eso estamos de acuerdo don Leoncio, pero ¿cómo se acaricia la vida, sobre todo cuando ésta se empeña en mostrarse algo hostil?
_L. Para mí, modestamente, la vida no es lo que nos pasa sino lo que nosotros hacemos que suceda, ¿me entiende?
Una mojarra en la inmensidad
** —M. ¿Y?
_L. ¿Cómo ‘y’? Si usted anda ladrando por la vida, enojándose con todo, siempre listo a mostrar los dientes, recibirá lo que ofrece. Si reparte caricias se le va a arrimar solo la gente que gusta recibirlas y darlas.
—M. Claro, la bíblica ‘si te pegan en una mejilla pon la otra’
_L. Yo no doy para tanto, mire, vea, con ligar en una ya me caliento, pero, si me permite la comparancia, a perro bueno nadie lo patea por nada.
** —M. ¡Mire que a veces a uno lo joden desde muy arriba y siente el cachetazo inmerecido!
_L. ¿Pero quién se cree que es? ¿Usted piensa que allá muy arriba alguien lee su face o sus whatsapp?
–M. Sé que soy solo una mojarra en el inmenso mar.
_L. ¡Mesmo! Entonces haga su juego con las reglas que hay y caliéntese menos. Mire que si no, ese famoso avión del que habla, lo va a descargar antes de tiempo.