¿Acaso hemos nacido para cuidar la energía corporal?
Por el Prof. Lic. Casiano Carballo (Miembro de la FIEP).- Una problemática de marcada actualidad es la ausencia de movimiento, lo que algunos llaman sedentarismo, y desde otras áreas del conocimiento se denominan hipocinesia.
Esta cultura hipoquinética está incidiendo de manera drástica en lo que es la característica de la población, ya que están apareciendo ciertos cuadros y enfermedades por esta falta de movimiento.
Los profesores de Educación Física solemos detectar la aparición temprana de problemas en la salud de la población, que se manifiestan en trastornos secundarios asociados.
En otro momento se vinculaba la juventud a la delgadez y actividad, y la adultez al sedentarismo. Hoy esa franja es más borrosa. Por eso, algunos profesionales marcan una diferencia entre personas entrenadas y desentrenadas.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) el 60% de la población mundial es sedentaria, eso marca que en el mundo la gente se está moviendo escasamente, y este comportamiento está impactando en la salud.
Se estima que nuestros antepasados cazadores y recolectores, para sobrevivir, gastaban unas 7.000 calorías al día. Hoy nuestra realidad es francamente distinta y más allá de necesitar generar nuestro sustento, no tenemos al movimiento como una prioridad. La gran pregunta a los evolucionistas es: ¿hemos nacido para generar acciones motoras como caminar o correr? o ¿hemos nacido para cuidar la energía?
Si nuestro genoma es cinético y a lo largo de toda la historia evolutiva hemos gastado más de 7000 calorías por día para sobrevivir, todos tendríamos que estar moviéndonos espontáneamente, veríamos en las calles de las ciudades gente corriendo, haciendo múltiples ejercicios físicos, ejercitándose en pistas de salud, centros de actividad física colmados, etcétera. Sin embargo, estas manifestaciones son más bien menores frente al total de los humanos.
¿Podríamos pensar entonces que estamos frente a una genética del sedentarismo, una tendencia biológica evolutiva que evita gastar energía?
Al parecer, desde el paleolítico a los últimos doscientos años, donde hubo grandes cambios a través de la urbanización, el sedentarismo se impone como parte de esa ‘evolución. El gran tema es saber si esto impacta genéticamente en las decisiones de evitar movernos cada vez más, porque en este presente la media de calorías está en el orden de 1.500, aunque seguimos ingiriendo grandes cantidades de alimento, como para competirle a aquel primer homínido.
Este ha sido un impacto complejo en nuestra evolución y aún no hemos perfilado mecanismos biológicos para poder sostener esa sorpresa que implica, de un día para el otro, no tener la necesidad de movernos para conseguir calorías.
Tengamos en cuenta que uno de nuestros tejidos mayoritarios es el muscular, que es metabólicamente muy activo y participa en un sinnúmero de reacciones vitales, y paradójicamente cada día lo estimulamos menos.
El aparato locomotor es el que más hemos desarrollado, es el que se conecta directamente con las funciones cognitivas, por eso, detenernos, inmovilizarnos puede estar impactando negativamente en nuestra evolución.
Nunca el hombre ha sido más dinapénico (falto de fuerza) ni sarcopénico (disminución del tejido muscular), como en la actualidad. Todos estos cambios a los que podríamos juzgar negativos desde nuestro punto de abordaje, inducen a las enfermedades del siglo XXI, tanto de órganos, tejidos y sistemas. De algo estamos seguros, hemos cambiado de depredadores: los de antes estaban afuera; los de ahora, conviven en nuestro interior. Y lejos de movernos, esta sociedad cinética prefiere el cómodo sillón y las procesadas certezas del Delivery.