Accidentes: Cómo la vida puede cambiar en un instante
Por Nicolás Rochi
Victoria.- El 31 de diciembre de 2018, alrededor de las 06:00 Fabricio La Barba (44) fue embestido por un taxista que reconoció: “iba rápido”. Había trabajado toda la noche y después de dejar su mochila en casa, tomó su Motomel 70 para ir de un amigo donde a la noche se encontrarían para recibir el Año Nuevo, pero a la altura de Yrigoyen y Miapú esos planes y su vida sufrirían un cambio rotundo, “Fue un instante, pero lo recuerdo perfectamente. Cuando vi que me iba a chocar cerré los ojos y aceleré para evitar el impacto directo al cuerpo”.
La colisión lo dejó inconsciente —no precisó por cuánto tiempo— pero al recobrar la lucidez notó la falta de sensibilidad en sus piernas. Luego llegó policía, ambulancia, un traslado al hospital donde detectaron multifracturas de peroné, entre otras lesiones que atendieron varios profesionales, quienes además advirtieron la falta de irrigación al pie derecho, y consecuente riesgo de amputación por obstrucción, siendo derivado con carácter de urgente a Paraná.
A casi dos años de aquel infortunio que obligó a someterlo a nueve intervenciones para intentar revertir esa incapacidad del 93 por ciento en sus piernas, Paralelo 32 dialogó con él sobre esta aleccionadora historia de vida.
En ese conteo también sumó los 100 días que pasó internado en el Hospital San Martín donde “vi y viví de todo”, pero “nunca me di por vencido”, dice y reconoce que los médicos siempre hablan de su notoria evolución.
En el mundo del padel, que es uno de los deportes que abrazó en el último tiempo, ‘Pavita’ –como lo apodan sus amigos– fue uno de esos personajes queribles y la noticia de su accidente movilizó a varios de ellos que hasta hoy siguen ocupándose de esa amistad tan noble como sincera. “Los chicos de la cancha siempre me buscan y me llevan un rato, me siento en familia, cuidado; lo mismo con otros amigos como la gente de Catering Ríos, y mis tíos Jorge y Elvira, que siempre me están dando una mano. Ellos saben lo que he pasado”.
Fabricio supo ser mozo del Hotel Sol, luego trabajó en otros emprendimientos del sector, atendió barras de tragos, ayudó delante y detrás de la cocina, pero en general siempre estuvo ligado a la actividad gastronómica, por eso desde que se ve impedido de caminar, ese es otro ítem en su agenda de cosas que debe sobrellevar, lo económico. “No tengo un ingreso real hace tiempo, tramité una pensión que también se ha aplazado por este virus, lo mismo que la intervención en mi rodilla derecha dislocada para recobrar estabilidad (tiene ligamento cruzados cortados, meniscos rotos)”.
“Pero si hay algo que me duele de esta pandemia es que mi madre haya muerto luego de atravesar un largo Parkinson y no poder despedirla—lamenta. Ella estaba en un geriátrico y no me permitieron verla por última vez, esas son cosas de estos protocolos que no acepto”, y en este punto de la entrevista las lágrimas son inevitables.
Su papá está jubilado y tiene una avanzada pérdida de visión, así las cosas, mira al frente como alguien que busca algo más allá, se acomoda el gorro, estira la pierna derecha y con voz entrecortada insiste: “Hay que seguir adelante”.
Encuentro
Acordamos vernosen Plaza San Martín porque le queda cerca del kinesiólogo al que concurre diariamente. Al salir me esperó sentado a la sombra, en un banco frente al juzgado; la silla de ruedas a un costado es otro elemento que ha incorporado a su vida, pero nada de esto podrá borrarle esa sonrisa tan propia de su forma de ser y que suelta al estrechar la mano.
Nuestro interlocutor sabe que estuvo varias horas en el quirófano de ese 1º de enero de 2019, “Cuando desperté me vi dos yesos en las rodillas, y clavos y clavijas a lo largo de toda las piernas, y en los pies otros yesos más. Te digo la verdad, los médicos hicieron del polvo nuevos huesos”.
Esa obstrucción en la pierna derecha con la que llegó a Paraná también obligó a los médicos a practicar un bypass, utilizando una vena de su pierna menos comprometida. “A los siete días empecé a sentir de nuevo el pie. Lograron salvarlo, pero tanto el derecho como el izquierdo tengo una amplitud de movimiento de apenas 20 grados, en vez de 90”.
El día a día
“Siempre fui deportista amateur y esto también me ayudó a esa recuperación que tanto asombra a los médicos. Jugué al vóley, fútbol, paleta, y padel, entre otros. Pero a lo largo de esos cien días, en que muchas veces estuve sólo y presencié cuatro muertes alrededor, si bien mientras transcurría las distintas operaciones traté de pensar en el día a día”.
En lo económico, recibe la ayuda de las personas allegadas, pero reconoce que le molesta no poder hacer algo para compensar este tiempo: “Siempre me gustó laburar, hacer una u otra cosita para tener mi plata, pero esto me hace ‘caminar por las paredes’…” La analogía obtusa resuena en la calurosa mañana, él mismo nos muestra lo que le cuesta caminar, ayudándose de la silla de ruedas, por esa misma dislocación de rodilla que espera un nuevo turno tras la suspensión del pasado 20 de marzo. “Era una oportunidad de volver a caminar, pero mientras espero que pase este virus del Covid 19, trato de mantener las sesiones de ‘kinesio’, he mejorado el tono muscular, pero la operación es fundamental para recobrar movilidad”.
Coincidencias
De enero a abril ‘Pavita’ estuvo en el hospital, pero llegó el día del alta y justo coincidía con una fecha del Entrerriano de Padel. “De las 4 fechas (Concordia, Concepción del Uruguay, Paraná y Victoria), justo me dieron el alta el día en que se jugaba aquí. Así que los chicos me buscaron y me llevaron a la cancha (Victoria Padel, que está a poca distancia de su casa), fue una alegría con nostalgia, pero muy emotiva sobre todo”. Ese mundo del que antes había sido parte como jugador, celebraba su regreso. “Incluso la Peña de Padel Los Pitufos me regaló una campera a modo de presente”.
— ¿Volvés cada tanto sobre ese día del accidente?
— “No, ya no. Es una herida que tuve en la vida pero ya cicatrizó. Si bien me ha pasado que me buscaban para ir a algún lugar y al pasar por esa esquina veía mi propio accidente”.
— Y el taxista, ¿pudiste hablar con él alguna vez?
— “No, quizás haya que aclarar que esta persona es chofer, pero el dueño del taxi puso a disposición la unidad para trasladar a algún familiar a Paraná”.
Cabe mencionar que hay una causa que se sustancia en la justicia local por este incidente.
Accesibilidad
Por otra parte, Fabricio también menciona que hoy en la ciudad hay muy pocos lugares con accesibilidad para personas que se trasladan en sillas de ruedas. “Desde comercios, bares, edificios públicos, la misma justicia tiene mal hecha la rampa y es dificultoso ingresar por la pendiente con la que está hecha”, resalta y advierte que son pocos los lugares que tienen baños para discapacitados, “Uno quizás no lo ve hasta que necesita de ese espacio”.
El mediodía se cierne sobre nuestras cabezas, el calor aprieta y mientras Fabricio sigue recibiendo apretones de manos y saludos de cuanta persona pasa por allí, convenimos en terminar la entrevista, que muestra un costado de los accidentes más allá del hecho en sí. “Hoy el tránsito en la ciudad es peligroso, los accidentes ocurren a diario y no se toma conciencia de las consecuencias que trae para quienes tienen la mala suerte de sufrirlos, yo no le deseo a nadie lo que me pasó, porque pensé que en seis meses estaba de nuevo arriba y ya han pasado dos años”.
—Una cosa más, ¿De dónde viene esa fortaleza?
—“La verdad no sé, soy una persona que cree en Dios, que tiene la suerte de tener buenos amigos/as, familiares, entre otros tantos que me ofrecen su ayuda de corazón, pero no sé de dónde saco fuerzas, esa parte no tiene explicación”.